El protagonismo en los equipos que dejan huella, -como creo que será este Tenerife-, suele recaer en tres o cuatro grandes elegidos, aquellos que acaban marcando la diferencia en la temporada. En el elenco de buenos jugadores que alimentan la idea de Etxeberria, los hay rutilantes, como Longo o Villar, abnegados merecedores del elogio al peón esencial, como Alberto, o los laterales, o los centrales, y otros, que tienen un papel especial, por diferente, en el reparto de la obra. Ahí está el lugar de Álex Mula. No es el Nino ni el Alfaro de este equipazo, pero está en un escalón estelar.

Etxeberria tiene un plan: la defensa colectiva, intensa y lo más avanzada posible. Le funciona por la presión que hacen por dentro (Bryan y luego Alberto), pero esencialmente por cómo cierra los costados. Mula en esa tarea no tiene precio. Es el dueño de toda la banda, defensiva (se harta de hacer recuperaciones) y ofensiva, le niega la salida a los rivales por fuera y los ataca con su velocidad y su buen pie para rematar (el derecho) y para centrar (el izquierdo). Llegó medio tapado y Martí (su cese) lo dejó en segundo plano, pero un tipo así acaba explotando.