El Tenerife está descompuesto, desarmado en lo táctico y hundido en lo anímico, con enormes carencias individuales y notables agujeros en su conducta colectiva. Todo eso es una obviedad, pero también lo es que depende de si mismo para salvarse.Hay dos caminos posibles: el de la rendición o el de la rebeldía. El paso de los días tiene que ayudar a transformar esta situación en un reto en el que se puede implicar todo el que quiera, pero no cabe ninguna duda de que la salvación del Tenerife pasa por ganar, al menos, los dos partidos de casa. Y esa es una tarea de todos. De los que tienen culpas (los de dentro) y de los que no (los de fuera).