La goleada encajada en El Toralín ha hecho temblar los cimientos del proyecto 19/20 del CD Tenerife. No es una derrota definitiva. Ni mucho menos. Faltaría más estando en la tercera jornada de Liga. Pero sí daña la imagen de un equipo que trataba de implantar una nueva filosofía de juego, de esas que gustan a los aficionados. Pero que sigue sin recordar que hay normas básicas en el fútbol que nadie se puede saltar. Por eso, ante la Ponferradina cometió los siete pecados capitales.

1. Vigilancias.

En la acción del 1-0 sirvió un simple pelotazo para desarmar al evolucionado equipo tinerfeño (colocación en fase ofensiva). La necesaria vigilancia de Sipcic sobre Yuri no estuvo a la altura deseada, lo que le impidió ganar el balón dividido inicialmente. Ahí empezó a gestarse la debacle blanquiazul en El Toralín. Fueron acciones repetidas hasta la saciedad por la Ponfe, que encontró a menudo ventaja en esas situaciones. Siempre los costados de Aitor Sanz, siempre la zona entre los centrales y los laterales.

2. Duelos.

Pero el central serbio cometió un segundo error: perder la pelea con el delantero rival que, aunque le tenía la posición ganada en el envío largo (error de vigilancia), vio como su adversario corregía y anticipaba para, a continuación, perder definitivamente el duelo por su falta de contundencia en el despeje. Con Yuri como verdugo, Alberto también cedió de forma escandalosa en la acción previa al 4-0. Ofensivamente, más de lo mismo. Dani Gómez nunca se impuso a los zagueros bercianos. Solo Malbasic desbordó en alguna ocasión.

3. Concentración.

Escenificado en el 3-0, donde Sipcic fija a Kaxe y lo suelta para ir a buscar el balón donde es imposible que llegue. El delantero, ya libre, recibe solo y ejecuta a Ortolá. Una mala decisión, propia de una de esas faltas de concentración que condenan al Tenerife.

4. El paso adelante.

No lo dio el equipo de Aritz López Garai ni para iniciar su asfixiante presión alta ni para defender con valentía. Lo primero propició que los insulares vivieran casi siempre por detrás del balón, en tierra de nadie (la Ponfe se saltaba el escalón intermedio con su fútbol directo) e incómodos. Lo segundo generó situaciones como la del 2-0, en la que Mazan no para de recular hasta que el centro al área de Isi resulta venenoso para su equipo.

5. Seguridad.

Con balón tampoco estuvo fino el Tenerife. La presión de la Ponferradina consiguió que los de López Garai quemaran con demasiada prisa la pelota, generando así potenciales situaciones de contragolpe para el rival. Ni descansó con balón, ni creó ocasiones, ni se protegió tras las pérdidas con una correcta activación. A eso hay que unir que el rival buscó a menudo las zonas débiles de la escuadra blanquiazul y que Aitor nunca vivió tranquilo.

6. Los cambios.

En este sentido, la decisión del técnico blanquiazul de prescindir del madrileño puede resultar entendible por tener este una tarjeta amarilla. Pero en la situación de partido de ese momento (2-0 y con el Tenerife deslavazado) resultó un suicidio por el cambio de dibujo. El 4-4-2 dejó a Borja Lasso al lado de Milla y el centro del campo ya no sostuvo las embestidas locales.

7. Amor propio.

No se le puede negar al equipo que lo siguiera intentando hasta el pitido final, pero lo hizo más por obligación profesional que porque creyera en sus posibilidades. Es más, el conjunto tinerfeño dejó de competir con el 2-0 y bajó lo brazos definitivamente con el 3-0. La goleada pudo ser mayor si no es por un par de intervenciones de Ortolá.

Enfado mayúsculo en la cúpula de la entidad

No fue plato de buen gusto observar cómo un recién ascendido goleaba al Tenerife y esto acabó generando un enfado terrible en las altas instancias de la entidad, empezando por Miguel Concepción. El presidente no entiende la imagen ofrecida por el equipo en Ponferrada y ha pedido explicaciones. Tampoco está a gusto con lo sucedido el director deportivo, Víctor Moreno, que ayer dialogó con el cuerpo técnico a la conclusión de la sesión de recuperación en el Heliodoro. López Garai tomará medidas. Se verán plasmadas en el once del próximo sábado, pero también en el trabajo semanal. El dato que más preocupa es el de los goles encajados. Ocho en tres encuentros son demasiados.