La reconversión

En el acto de presentación como jugador de la UD Las Palmas, Maikel Mesa ya dejó la primera de sus perlas: "El Tenerife es un club que me da un poco igual". Su sorprendente sentencia tuvo continuidad casi en cada aparición pública del futbolista amarillo, aunque siempre hubo una segunda parte no tan presente en los titulares: "Soy canario y no le deseo ningún mal, evidentemente. Pero me identifico con la Unión Deportiva de verdad".

Amarillo desde siempre

"Me siento amarillo desde siempre", dijo en una entrevista posterior. Entonces explicó que hubo interés "desde siempre" y que llegaba a Las Palmas "para jugar en Primera" y hasta seguir toda su carrera en el club porque tenía "tres años de contrato" y deseaba cumplirlos.

Volver al Heliodoro

En otra ocasión, Maikel se refirió al derbi. "Está claro que existe esa rivalidad entre islas, y mientras sea sana será buena", dijo inicialmente regateando incluso ante la pregunta de si le motivaba especialmente volver al Heliodoro. "Ganas tengo de jugar en Tenerife y en los otros 21 estadios", comentó otorgando un significado especial a Tenerife por "familia, amigos y demás". Por eso, es un campo que tenía "marcado en rojo". La bola siguió creciendo y a Maikel, que visita su isla con frecuencia, llegó a tomar una decisión drástica: "Prefiero no hablar del Tenerife".

Maikel llegó. Aquel equipo alevín del Tenerife, en 2000, con David Rodríguez al frente, reunía un puñado de expectativas para el fútbol profesional. Seguramente que su mediocentro, el niño bajito, especialista en la disputa y muy elástico, no era el que más llamaba la atención. Pero la formación de un futbolista no solo pone a prueba las virtudes que saltan a la vista, también la resistencia al desaliento, la constancia, la tenacidad. Maikel, que se ha visto exigido a responder a pruebas vitales de máxima crudeza, ha recorrido en silencio un camino muy duro. La meta de aquel niño menudo de desempeño incansable, que hacía pareja con Alexis de Paz en el campo de María Jiménez, consistía en ser futbolista profesional. Lo ha conseguido.

La versión pública de Maikel reivindicando sus actuales colores es el resultado de su propio recorrido. Debajo de la camiseta amarilla hay un corazón que se ilusionó con triunfar en el Tenerife. Compartió cuatro años plagados de éxitos ?campeones de Tenerife alevines, de infantiles y de cadetes?, de goleadas, de títulos, de récords, con una plantilla en ensueño, llamada a suministrar al primer equipo de forma notable. Pero en el primer gran corte, el club de sus amores lo descartó. El paso atrás no fue un trago fácil. Se marchó solo al Laguna, bajó por necesidad sus expectativas colectivas, pero seguramente en su fuero interno habrá reaccionado contra el desánimo. Como tantas otras veces en otras tantas situaciones...

El Laguna le dio la continuidad sobre la que construyó un cambio asombroso. También físico, porque dio un estirón sorprendente. El mediocentro bajito de María Jiménez alcanzó el 1,88 de estatura y añadió a su juego variantes muy llamativas, como el recorrido, la coordinación en los remates, su determinación para convertirse en un gran llegador. Tanto que, en ese énfasis por buscar el gol, ha abandonado un poco la esencia de mediocentro puro para convertirse en un futbolista de entre líneas, más completo, más poderoso, pero con un encaje relativo según en qué sistema.

Lo cierto es que, como volante por delante de la defensa, Maikel ya fue máximo goleador en el Laguna, antes de dar el salto a Osasuna, a donde llegó tras una experiencia en Guijuelo, tan corta como tormentosa. La resiliencia de la que hablamos fue el asidero en las épocas grises de su estancia en Pamplona, con el Promesas, y en su cesión al Racing de Ferrol. Volvió a Osasuna y siguió luchando. El 1 de junio de 2013 hizo su debut en Primera, sustituyendo a Silva en el minuto 78 ante el Real Madrid en el Bernabéu, de la mano de Mendilíbar. Aquello fue un aperitivo de lo que le depararía el futuro como jugador rojillo. Un gol suyo impulso a Osasuna al ascenso. Pero como un deja vu más, Enrique Martín no contó con él para compartir las mieles de la élite. Otro paso atrás para coger impulso, en Miranda de Ebro. Sus goles le valieron un buen contrato en Tarragona, a donde llegó hecho un jugador consolidado. La llamada de Las Palmas fue una invitación a recuperar el sueño de niño en su casa de Finca España. Ahora de amarillo.