Hay tiempo para todo es una de las máximas de Jacinto Delgado -17/08/1976, Chimiche, Granadilla de Abona-. En 26 temporadas de la mano del fútbol sala acumuló una dilatada amalgama de vivencias. Entre los contrastes de la cancha de piche chimichera y la pista azul de la Liga Nacional de Fútbol Sala -LNFS- se repartió la magia de uno de los mejores jugadores tinerfeños de la historia. Muebles Lety, Chimisur 89, Realejos, Famegonza, Uruguay Tenerife, Iberia Toscal y Maxorata contaron con sus servicios. Con la casaca de la escuadra lagunera dijo adiós, el pasado mes de abril, un amante del deporte del 40x20. El sureño cuelga unas botas repletas de goles, asistencias, regates y, en resumen, de sempiterna satisfacción. El consenso en su reconocimiento avala una trayectoria memorable.

Debería estar comenzando la pretemporada. ¿Se siente extraño por no hacerlo?

Un poco, sí. El martes salí a hacer un poco de ejercicio y le fui dando vueltas. Las pretemporadas en el fútbol sala son muy largas y al principio cuesta, así que de momento no lo echo de menos absolutamente nada.

La retirada, ¿por qué se produce en este 2019?

Son muchos años jugando. En los últimos me lo he estado planteando y creo que era un buen momento. Físicamente, me encontraba muy bien, pero sí es verdad que la cabecita ya no está igual. La mayoría de compañeros y rivales no tienen los mismos valores que tú o tu forma de pensar. Fue el momento idóneo.

En función a lo que me cuenta, decía Nel García, nuestro mejor árbitro en los últimos años, que el fútbol sala era el fútbol culto. ¿Se ha perdido esa percepción?

Mi caso es un poco especial. He estado en la élite, no siendo yo profesional, con gente que sí lo era. Esa era su prioridad. A lo mejor, dejaban de lado otras cosas. Había menos compañerismo. En los últimos años, la madurez que puede tener una persona de 40 años, con una profesión y una familia creada -como es su caso- choca bastante contra lo normal en un chico de 20 años. No digo que tenga la razón o que no, pero hay bastante diferencia. Es ahí donde más problemas he tenido. Hay rivales que te dicen cosas, los ves actuar con los árbitros, contra los mismos aficionados? Lo sufres y dices: yo ya no estoy para soportar esto. Estando en Segunda B puedes tener tus aspiraciones, pero no debe ser tu prioridad. Debes buscar otras vías porque son casos muy aislados los que se permiten vivir de esto.

Sus primeros recuerdos en el fútbol sala, imagino que tendrán que ver con su localidad natal.

Siendo juvenil, hubo un torneo precisamente en Chimiche, cuando empezaron las famosas 12 horas, que cogieron bastante fama. Los que no jugábamos hicimos un equipo. Por allí estaba el Muebles Lety, el Salazar Bus? Después del torneo, me dijeron que si quería probar con ellos. Lo demás es historia. Siendo de Chimiche, el fútbol sala era lo que había. La gente a la que admirabas era gente de ese deporte. Allí, al igual que hoy en día, no hay fútbol. Para mí, estar allí con Matías o Luis el de Arico, con 17 años, era algo increíble. Tengo recuerdos muy claros de toda aquella época. Viajar a Las Palmas y enfrentarme a sus equipos es algo que guardo con mucho cariño.

¿Cuánto bien le hizo salir de un fútbol sala humilde, de un campo de piche, para luego digerir todas las experiencias mayúsculas que sobrevinieron?

No solo es ese hecho. Al principio, siempre había que hacer muchos kilómetros. En el Muebles Lety, donde estuve 10 años, nunca tenía pista fija. A lo mejor, entrenábamos en El Salto -Granadilla de Abona-, pero éramos locales en La Laguna. Las condiciones en las que, en aquella época, teníamos que hacer las cosas para jugar y poder disfrutar de estar en una Autonómica eran duras. Lo más fácil era haber podido elegir alguna otra opción. El primer año que subimos a Plata, éramos locales en La Laguna, pero el playoff lo jugamos en El Fraile -Arona- para intentar que nos fuera a ver un poco de gente. Todo eso te va curtiendo. Era un esfuerzo brutal por hacer lo que te gusta. Eso hoy es impensable. Ahora se le da prioridad al dinero. Cualquiera te rechaza ir a un sitio porque en uno no te pagan nada y en otro, 50 euros. La primera vez que vi una peseta?

¿Cuándo fue?

Cuando volví del Chimisur al Lety, con casi 10 años jugando ya. Creo que eran 25.000 pesetas cada tres meses, o cosa así. Adorábamos esto, lo seguimos haciendo, y para poder jugar hacíamos lo que fuera. El hecho de que pudieras cobrar era de locos.

¿Cuál de sus equipos le marcó en especial?

Cuando me fui del Lety se me partió el alma. Hubiera estado ahí toda la vida. En su época, todos los años cambiaba el proyecto completamente. Siempre nos quedábamos Perico y yo. Hubo un momento en el que dije que a ver si se podía apostar un poco por mantener a más jugadores. Al final, el Lety es mi equipo del alma. Sé que ellos me quieren un montón, y yo a ellos de la misma manera. Me fui y al siguiente año el club desapareció. Siempre me quedó esa espinita. Aunque me han tratado genial en todos los equipos en los que he estado, el mío siempre será el Muebles Lety.

De los muchos que disputó, ¿tiene algún partido o partidos imborrables?

El de vuelta del primer playoff que yo jugué para subir, un Muebles Lety-Ripollet en El Fraile -Arona-, lo guardo con mucho cariño. También, nunca había disfrutado tanto en una cancha como en Anaitasuna, en Primera División, cuando visitamos al Magna Navarra. Aparte de jugador, he sido y soy aficionado. Mi deporte es el fútbol sala. Esos son de los partidos que mejor recuerdo guardo.

En general, ¿qué le deja este deporte?

Principalmente, los amigos que se quedan para siempre y el cariño. Salvo mi familia y pocos más, nadie sabía que me iba a retirar. Cuando lo dije, por mucho que uno fuera optimista, no me esperaba tanto cariño y gente que le diera valor a cosas que yo he intentado cuidar. Fueron días muy bonitos. Me llenó mucho. El hecho de que no solo te valoren por si eres mejor o peor, sino por cómo eres como compañero fue algo que superó las expectativas.

¿Qué le faltó hacer dentro del fútbol sala? Quizás, ¿salir de la Isla?

Sí, claro. Es evidente. Mucha gente sabe que tuve la oportunidad en la segunda época del Muebles Lety. Me contactó una persona para ofrecerme ir a jugar a Andalucía, a equipos que estaban en nuestro grupo. Ni siquiera les di la opción de hablarlo. En ese momento, le di prioridad a mi profesión. Estoy más que convencido de que no me equivoqué. También lo estoy de que lo hubiera hecho bien, deportivamente hablando. Siempre te queda la espinita esa de saber hasta dónde hubieras llegado en caso de haber salido de la Isla. En estos últimos años, en los que tuve la oportunidad de estar -en la élite-, y me habría gustado que hubiera continuado, incluso como semiprofesional, cumplí y sentía que podría haber estado ahí antes o haber durado más.

¿Cómo ve la salud del fútbol sala tinerfeño? Este curso se vuelve a reunificar la categoría Autonómica.

Es evidente que lo hemos hecho mal. Haber separado la Autonómica le ha hecho mucho daño a este deporte. El nivel ha bajado bastante. Es curioso porque hay clubes muy serios, que trabajan muy bien. Eso antes no pasaba. La gente joven le ha dado prioridad a irse fuera, como por ejemplo a Italia. Quizás, aquí le hubiera dado un salto de calidad al juego. Soy optimista. Creo que a corto o a medio plazo las cosas van a mejorar. Siempre fui de la opinión que lo que hizo el Salesianos la pasada temporada es lo que hay que hacer. Si deportivamente tienes un logro, tienes que cogerlo. A mí me pasó que gané dos autonómicas y el equipo no ascendió. Entiendo que si la crisis, que si es mucho dinero... No pensamos en todo lo que trae para los jugadores. Un año en LNFS te cambia la vida, deportivamente. Eso ha faltado aquí mucho.

¿Cuestión de ambición?

Sí. Creo que esos proyectos serios de los que hablamos la tienen, y están convencidos de que si deportivamente surge la oportunidad, siempre van a subir a Segunda, independientemente de lo que pase en cuanto a resultados. Es el único camino para que aquí se progrese. El hecho de que también la categoría juvenil vaya a ser regional seguro que va a venir bien.

Ha pasado más de un cuarto de siglo desde que usted comenzó a jugar como federado. ¿El de ahora es un fútbol sala excesivamente mecanizado, con poca capacidad para crear?

Esa es una crítica que existe. Haciendo referencia a la última Copa de España, ya es más una cuestión de emoción que de espectáculo puro. La media de goles ha bajado de una manera brutal. La gente profundiza un poco más, a ver si hay que cambiar las normas del portero jugador, que se utiliza para defender... Sería un debate muy largo. El deporte ha cambiado una barbaridad. Ahora es muy físico. Los responsables tendrán que ir buscando la forma de volver al otro lado. A ver si se logra conseguir.

¿Hubo algún momento en la cuasi profesionalización, en el periodo del Uruguay, que le limitó el disfrute en la cancha? Aunque hay quien dice que en la competición se sufre, más que otra cosa.

Yo no me lo tomo así. Es verdad que en la época del Uruguay fui una de las personas que me vi afectada por el hecho de que viniera tanta gente de fuera con talento. Incluso te entran las dudas de que no vales. Pero bueno, cuando tenía esa pequeña oportunidad, creo que la aprovechaba, independiente de que después tuviera recompensa o no. Yo disfruté mucho de esa época. El año que subimos fue todo muy rápido. Sufrir, sufrir... Es verdad que hay partidos en los que te golean, pero lo importante en aquella época era ser consciente de tus limitaciones. Yo tenía un partido malo, cogía un vuelo para ir a mi casa y a la mañana siguiente debía ir a trabajar. No era lo mismo gente que tenía ocho o 10 sesiones semanales, que yo que disponía de tres o cuarto. No me lo tomaba como un sufrimiento.

¿Le gustaría que sus dos hijos siguieran sus pasos?

Me gustaría, pero sobre todo porque a mí el deporte me ha dado mucho. Ha complementado mi vida personal. Siempre ha sido un alivio para el estrés generado por otras situaciones. Quiero que sean deportistas, si puede ser. Si no, no pasa nada. En estos días, en los que estoy de vacaciones y más en el sur de la Isla, la obsesión que tiene la gente por preguntarme por si el niño la toca o no, yo no la tengo. Como padre, lo que quiero es que sean felices. Si pueden hacer deporte, mejor. El fútbol sala es lo que es a día de hoy, y hay que tener claro que no te resuelve la vida, ni mucho menos. Es una cuestión de disfrute y poco más.

¿Qué papel jugará Jacinto en el fútbol sala tinerfeño los próximos años? ¿Se ve como entrenador, directivo o mero aficionado?

A día de hoy, ya sé lo que voy a hacer, pero no puedo decirlo. No tiene nada que ver con el juego. He recibido llamadas para entrenar, pero me gustaría formarme. Tampoco quiero empezar desde ya. Siempre me ha gustado estar más alejado de la cancha. En Tenerife, los históricos no están, a excepción del Iberia Toscal, que se mantuvo mucho tiempo ausente. Esos equipos desaparecieron, quizás por poca colaboración. Eran equipos unipersonales. Por mi formación y profesión, me gustaría ayudar a que los equipos pudieran sobrevivir. Hay muchos que viven a duras penas, y eso es insostenible. Mi idea es estar alejado de las canchas, aunque relacionado con el fútbol sala.

"El talento es importante, pero el físico es clave"

Mucho ha cambiado la fisonomía de Jacinto Delgado en los últimos tres lustros. Su peso corporal ha tenido una variación de casi 30 kilos menos. Su formación como futbolista ha tenido mucho que ver en un cambio radical. "Cuando empecé, siendo un chico de 17 años, el metabolismo me permitía que no hubiese problemas. Hace 15 o 16 años llegué a pesar 96 kilos. Cuando dejé el Chimisur -2001-, con 80 y pocos kilos, volví al Lety y me encontré a gente que yo admiraba, como Jesús El Niño. Ahí va cambiando tu forma de jugar, vas entendiendo el juego de otra forma: todo va cogiendo relación. Cuando llegué al Realejos, estaba Basilio Labrador de preparador. Él me dio un empujón tremendo. Empecé a darle importancia a la alimentación y a los descansos. Trabajar con él fue un punto de inflexión. Los últimos años he llegado a pesar por debajo de 70 kilos, casi 30 menos. El fútbol sala ha evolucionado de una manera brutal. Hoy en día, el talento es importante, pero el físico es clave para estar a un buen nivel. Todo va más en relación a la evolución mía como jugador, que a decir voy a bajar de peso porque sí. Estoy muy orgulloso de eso", explica un exjugador poco castigado por las lesiones. "La verdad es que he tenido muchísima suerte. Quizá el peor momento fue cuando estábamos en Primera División -Uruguay Tenerife-. Tuve una distensión pequeñita de ligamentos. Me obligó a parar durante unas semanas. Al final, no fue nada grave", rememora Delgado.

Desde 'El Niño', pasando por Corvo, hasta 'El Pana'

Un quinteto de los mejores con los que ha compartido vestuario a lo largo de su vasta trayectoria, y otro con los que jugaría toda la vida a este deporte. "Uf", expresa en primera instancia en relación a la cuestión planteada. "A pesar de todos con los que he jugado, mi portero es Perico. Lo puede poner en los dos quintetos -ríe-. Jesús El Niño es probablemente el mejor cierre con el que he compartido vestuario en toda mi vida. Carlos Corvo -Uruguay Tenerife- era una auténtica locura. Esquerdinha, un brasileño que teníamos en el Muebles Lety, era un escándalo de futbolista. En cualquier caso, para mí, el mejor jugador con el que he estado es Rayco El Pana. Él siempre dice lo mismo de mí. En sus mejores momentos, hacía cosas que no entendía. Era talento puro. Ponía la pelota donde quería. Jugaría toda la vida con Perico, Rayco El Pana, Miguel Ángel Patera y Jesús El Niño. Con ese quinteto iría para todos lados. Jesús me cambió la vida. Me hizo entender que con nada, prácticamente, se podía hacer mucho. Era un competidor absoluto y un compañero brutal", asevera.

El Uruguay Tenerife: del "más que el todo a la nada"

Cuatro años cursó Jacinto Delgado en el fenómeno sociológico que supuso la irrupción del Uruguay Tenerife. Del cielo se pasó al infierno en apenas unas horas, unos días a lo sumo. El 24 de octubre de 2014, su por entonces presidente, Andrés Pedreira, fue detenido por unos presuntos delitos de malversación de caudales públicos y falsedad en documento oficial en la empresa pública Sinpromi, de la que era exdirector financiero.

El sureño reflexiona al efecto. "A nivel deportivo, el fútbol sala insular alcanzó su momento álgido en los últimos 25 años. Fue algo impensable en su día. Nunca he tenido dudas de que todo lo que conseguimos fue en la cancha. Detrás había bastante esfuerzo. Luego, también alcanzamos el punto más bajo porque se nos perdió el respeto. En apenas cuatro años se pasó del todo, o más que el todo, a la nada", argumentó.

En el plano no deportivo, "yo siempre estuve un poco al margen porque mi situación era diferente a la del resto. Tenía mi profesión y desconocía cómo se hacían o no se hacían las cosas. Fue una sorpresa absoluta, a pesar de lo que la gente piense. Resultó un palo muy duro porque fue inesperado".

Delgado se tilda de "superviviente. Estos cuatro años posteriores he luchado mucho por intentar lavar la imagen del juego y de los que estábamos allí en aquel momento. Al final hubo que tirar de jugadores que prácticamente no habían pasado por la Autonómica y se veían jugando en Primera. Hubo mucho cariño en nuestros partidos en la Península. No fue tan difícil de llevar, aunque se sabía que todo tenía una fecha de caducidad. Luchamos por el club e intentamos que se mantuviera en Segunda, pero también fue imposible. Tampoco es algo que me guste mucho recordar. Es una etapa que pasó. Tiene su lado bueno y su lado, desgraciadamente, muy malo", completó Jacinto.