Por una razón o por otra, no son pocas las modalidades deportivas en las que, a día de hoy, la participación femenina sigue siendo residual. Cuota secundaria que suele generar trabas y barreras a quienes se atreven a formar parte de ese colectivo menor: el no tener casi compañeras de entrenamiento, no encontrar frente a quién competir, e incluso el desprecio de aquellos que osan considerar a estas atrevidas como algo raro y hasta un estorbo dentro de su mundo.

Lo sencillo, con el tiempo, decaer y dejarlo. Como lo hace la mayoría fruto de una selección natural de la vida, pero de una manera prematura y no deseada. Algunas, sin embargo, optan por resistirse y poner a prueba sus límites, independientemente del sexo. Es el caso de cuatro tinerfeñas, Adhara Rodríguez (ajedrez), Lorena Gil (tenis de mesa), Andrea Santana (baloncesto en silla de ruedas) y Elena Domínguez (waterpolo), que lejos de sentirse como rara avis en sus respectivos deportes han apretado los dientes para superarse en el día a día. Un afán que ha dado como recompensa no solo una notable progresión individual sino también destacados resultados a nivel nacional y hasta internacional.

El elegir una modalidad deportiva no muy practicada se palia, en edades tempranas, con equipos o torneos individuales de carácter mixto, en los que las féminas, aún siendo minoría, no se sienten extrañas. "Aunque por ejemplo a mí me cuesta más jugar contra chicas que contra chicos, porque no estoy acostumbrada a los agarres del bañador femenino", reconoce Elena, cuya calidad y exigencia diaria le sirvieron para formar parte de la selección española cadete que se proclamó campeona de Europa Sub 15 este verano. "Me atrevería a asegurar que de su año, 2004, no hay otra chica en España que lance tan fuerte como ella", señala Javier Barroso, su entrenador en el Reales de Los Realejos. Andrea, por su parte, vive una situación similar. Es la "única chica en Canarias" que juega en un equipo de baloncesto en silla de ruedas, y pese a "haber ganado en físico a lo largo de estos últimos años", ha comprobado recientemente -en sus primeras incursiones con la selección nacional absoluta- como otras mujeres, en territorio peninsular, "tienen un nivel superior ya que su exigencia diaria, al jugar en la máxima categoría, es mucho mayor".

La normalidad relativa del día a día contrasta, sin embargo, con las dificultades que Andrea y Elena, como jugadoras de equipo mixto, se topan al competir, sobre todo en lo que al uso de los vestuarios se refiere. "En el último Campeonato de España, en Málaga, solo tres de los 24 equipos teníamos una chica, por lo que se vieron obligados a habilitar una zona para nosotras", comenta Domínguez, antes de que Santana apunte otra particularidad: "Yo suelo entrar antes y luego lo hacen mis compañeros. Al principio fue una situación que me costó mucho porque había hombres que no toleraban que una mujer estuviera en el mismo equipo, pero eso cambió poco a poco", relata Andrea, que se ha fijado como, "en las demás canchas, las chicas de los otros equipos ya van vestidas desde su casa".

De las cuatro es Lorena la que más se ha tenido que buscar la vida para no ver frenada, por ser fémina, una trayectoria casi meteórica. Paradójicamente, a mayor calidad, más obstáculos a salvar. Y es que Gil ha visto como prácticamente "no hay chicas" de su nivel con las que entrenar a diario, viéndose obligada a hacerlo "con hombres", y de manera intermitente. Escasez de efectivos de su género que va de la mano con una regla -federativa- de corte que impide a ellas competir en masculino "a partir de Segunda". Panorama casi desolador con dos únicas alternativas, "cansarte y dejarlo" como apunta su madre Nuria, o bien apostar en grande. Lorena y su familia han decidido tomar el segundo de los caminos, primero "comprando una acción" de un club social "para que pudiera entrenarse con regularidad" y ahora ayudándola a salir de casa "gracias a una beca" que le permitirá "aumentar su nivel diario". "Entrar en la selección española" Sub 18 es uno de sus grandes objetivos, aunque sin olvidar, como recalca su progenitora, que "el deporte es calidad de vida y crea valores; le permitirá viajar, y convertirse en una persona ordenada".

Por contra, la que quizá mejor lleve esta particularidad sea Ahdara, favorecida por una reciente reglamentación que "obliga a que en las competiciones nacionales al menos haya una mujer del total de cinco tableros", según explica su entrenador José Luis Fernández. Una ventana a la igualdad que ha ayudado a no frenarse a una joven que desde los ocho años es asidua a campeonatos de España, y que resiste entre esa minoría de féminas que también se vive en el ajedrez, "pese a que en las edades más jóvenes no hay apenas diferencias". "Quizá los resultados ayudan para seguir en esto", comenta la joven, que ya ha sido campeona absoluta (incluyendo masculino y femenino) de su edad (Sub 16), amén de sumar habituales triunfos contra rivales más veteranos. Una escalada progresiva en el ránking ELO, "pese a su falta de esfuerzo en el trabajo diario" como reconoce su preparador, que le han hecho acreedora, esta misma semana, del título de maestra FIDE, otorgado por la Federación Internacional.

Cuatro casos especiales, casi únicos, de jóvenes que han antepuesto sus ganas de hacer deporte -y acabar triunfando- a tirar la toalla por sentirse raras en un universo masculino. Son, sin quererlo, el espejo para muchas otras niñas que pudieran sentirse extrañas al hacer algo que también les apasiona.

Salir fuera de las Islas, el mejor camino a medio o largo plazo

El de Lorena Gil es el caso más claro de la necesidad de emigrar de las Islas al que se ven abocadas estas chicas en minoría para mantener intacta su progresión. La jugadora de tenis de mesa ya ha pertenecido a un par de clubes peninsulares, y ahora da un paso más al trasladarse a un centro de alto rendimiento en Córdoba. "Allí podré entrenarme a diario y creo que mejoraré en muchas cosas", reconoce. También han podido salir Elena, Andrea y hasta Adhara. La primera, de hecho, probó el año pasado con el CN Catalunya, "pero estar lejos de la familia y el catalán me echaron hacia atrás", admite, sin cerrar las puertas a volverlo a intentar "cuando vaya a la universidad". La baloncestista ha vivido un caso similar, "con alguna oferta", pero por ahora prefiere quedarse. Tampoco le han faltado ofrecimientos a Rodríguez, en especial desde que se obligó a los equipos en Primera a tener al menos a una mujer en las competiciones.