Ciclismo

Primoz Roglic, Wout van Aert, Filippo Ganna… toda la élite del ciclismo quiere una foto hecha por este tinerfeño

Ajona Díaz Spínola no necesita credenciales ni flashes: solo su moto, una cámara y el amor por el deporte para capturar a los campeones que entrenan en el Teide

Primoz Roglic y Ajona Díaz.

Primoz Roglic y Ajona Díaz. / Ajona Díaz

Bruno Sánchez

Bruno Sánchez

Santa Cruz de Tenerife

Por algún rincón del Teide, cuando los campeones del ciclismo forjan su temporada pedaleando entre curvas volcánicas, hay un tinerfeño que, con la cámara al hombro y el instinto afinado, aguarda el momento justo para capturar la mejor instantánea. No busca fama, ni reconocimiento, ni dinero. Solo una foto. Una buena. Una que cuente una historia. Ese tipo es Ajona Díaz Spínola, el arafero que, a través de su objetivo, captura a algunos de los mejores del mundo: Wout van Aert, Primoz Roglic, Filippo Ganna, Jasper Philipsen, Romain Bardet o Carlos Verona, entre otros muchos.

Todo empieza como florecen muchas de las pasiones que terminan por esculpir una vida: por casualidad y por amor. Amor al ciclismo, al Teide y, sobre todo, a su hijo. «El chiquillo ahora tiene 15 años… pues no sé, ponle que con siete, con ocho empieza todo esto», recuerda Ajona. Aquel ritual entrañable de padre e hijo subiendo al Teide a ver entrenar a los campeones fue el germen de una aventura inesperada: «Tú ibas, te echabas la excursión, tomabas un café y, cuando sabías que estaba esta gente por aquí… intentabas hacerles una foto».

Un ritual entrañable

Durante cinco o seis años, las visitas eran solo eso: una excusa para pasar tiempo juntos y admirar de cerca el mundo del ciclismo profesional. Pero el ojo inquieto de Ajona empezaba a entrenarse sin saberlo. «Siempre me había gustado un poco la fotografía, pero nunca había tenido equipo», cuenta. Usaba el móvil, «buscando el ángulo».

Hasta que, hace dos años, algo cambió. «Me dio por pillarme un equipito», dice. Compró una cámara de segunda mano y empezó a hacer algo más que capturar instantes: comenzó a construir un relato. De ahí a que su afición se volviera una forma de vida.

Tiesj Benoot y Wout van Aert.

Tiesj Benoot y Wout van Aert. / Ajona Díaz

El retrato típico de Ajona no aparece en ningún selfie. Es él, sobre su moto, con la cámara colgada al cuello, esperando en alguna curva. El Teide es su estudio fotográfico, su refugio, su punto de encuentro con los campeones. «Yo subía una o dos veces por semana cuando podía… Me tomo un café y vuelvo a bajar, aunque sean dos horas. Es mi distracción», cuenta sobre el techo de España, ese lugar «impresionante» donde «ellos –los ciclistas– están y es más fácil pillarles».

Esa frase resume bien la lógica de su método: estar donde están los ciclistas. No hay sesiones pactadas con meses de antelación. Hay rutas conocidas, algo de coordinación por Instagram y mucho instinto. Ajona ya sabe que «más que el momento, son los sitios». Las curvas con mejor fondo, la luz justa, el encuadre perfecto. Lo demás se lo deja a la improvisación. «Ya más o menos sabes: mira, esto con este fondo… Ya sabes tú más o menos. Siempre no sale, pero tienes la idea de lo que quieres tirar», explica. 

Guillem Cassu, Juanpe López, Aleix Espargaró y Carlos Verona.

Guillem Cassu, Juanpe López, Aleix Espargaró y Carlos Verona. / Ajona Díaz

Su clave está en dar, y no en pedir. Desde la generosidad, Ajona ha encontrado su forma de entrar en el mundo del deporte profesional. «Soy yo el que me pongo en contacto con ellos», aclara. No pide nada. Solo ofrece. Envía sus fotos como regalo, sin esperar retribución. «Es un hobby, yo no cobro nada… si te interesa, pues bien», comenta. Y esa filosofía es la que le ha abierto puertas que jamás imaginó. De enviar imágenes por Instagram ha pasado a forjar amistades con ciclistas de talla mundial como Carlos Verona, Juanpe López o Aleix Espargaró.

Este último, piloto profesional de motociclismo –ganador de tres pruebas de MotoGP– es también un apasionado del ciclismo. Asiduo a entrenar en la Isla desde hace años, Espargaró suele pasar parte de sus vacaciones sobre la bicicleta antes incluso de arrancar la temporada. Su vínculo con el pedal es tal que, tras anunciar su retirada del motociclismo, pasó a formar parte del equipo de desarrollo del Lidl-Trek, con el que sigue vinculado pese a su reciente reaparición puntual en MotoGP.

Una relación nacida por casualidad con Carlos Verona

Una de esas relaciones de Ajona nació, como tantas otras cosas en su vida, por azar: «En Arafo me encontré con Carlos Verona. Paré y le disparé cuatro fotos. Se las envié por Instagram. Y me dice: Oye, ¿te atreves a hacerme un trasmoto?».

Ese trasmoto marcaría un antes y un después. Desde entonces, el arafero ha acompañado a Verona en varios entrenamientos. La confianza que transmite, su humildad y su forma natural de estar sin molestar convierten a Ajona en una figura silenciosa pero sin igual en el paisaje deportivo de la Isla.

No es profesional

El sureño insiste en que no es profesional. No lo dice con modestia, sino con honestidad. Y, sin embargo, su trabajo ya ha traspasado las fronteras del hobby. «Con el tiempo nos hemos hecho un pequeño hueco en el deporte local, sobre todo en el ciclismo», admite.

Ha fotografiado a equipos de la Isla, ha seguido carreras locales, también ha cubierto pruebas de automovilismo por su cuenta –incluso viajó a Gran Canaria para retratar el World Rally Car– y, recientemente, ha empezado a recibir reconocimiento incluso fuera de España. «Ayer mismo me publicaron en una revista italiana unas fotos que le saqué a unas chicas la semana pasada», señala.

Primoz Roglic.

Primoz Roglic. / Ajona Díaz

También le han propuesto asistir a eventos de mayor renombre, como la Clásica de Andorra, que se celebra hoy, a la que acude por cortesía del propio Carlos Verona. «Me invitó a meternos en carrera y a vivir un poco aquello desde dentro», cuenta.

Pero Ajona no busca dedicarse profesionalmente a esto. «Sinceramente, no me lo he planteado… ojalá mi hijo llegue a un momento que tenga más tiempo y si le gusta, puede ser. Yo para mí, no me lo planteo», reconoce. Eso sí, tampoco «tenía ninguna intención hace dos años de hacer lo que ha hecho». Por eso no hace planes a largo plazo, ni se imagina dejando su trabajo para recorrer Europa con una cámara. Pero hay algo que sí tiene claro. Mientras pueda, seguirá subiendo al Teide. Y cuando la Vuelta a España regrese a Tenerife –como ocurrirá el próximo año, 38 años después–, no faltará a la cita. Él mismo asegura: «Estaré allí». 

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