El Heliodoro despide con buen semblante una de sus peores temporadas. La emotiva ceremonia convocada para decirle adiós a Raúl Cámara y a Jorge Sáenz deja un sabor agradable. Eso, y ganar, porque ganar siempre gusta, aunque sea en un partido sin premio, como el de ayer.

Del adiós de Raúl y Jorge hay detalle amplio en estas páginas, pero su despedida trasciende al capítulo de incidencias. Uno, el central, representa el futuro y simboliza el trabajo de formación de la casa. El otro, el lateral, ha sido una bendición para el club, como lo son Carlos Ruiz y Aitor Sanz, tinerfeñistas hechos a la causa, garantes de la integridad del grupo en los buenos y en los duros momentos. Con el cerrado aplauso de ayer cuando fue sustituido, a Cámara se le reconocía mucho más que su abnegado trabajo como lateral derecho, que en sí mismo no fue poca cosa.

Raúl lució el brazalete ayer hasta que recibió un golpe de Lasure y tuvo que ser sustituido. Cojeando de manera ostensible, se tiró dos veces al ataque y pidió el balón para, cabe suponer, intentar despedirse con un gol -solo marcó uno en este equipo-, pero sus compañeros no le vieron. Sus lágrimas de camino a la banda concitaron los focos y dejaron casi sin nada de peso el argumento del partido.

Habrá que contar que pasaron cosas en el campo, en medio de un partido abierto de área a área y con pocas concesiones en las zonas de remate. El Zaragoza hizo 15 minutos de ritmo muy bueno al principio, pero se encontró con la inspiración del debutante, en Liga, Ángel Galván, que hizo una doble parada impresionante en el minuto 3. Poco a poco, el Tenerife fue encontrando salida y empezó a correr. Tras un córner, Jorge probó de cabeza, por primera vez, a Ratón, que se lució con una buena estirada para evitar el gol (27'). Hasta el descanso, hubo intercambio en las áreas. Ángel frustró a Soro (37') y, en el otro lado, Ratón evitó que Nano culminara una buena contra que había conducido Naranjo (40'). Fue una primera parte entretenida, desapasionada, limpia, pero amena, con cierto protagonismo de los porteros. El Zaragoza descansa mucho su juego -cabe suponer que el próximo proyecto se basará en la misma idea-, en la segunda línea avanzada, la de sus cuatro enganches ofensivos (4-1-4-1). Cuando la pelota les llegó a ellos en ventaja, obligaron al Tenerife a cerrar mucho por dentro para evitar que filtraran pases. Los dos centrales de la primera parte, y los de la segunda (ya con Carlos Ruiz en lugar de Alberto), taparon media docena de disparos. Cuando no, apareció Ángel Galván, que tuvo su partido de gloria para sorpresa de muchos descreídos.

Las fases en las que el Tenerife estuvo por encima basó su dominio en anticiparse a esa línea de cuatro de los maños. Así, encontró campo para desplegar y correr, guiado por el criterio de Luis Milla.

Muy pronto, en una segunda parte que los blanquiazules empezaron más activos, llegó el único gol. La pareja que crearon Milla y Jorge en este tipo de jugadas ha terminado por cundir. El madrileño sacó un córner al centro del área, Jorge prolongó y Nano acabó por meterla dentro. Fue el premio a la mayor mordiente de los locales.

Del largo tramo que siguió hasta el fina, cabe resaltar las acciones de juego posicional de los de Víctor Fernández, en especial desde que Pep Biel entró para darle mayor presencia a su ataque, y las claras opciones del Tenerife en el contragolpe. El citado Biel acarició el empate cuando su lanzamiento de falta fue devuelto por el poste de la meta de un Ángel batido. Fue en el minuto 65'. Antes, Nano había hecho recordar su mejor versión, aquella que le ayudó a firmar 14 dianas: enganchó un balón en mitad de campo y se echó al monte, solo por contra los centrales, cambió de dirección y de ritmo a mitad de la carrera, desbordó y se plantó ante Ratón, que con una mano mandó a córner su disparo (50'). Lo mejor de Nano en esta aciaga temporada fue la penúltima opción del Tenerife de marcar. Todavía le quedó a medias entre Naranjo, que pifió su disparo a bocajarro (78') y Tyronne.

La impotencia de los visitantes en su intento de empatar, el carrusel de cambios de ambos equipos, los detalles de clase de Alberto Soro, -un hábil exterior que probablemente va a sonar mucho en el futuro-, y los repetidos cánticos pidiendo dimisiones al Palco, cerraron el partido con el que se baja el telón de una temporada que deja muchos señalados, profundas enseñanzas y algunas sentidas emociones.