Comienza la cuarta ruta europea consecutiva. Con el balance de un título y un subcampeonato como logros más reseñables en los tres cursos anteriores, el Iberostar Tenerife arranca su participación en la Basketball Champions League, una competición que los aurinegros han hecho ya suya y en la que quieren desquitarse después del sinsabor que les dejó la final perdida hace casi medio año contra la Virtus Bolonia.

Lo deseen o no, los canaristas volverán a salir con la vitola de claros candidatos a luchar por el trofeo que se decidirá entre el 1 y el 3 de mayo. Un condición de aspirantes, que los de Txus Vidorreta deberán ratificar inicialmente en una fase de grupos que, sobre el papel, parece más exigente que en las ediciones precedentes. Síntoma del crecimiento sostenido que viene experimentando este torneo auspiciado por la FIBA y que mantiene intacto su deseo de hacerle sombra -o al menos acabar entendiéndose- a la Eurocup y la Euroliga.

Aún con el riesgo de encontrarse algunos rivales por debajo de la media (el VEF Riga y el ERA Nymburk son los principales candidatos, sobre el papel, para descolgarse más pronto que tarde), lo cierto es que el nivel del Grupo C no permitirá grandes distracciones a los aurinegros. Y es que el propósito de la escuadra isleña es no solo colarse en las eliminatorias por el título (pasan los cuatro primeros, pero este curso ni el quinto ni el sexto se meten en la FIBA Europe Cup), sino hacerlo incluso como primeros de su grupo para disponer, tanto en octavos de final como en los hipotéticos cuartos, de la opción de jugar como local un supuesto tercer duelo de desempate. Una modificación en el sistema de competición por la que tanto había luchado el conjunto lagunero y que ahora premiará el buen hacer durante las 14 jornadas iniciales.

El Brose Bamberg, el Peristeri e incluso un remozado Mornar Bar -que pese a llegar de la previa, en nada se asemeja al que los aurinegros ganaran el primer año por 46 y 17 puntos respectivamente- parecen capacitados para poner en seria duda la superioridad de los tinerfeños en el Grupo C. A eso se añade la dificultad que pueden entrañar rivales como el Nizhny Novgorod y el Gaziantep -dirigido de nuevo por el excanarista Nenad Markovic-, no solo por la calidad de su plantel, sino a consecuencia de la dificultad añadida que supone el viajar hasta Rusia y Turquía. El primero por la distancia, y el segundo por la cantidad de escalas que conlleva el desplazamiento.

Solo dos con experiencia

De la plantilla del actual Canarias solo dos jugadores saben lo que es la BCL. Tomasz Gielo jugó un partido de las previas con el Joventut en la 17/18, mientras que Darion Atkins acumula 14 del pasado curso, cuando militaba en el Hapoel Unet Holon israelí.

Siete equipos fijos

Con el arranque de esta cuarta edición son siete los equipos que han estado siempre presentes en la competición que se disputa bajo el amparo de la FIBA. Uno de ellos, el Iberostar Tenerife. Los otros seis son, el AEK y el PAOK griegos, el Nymburk checo, el Besiktas turco, el Neptunas letón y el Strasbourg galo.

Bassas, 'abuelo' de la BCL

Uno de los pocos jugadores que puede presumir de haber estado en estas cuatro ediciones es el excanarista Ferran Basas, que con los dos duelos de la previa de este curso alcanza los 56 encuentros en la BCL. Nadie ha jugado más encuentros que él en esta competición.

Los premios, los mismos

Mantiene intactos los premios la BCL. Por estar en la fase de grupos, el Iberostar se lleva 50.000 euros, que serán 70.000 en caso de acceder a octavos, y 100.000 si se mete en cuartos. Disputar la Final Four supondría, como mínimo, un botín total de 140.000 euros, mientras que alzar el título lleva aparejado un premio de un millón de euros.

Nueva marca de balón

Hasta la fecha la BCL se jugaba con balones Molten, pero este curso la firma elegida es Wilson, también distinta a la marca Spalding, que se usa en la ACB.