Un reto desconocido, atrevido... y hasta arriesgado. Pero también la misma ambición reciente y la intención de seguir creciendo y avanzando en el sendero que tan agradables destinos le ha deparado. El Iberostar Tenerife afronta desde mañana el que será su octavo curso seguido en la Liga Endesa, competición que conoce ya al dedillo y en la que se ha consolidado como una de las alternativas para incomodar a los grandes trasatlánticos del basket nacional. Esta vez la reválida será más exigente.

Cambio de registro. El prestigio ganado a pulso por los isleños a base de una acertada gestión en los despachos y notables prestaciones sobre la pista se enfrenta, en este curso 19/20, a un reto desconocido para su proceder habitual. Y es que los laguneros, acostumbrados a proyectos continuistas en los que las escasas piezas entrantes mejoraban o rejuvenecían a las salientes, cambian de registro por completo en una especie de refundación deportiva. Solo Gielo (que apenas pudo jugar 12 minutos por una grave lesión) volverá a vestir la casaca aurinegra. El resto, 12 fichajes, tiene ante sí la encomienda de impregnarse lo antes posible del ADN canarista para que la progresión no se detenga.

El componente sentimental. Al lavado de cara integral -con lo que ello supone de dificultad añadida en la cohesión a adquirir- se añade la parte sentimental. Aquella intangible marcada por la marcha de buena parte de los grandes referentes para la afición, y a la vez principales culpables de los mejores resultados en los 80 años de historia canarista. Por una razón o por otra, no siguen iconos, como el sempiterno capitán Nico Richotti, Rodrigo San Miguel, Javi Beirán y Tim Abromaitis, amén de piezas secundarias pero igual de queridas como Ferran Bassas y Petit Niang. Todos casi imprescindibles para la grada del Santiago Martín. Se entiende, en este sentido, que la zozobra, la desazón y las dudas se llegaran a apoderar de la parroquia aurinegra.

Salto de calidad. Pero lejos de quedarse quieta, y barruntando con antelación ese posible (y necesario, a su entender) cambio de ciclo, la dirección deportiva del CB Canarias, con Aniano Cabrera y Txus Vidorreta a la cabeza, no solo se propuso cubrir los huecos creados en el roster aurinegro, sino que ha aprovechado la coyuntura para intentar dar otro salto de calidad. Así lo dicta la incorporación de jugadores que hasta hace nada parecían lejos del alcance monetario y de estatus deportivo de la entidad tinerfeña. Los casos de Marcelinho Huertas y Gio Shermadini son los más evidentes... y mediáticos. Veteranía y calidad que ya quisieran para sí buena parte de los adversarios ligueros.

Una nómina de nivel. Con el brasileño y el georgiano en el papel de teóricos líderes, el resto de adquisiciones también es merecedor de elogios previos. Ha aglutinado el Canarias a jugadores baqueteados y de pedigrí en la ACB, como Sasu Salin y Pablo Aguilar; varios con el hambre suficiente como para comerse la liga en cada partido, caso de Lundberg, Yusta y hasta Gielo, que anda con la ilusión de un júnior tras un año en el dique seco; o alguno que otro con la necesidad e intención de reivindicar su calidad y relanzar su carrera, etiqueta que bien se le podría colocar a Dani Díez. Llega también a la nave aurinegra Kyle Singler, que una vez aparcado su sueño de consolidarse en la NBA busca un lugar top en el basket europeo; algo similar a Álex Suárez, que trata de retomar la velocidad que marca la rueda de la ACB tras un año en el Benfica luso. Guerra y Atkins, por su parte, intentarán no dejar pasar la oportunidad para demostrar que en la élite española hay sitio -y no residual- para ellos.

Álex López, valor añadido. Todo, aderezado con un valor añadido, el que representa Álex López. Con él, el Iberostar cumple el anhelo de volver a disponer en su plantilla de un hombre de la tierra, y no como mero formalismo, ya que el lagunero se ha labrado un nombre, con sobradas garantías, en la élite española. Gana el club, y gana el jugador, que consuma su sueño de jugar en la ACB con el equipo de su casa, aquella que abandonara siendo cadete para enrolarse en el Gran Canaria. Su ilusión es la misma que ha impregnado de nuevo al aficionado canarista.

Versatilidad y estilo propio. Una mezcla de muchos quilates, y que destaca por la versatilidad de sus piezas. Ahora toca encajarlas y empastaras para que lleguen las victorias... sin que el sello Vidorreta se resienta. El vasco quiere, como es habitual en él, un conjunto aguerrido atrás (seguramente con más capacidad para el rebote que el curso pasado), que corra cada vez que pueda (Lundberg y Yusta se frotan las manos), o que bien recurra a una fluida y ordenada circulación (con Huertas como maestro de ceremonias) antes de tratar de ejecutar a su rival. El pick and roll o un triple liberado se antojan como las mejores vías para ello. Finalizadores y artilleros no le faltan al de Indautxu.

Y una apuesta de futuro. En definitiva, un roster de nivel que no se ha configurado desde los despachos de la tercera planta del Santiago Martín para salir del paso y atenuar posibles críticas. Y es que la de este Iberostar Tenerife 19/20 se postula como una apuesta de resultados y pegada casi inmediatos, pero a la vez como el germen para la formación de otro grupo exitoso y que, a medio plazo, siga escribiendo con letras de oro las páginas más brillantes en la historia del club lagunero. La revolución ha sido total, y el envite parece mayúsculo. A partir de mañana tocará ver si este Canarias es capaz de asumirlo y no salirse del camino.