El derbi acabó en empate a casi todo para CD Tenerife y UD Las Palmas: a cero goles, a partes (dominaron una cada equipo), a superioridad táctica (López Garai ganó primero y Mel le dio la vuelta), a falta de puntería (los dos dispusieron de ocasiones, pero fueron incapaces de atinar), a limitaciones y hasta a la sensación que se quedan sus aficiones: ambos lo pudieron perder y lo pudieron ganar, pero para esto último no les dio. Y eso preocupa para el futuro.

Resultó más frustrante para los blanquiazules, que mejoraron en las vigilancias y el nivel de concentración. Que supieron llevar el partido a su terreno y que luego no concretaron las numerosas llegadas que protagonizaron. No es que no existieran errores individuales, pero al menos no tuvieron consecuencias en el resultado. Respiró Luis Pérez cuando perdió su espalda en el primer minuto ante Cedrés y también lo hicieron Isma López y Ortolá en una falta de entendimiento que pudo costar cara, ya en la segunda parte.

La lectura de este Tenerife está muy clara: es un conjunto con una propuesta futbolística muy aseada. Atractiva incluso. Con un centro del campo de gran nivel, sobre todo en cuanto a Aitor Sanz y Luis Milla se refiere. Pero que carece de laterales que finalicen bien sus numerosas apariciones en fase ofensiva (lo de los centros al área es para echarse a llorar) y, sobre todo, de un killer. Ni Malbasic, casi omnipresente en el ataque, está atinado en el remate ni López Garai encuentra una alternativa al serbio. En esa búsqueda desesperada ha dado sus primeros bandazos. Dani Gómez, por ejemplo, pasó de la titularidad a la grada. Y a Ramón Miérez, que gana peso, le falta tiempo y ritmo. Mientras, José Naranjo, que es el jugador con más gol de la plantilla, ha desaparecido del once primero (en Ponferrada) y del partido después, quedándose sin minutos en el derbi. No es aún el momento de mirar al mercado y al director deportivo, pero cuesta encontrar gol en la plantilla del Tenerife. Y siendo su principal carencia en verano... Algo ha fallado.

Queda la sensación, después de los noventa minutos que protagonizaron blanquiazules y amarillos ayer, que existe una involución en sus posibilidades de asomarse a los puestos altos. Unos porque han perdido poder adquisitivo y otros porque, en la revolución que supone incorporar a diez futbolistas, acaban jugando el derbi con solo dos de ellos en el once titular. Y uno de ellos, el portero. Todo un síntoma de que se ha cambiado mucho para seguir, al menos por ahora, en el mismo sitio.

Fue un clásico de alternativas, con la emoción de siempre, más por la incertidumbre del resultado que por el nivel de juego de los dos equipos. Pero faltó hasta una figura. Esta vez no hubo un Carlos Ruiz. Por cierto, notable partido el del central granadino sustituyendo a Nikola Sipcic. Ni siquiera existió un antihéroe, gracias a que la expulsión de Milla no trajo peores consecuencias que el 0-0 para su equipo. Pedri volvió a dejar destellos de lo que será, pero aún no es, y Díaz de Mera, hacia el que todo el mundo apuntaba antes del choque, cuajó una actuación sobresaliente. Le ayudó, es verdad, el VAR. Porque evitó el penalti precedido de un claro fuera de juego.

@juanjo_ramos

LaContracrónica