Todavía con mal sabor de boca que había dejado una derrota consumada apenas segundos antes, el aplauso casi unánime de la grada del Santiago Martín ejemplicaba la satisfacción generalizada de los presentes. Un tropiezo que, lejos de servir en lo clasificatorio, sí alimenta la esperanza de la parroquia canarista por los mimbres que parece poseer este Iberostar Tenerife. Mismo resultado que apenas diez días antes -feo desliz contra el Bilbao-, pero sensaciones diametralmente opuestas. Aquellas con las que se quedan los jugadores, y esas con las que se marchan los aficionados a sus casas.

Más de 5.000 seguidores -con varios blancos infiltrados- para los que el duelo de ayer fue la confirmación de que este Canarias está capacitado, de nuevo, para grandes cotas. A pesar de la derrota. Les valió ver reflejadas sobre la cancha las señas de identidad de los suyos, con una defensa aguerrida que hizo sufrir al Real Madrid. Un conjunto, el blanco, que cuando quiso poner una marcha de más casi se le cala un coche que hasta ahora no había necesitado de mayores acelerones para sacar adelante sus cinco partidos oficiales. Les dio, a los isleños, para tener contra las cuerdas durante 39 minutos al vigente campeón liguero y creer, ciegamente, en otra machada frente a los de Laso. Sergio Llull, como en innumerables ocasiones, salvó los muebles a su técnico.

Malos porcentajes en el tiro exterior, algunos despistes atrás imperdonables, una rotación que no termina de ser lo profunda que seguro desea su técnico, una posición, la de cuatro, que parece huérfana de líder... No son pocas las vías de agua a atender por el conjunto aurinegro ante lo que se le viene encima, con la BCL también a la vuelta de la esquina. Lo harán, los de Vidorreta, con un balance liguero de 1-2, que bien se puede dar como válido a tenor de la entidad de los rivales; pero sobre todo, con el regusto de verse capaces de mirar a los ojos a cualquiera a poco que tracen correctamente las líneas maestras sobre las que se ha configurado esta plantilla. Eso sí, a partir del sábado -el Obradoiro visita el Santiago Martín- las derrotas -por dulces y fortificadoras que sean como la de ayer-, dejarán de alimentar el alma.