La peor despedida posible. El Iberostar Tenerife dijo adiós a la temporada con una derrota triste, un tropiezo tan doloroso como enervante, frente a un rival -el Fuenlabrada- que no se jugaba nada y con la baja de dos de sus titulares (Rowland y Kravtsov), pero que acabó convirtiendo a los aurinegros en invitados de lujo a su particular festín en la retirada de Popovic, paradójicamente el ejecutor final de los de Vidorreta con un triple desde nueve metros. Pero esos tres puntos no justifican ni resumen lo de ayer por parte del cuadro canarista. Y es que los laguneros, pese a arrancar como una moto (10-22), se dedicaron a sestear insultantemente pasando a su adversario el testigo de la necesidad y la intensidad. Esos ingredientes que casi nunca los mostraron los isleños ni para cerrar su propio rebote (incluso tras tiro libre) ni para ponerle las piernas suficientes atrás con las que evitar faltas absurdas (algunas culminadas en un 2+1), ni la garra necesaria para frenar numerosas penetraciones hasta la cocina como si la cosa no fuera con ellos. Ayer, en el día en el que debía poner de manifiesto su mejor versión, el Iberostar Tenerife fue una caricatura de sí mismo. En defensa y en ataque. Al inicio, durante el discurrir, y en el epílogo del choque. Un notorio debe que, en un choque sin capacidad de enmienda, deja sin playoff a los aurinegros.

Antes del desastre, en la puesta en escena, el Iberostar sí hizo los deberes, siendo vertical, corriendo y también mostrándose enormemente acertado en el tiro exterior (4/4). Así, los isleños dieron su primera cachetada con un 5-15, renta que incluso aumentaron tras un rebote ofensivo y canasta de Bassas (10-22, 9’). Poco importaba que Brussino e Iverson sumaran ya dos faltas, o que el Fuenla estuviera haciendo mucho daño en el rebote ofensivo. Pero quizá confiado con lo sencillo que resultó el arranque, el Iberostar comenzó a evidenciar una preocupante pasividad. Para permitir que Eyenga penetrara y para hacer posibles sencillos tiros exteriores con los que los locales obraron un parcial de 16-4 (29-28). Sin actitud en defensa, los tinerfeños comenzaron a mostrarse erráticos delante, hasta el punto de que solo anotaron seis puntos en más de siete minutos.

En el primer momento delicado Niang, Beirán y, en menor medida, Iverson, fueron la tabla de salvación para recobrar la delantera primero (31-36), y para mantenerla ya en el arranque de la segunda mitad (38-43). Pero como había ocurrido previamente, el Iberostar desconectó por completo. Bajó los brazos y permitió a los madrileños canastas de patio de colegio, incluso debajo del aro. Y si no, el regalo extra llegaba en forma de rebote ofensivo. Hasta 14 habían rascado los de Cuspinera en el minuto 30. El resultado del desatino canarista fue un 13-0 (51-43, 27’) que los isleños solo acertaron a frenar metiéndose en un intercambio de canastas (64-55, 32’). Eso sí, con la más absoluta sensación de andar perdidos sobre el parqué del Fernando Martín. Vidorreta trató de buscar soluciones jugando sin un cinco puro, con White de base y con la ya habitual dupla Brussino-Beirán en el perímetro. Pero el playoff se le seguía yendo de entre las manos a los laguneros

A la enésima probatura el Iberostar pareció recuperar algo de mordiente atrás, mientras que delante encontró a Abromaitis, Iverson, Brussino y Bassas, que obraron la igualada a 66 primero y a 71 después. Sin embargo, la enésima bajada de brazos (dos balances defensivos insultantes), un par de malas selecciones en el tiro, y tratar de defender con la vista una penetración, casi caminando, de Cruz, pusieron contra las cuerdas (75-73) a los aurinegros, solo rescatados por una canasta sobre la bocina de Beirán (75-75). Ese subidón de adrenalina pareció el definitivo, puesto que los canaristas alargaron el parcial hasta el 0-7 en el inicio de la prórroga (75-80).

Ahora sí, el cuadro lagunero tenía pie y medio en la postemporada. Solo un espejismo, puesto que los aurinegros se empeñaron en reeditar todos sus errores previos. En un aro dejaron tirar solo a Rupnik y permitieron penetrar hasta la cocina a Cruz; y en el otro -Abromaitis, San Miguel y Brussino- no estuvieron atinados en el triple (5/23 desde el 4/4 inicial), y además se estorbaron en el rebote de ataque (84-82). Tras su enésimo error -con 40 segundos por delante- los isleños apretaron atrás, pero en el último esfuerzo, y como capítulo final de su particular despropósito, dejaron que Popovic se despidiera a lo grande con un triple de nueve metros con el que daba la puntilla a los aurinegros (87-82). O a ese equipo que ayer decía llamarse Iberostar Tenerife y supuestamente se jugaba la vida.