Otro partido para hacer historia. Otra ocasión para tocar el cielo. El Iberostar Tenerife se cita esta tarde con un nuevo reto mayúsculo, el de hacerse, en poco más de dos años naturales, con su segunda Basketball Champions League. Un éxito casi inimaginable hace solo unas temporadas pero que el club tinerfeño ha convertido casi en una costumbre. Meterse en Copa y en playoff de la Liga Endesa, ganar la Champions y luego la Intercontinental, y ahora de nuevo tener la opción de reinar en la competición europea auspiciada por la FIBA de mayor relevancia. Una posibilidad que se le plantea a los canaristas tras una fase regular casi inmaculada, dos rondas eliminatorias en las que los laguneros fueron de menos a más, y una semifinal, la del viernes contra el Antwerp, donde a los isleños les costó arrancar para luego ya ser imparables según avanzaron los minutos. Hoy, el último escollo lo representa una Virtus de Bolonia, otrora dominante en el continente y que de la mano de una plantilla con talento y Sasha Djordjevic en el banco, aspira a recuperar el lustre pasado.

Con la motivación que supuso ganar el viernes con autoridad al Antwerp, el Iberostar también debe tomar como espejo el duelo de semifinales para saber qué no puede repetir si desea aspirar al título. Y lo prohibido no es otra cosa que el pobre arranque firmado contra los belgas, una puesta en escena en la que los isleños no tuvieron claridad de ideas en el cinco contra cinco, cometieron muchas más pérdidas de las debidas, dejaron que su oponente corriera y, además, se mostraron muy vulnerables en el rebote de su propio aro. Repetir esta salida hoy, frente a un rival mucho más curtido, es casi sinónimo de derrota. El Bamberg así lo sufrió en semis (22-11) y ya nunca pudo recuperarse.

Pero al margen de iniciar el duelo centrado, bien haría el Iberostar Tenerife si logra repetir uno de los factores que están siendo desequilibrantes, a su favor, en los encuentros más recientes: la aportación colectiva. Así, contra el Joventut, los 11 jugadores que saltaron a la cancha anotaron como mínimo cuatro puntos. El viernes, la historia fue casi similar, ya que hasta 10 de los aurinegros aportaron al menos una canasta en juego. Nada menos que 39 de los 70 puntos llegaron de los hombres que partieron desde el banco. Ese fondo de armario, definidor frente a otros rivales, baja hoy de categoría a necesario para hacer frente a los poderes de la Virtus.

Dentro de este abanico de recursos, y con el puesto de dos parcheado según la situación, Vidorreta se encontró el viernes con un regalo casi inesperado, el de la aportación de Petit Niang, casi inédito en las últimas semanas, y que contra el Antwerp rescató su mejor versión para ser solvente cerca del aro, contundente en el rebote e intimidador en defensa. Una opción más, junto con Sebas Saiz, para dar minutos de calidad en los descansos de Colton Iverson, el faro interior de los laguneros y que hoy podría tener un duro envite tanto con Yanick Moreira como con Dejan Kravic, este último uno de los factores claves para vencer al Bamberg.

Pero más allá de tener a su disposición el máximo de opciones ofensivas posibles, la mayor ocupación de Vidorreta pasa porque los suyos repitan la mejor versión en sus prestaciones defensivas. Las mismas que se vieron en los 27 o 28 minutos finales del duelo contra el Antwerp. Eso sí, con la salvedad de que dicha exposición debe ser aún más continuada y prolongada frente a un rival con un poderoso arsenal ofensivo. Y es que la Virtus marcha como el cuarto equipo en anotación en esta BCL, con casi 83 puntos de media. Una producción en la que mucho tiene que ver el escolta Kevin Punter, que mete más de 15 tantos por duelo. Nuevo trabajo extra, con total seguridad, para Rodrigo San Miguel, que de vuelta a su máximo punto de forma se convierte en el mejor exponente de la solidez defensiva canarista. En la calidad y eficacia de su empeño se comenzará a construir la segunda Champions para este Iberostar Tenerife.

La ventaja de jugar sin un escolta puro

En la semifinal del viernes Txus Vidorreta volvió a tirar de un recurso que recientemente le está dando bastantes réditos: el de jugar sin un escolta puro. Dado que ni Nico Richotti, ni Davin White ni Lucca Staiger están ofreciendo un rendimiento regular, el preparador bilbaíno se agarra a otras opciones. La primera de ellas, hacer coincidir en cancha a Brussino y a Beirán, ejerciendo el argentino como falso escolta y dotando al equipo de más presencia en el rebote y más amenaza exterior. Tal situación se dio frente al Antwerp durante 13 minutos y 10 segundos. La segunda alternativa es la de poner en escena a la pareja Bassas-San Miguel, un supuesto que contra los belgas se produjo durante 3'31". A grandes males, grandes soluciones.