S in vencedores ni vencidos, el derbi tuvo, sin embargo, sustancia para mucho más que un empate sin goles. Repartida, pero sustancia futbolística al fin y al cabo. Este tipo de partidos se juegan bajo la influencia de una tensión paralizante y, por consiguiente, suelen ser escasos en fútbol. Ayer, Tenerife y Las Palmas hicieron para más. Cada uno en una mitad: el Tenerife en la primera; Las Palmas en la segunda, especialmente antes de afrontar el examen de ganar el partido con la pelota cuando se quedó en superioridad.

El Tenerife impuso su plan de juego antes del descanso. Pasó un susto mayúsculo a los tres minutos, cuando Cedrés pilló mal colocado a Luis Pérez, entró a su espalda, se plantó en el área, recortó y cruzó al palo largo, pero la pelota no le cogió la rosca necesaria y salió rozando el palo. La respuesta blanquiazul fue inmediata, en una caída de Malbasic a un costado, con centro al área que enganchó Suso con una volea impresionante, que se estrelló contra el lateral de la red.

Fue un inicio vertiginoso, disputado con una gran actividad, sobre la cual el Tenerife, empujado por su público, fue ganando campo hacia delante para hacerse con el mando. La idea de López Garai fue buscar rupturas en vertical con pases al espacio sobre los desmarques de Malbasic, o bien con cambios de orientación para que Luis Pérez llegara al fondo. El equipo se acercó una y otra vez, pero nunca disfrutó de ventaja en el área. La calidad de los centros desde el costado no lo facilita. Por dentro, los dos centrales amarillos corrigieron sobre el alambre para evitar que Filip pudiera prepararse el balón en el área. La única opción de que dispuso fue entrando por el costado izquierdo y rematando sin ángulo un balón que se le quedó entre las piernas a Josep (19').

Las Palmas no tuvo el control de la situación, falló numerosas entregas en el medio cuando el Tenerife apretó y solo encontró algún desahogo cuando tocó una de las fibras sensibles de los locales: el balón parado. En una falta frontal, Curbelo ganó un remate franco en el segundo palo, al que respondió Ortolá con una gran parada, seguida de suspense, por que el balón se fue al larguero y se quedó botando cerca del marco. Hasta el descanso, el Tenerife tuvo la manija del partido, pero fue perdiendo claridad en sus llegadas, aunque ya no concedió más atrás. El despliegue físico de Bermejo protegió a Isma López que no salió al ataque ni una vez. En su costado jugó Pedri, defendido con ayudas entre ambos para evitar sus progresiones afiladas con el balón sobre esa levedad insultante con la que se mueve.

El panorama se transformó en la segunda parte, cuando empezó a cundir en el juego, en especial en la zona de tres cuartos del ataque visitante, el efecto de una jugada maestra de Pepe Mel. El técnico madrileño volteó el partido, consiguió que su equipo se hiciera con el balón y fue sacando al Tenerife de su ritmo hasta restarle verticalidad y llegada. Lo logró con un movimiento de piezas: tiró a la defensa a Mauricio Lemos, que en la primera parte había sido pivote, desplazó al lateral a Curbelo, avanzó a Álvaro Lemos a la posición de extremo y metió por dentro a Pedri. Kirian, que hasta entonces estaba a la espalda de Rubén ayudó más atrás a Galarreta a sacar la pelota. Las Palmas fue creciendo y el Tenerife defendiendo más que atacando, a pesar de que Bermejo tuvo en su cabeza el gol del triunfo (59') tras un centro de Malbasic, otra vez. El serbio, el más activo delante, estuvo mejor fijado por Mauricio Lemos -que tenía una tarjeta desde el minuto 8'-, que lo había estado por Curbelo y Mantovani antes del intermedio. Las conexiones del equipo amarillo con Pedri por dentro empujaron al Tenerife hacia su área.

Al partido le faltaba un tercer acto insospechado. El equipo de López Garai se quedó con un hombre menos por un exceso de Milla, con una entrada alevosa. Faltaban 18 minutos y acababa de marcharse Malbasic sustituido por Miérez. López Garai reaccionó redibujando a su equipo: metió a Undabarrena en el sitio de Borja Lasso, formó dos líneas de cuatro y dejó arriba al argentino, un peleón que le dio oxígeno disputándolas todas. Con superioridad numérica, el equipo visitante suspendió el examen que le planteaba el partido. Con el Tenerife cerrado, replegado, con un bloque bajo y cansado, los de Mel se dedicaron a abrir a los costado y poner balones en el área, que los centrales locales restaron con cierta autoridad. Hasta el final del partido hubo más miedo por la situación de desajuste numérico que peligro real, porque Las Palmas no generó superioridad casi nunca, aunque Mel viendo la iniciativa que habían tomado sus hombres, decidió poner en el área al espigado Pekhart, protagonista de la jugada de la noche: faltan dos minutos, Drolé jugó directo sobre el checo, que dejó de cabeza a Rubén, el grancanario recortó y se orientó para disparar, pero Undabarrena lo derribó. El árbitro pitó penalti, pero su asistente le indicó fuera de juego previo del ariete. El suspense duró un minuto, poco más, hasta que el VAR corroboró que había posición antirreglamentaria y el penalti quedaba anulado. El Heliodoro lo celebró como si fuera un gol. En el último estertor, casi marca Isma López...