Benito Joanet Giménez (Esplugas de Llobregat, Barcelona, 15 de septiembre de 1935) pasó a la historia del CD Tenerife como el entrenador que devolvía al equipo a Primera 37 años después, abriendo con esa hazaña la época más dorada de su historia. A sus 83 años, vive en Alicante después de superar un cáncer de pulmón hace algunos años. Todavía ve fútbol y recuerda "con detalles" su estancia en la Isla.

¿Qué se le viene a la cabeza cuando piensa en aquel año?

Es un recuerdo muy grato. No se puede olvidar uno de esa fecha por lo especial que fue. Aquellos días, desde la ida en el Heliodoro a la vuelta en Sevilla. Yo es que me sentí siempre muy querido y, al final, realizado por el logro.

Aquel ascenso fue histórico.

Mira que yo había vivido anteriormente un ascenso con el Cádiz y luego otro posterior con el Castellón. Pero el de la Isla fue estupendo. Logramos los puntos necesarios para jugar la promoción porque éramos un equipo muy difícil, contra el que costaba jugar. Aquello fue mérito de la plantilla, que fue muy profesional y se entregó al máximo.

Pero el objetivo, en verano, no era dar el salto de categoría.

Nadie me dijo que fuera el ascenso el objetivo, pero tampoco que no. Nosotros queríamos puntuar siempre en casa, ser profesionales y ser un equipo difícil de batir fuera. Y lo logramos.

¿Qué recuerda de aquel 4-0 en el Tenerife-Betis?

Recuerdo que ellos tenían una plantilla llena de internacionales, de gente con experiencia. Incluso se decía que habían fichado a Luis Aragonés para el siguiente año. Para nosotros, era una promoción muy difícil e incluso recuerdo que tuvimos algún contratiempo en la concentración en la víspera. Pero al día siguiente los jugadores estaban como un clavo en el entrenamiento. El partido no fue fácil. Marcarle cuatro goles a Pumpido, que era el portero de la Argentina campeona del mundo en 1986, tuvo mucho mérito.

¿Dónde estuvo la clave?

En que les plantamos cara, no nos dejamos avasallar por ellos. Los goles fueron fruto del trabajo, de la entrega y de lo que veníamos haciendo toda el año. Marcó Rommel de cabeza, que era normal y recuerdo que también lo hizo El-Ghareff. Él no iba a jugar aquella promoción porque se marchaba con la selección para jugar un partido internacional, pero hicimos fuerza para que se quedara y mira lo importante que fue luego.

Ustedes no se terminaron de ver en Primera hasta la vuelta.

Nunca lo vimos posible. Es verdad que tuvimos una racha muy buena y nos metimos arriba. Pero casi al final perdimos en casa con el Burgos, que estaba luchando por la permanencia. Recuerdo que ese día hasta fallamos un penalti. Ahí se puso muy difícil. Tuvimos que ir a puntuar fuera de casa.

Contra el Castilla.

Ese día no puse a Toño Hernández, pero luego entró y me dedicó el gol. Fue un tiro desde fuera del área. Salió corriendo hacia el banquillo y nos dimos un abrazo.

Él dice que usted no sabía si lo iba a abrazar o a reprocharle que lo pusiera como titular.

Jajaja, no no. Toño era uno de esos grandes profesionales que tuve en ese equipo inolvidable. Mentiría si hablara mal de alguno.

Otro muy importante fue Rommel, tristemente fallecido después.

Nuestro goleador, un chico muy humilde. Me afectó mucho su muerte. Fui a Albacete al funeral. Fue una desgracia su pérdida.

¿Se sentía usted muy querido por la afición?

Siempre me sentí muy querido. Fíjese que alguna vez, si tenía que coger un taxi, no me cobraban. Me pedían un autógrafo para el hijo o el nieto del taxista y no me dejaban pagar. Recuerdo incluso una anécdota: había dos partidos fuera de casa y prometí que, si ganábamos los dos, iba a hacer una excursión a pie hasta Candelaria. Resulta que conseguimos los cuatro puntos, porque en aquella época la victoria valía dos, y tuve que cumplir. El martes, después del entrenamiento, me puse mis zapatillas y mi vaquero y salí caminando.

Y sin embargo usted rechazó la oferta de renovación.

Es uno de esos errores que uno comete. Te das cuenta pasados los años. Pero en aquel momento no podía quedarme.No me consideré apto para reformar la plantilla. Era necesario, pero a mí me daba pena prescindir de ellos, para que llegaran otros con más nombre, porque les tenía mucho cariño y respeto.

Ni Javier Pérez le convenció.

Aquel era un hombre encantador, que le daba confianza al entrenador, un genio.

¿Cómo vivió los años posteriores del Tenerife? ¿Se sintió partícipe de aquellos éxitos?

De alguna forma sí. Recuerdo muy bien aquellos años. Cuando llegó Jorge Valdano había dudas y yo opiné que nadie podía dudar de sus vivencias como campeón del mundo y jugador de Real Madrid. Fueron años dorados y disfruté mucho.

¿Sigue viendo algo de fútbol? ¿Se fija en el Tenerife?

Ahora menos, pero algo veo. Visitar los campos ya no, pero sí que estoy pendiente y deseando que el Tenerife vuelva a Primera División.