Fútbol canario

Retirada con honores para Raúl Barcos, emblema y capitán del Puerto Cruz

Sus galones, liderazgo y pasión por la pelota hallaron reconocimiento unánime hace solo unos días en su adiós en el campo de El Peñón: su carrera acaba ahí donde también empezó

Un momento de la despedida a Raúl.

Un momento de la despedida a Raúl. / El Día

Manoj Daswani

Manoj Daswani

Puerto de la Cruz

Jugó en la cantera de los dos representativos, acarició el sueño de subir al primer equipo del CD Tenerife cuando lo hicieron Ángel y Ricardo, estuvo en la lista y los pensamientos de Amaral, salió a la Península cuando aún era casi un atrevimiento para muchos futbolistas canarios, hizo carrera de quilates en la extinta Segunda B y volvió a las Islas para levantar títulos como la Heliodoro (con el Mensajero), para sentar cátedra azul con el último Marino de bronce y cerrar su singladura con honores en el Puerto Cruz de su vida, el equipo de su padre, vitoreado por sus compañeros y amigos, honrado por quienes seguirán su legado blanco en el equipo del que ya es historia.

Raúl Pérez Barcos pone a una carrera tan intensa como feliz, que le deja amigos de verdad –como los que confiaron en su inocencia cuando un acta arbitral casi consigue arruinar su reputación como futbolista, hace ahora tres años– y le granjeó también enemigos (solo en el verde) que ahora reconocen su admiración ante un futbolista como no hubo muchos más en su generación del 85. Por su talento, sí, tambiénpor cómo lo vivía. «El adiós fue especial», afirma mientras reconstruye el día de brotar todas las emociones. «Sentí una mezcla de sentimientos y sorpresa porque no me esperaba el homenaje que me habían preparado. Para mí fue un final perfecto rodeado de familia y amigos. Terminar en mi equipo y en El Peñón era cerrar el círculo como siempre soñé», revela.

Barcos lo deja «porque uno se va haciendo mayor y el cuerpo empieza a enviar señales». Aunque todavía se siente bien físicamente y ha sido competitivo hasta el último día, su decisión de colgar las botas ha sido para quedarsecon una buena imagen de sí mismo. La que ofreció hasta el final en su última temporada en el Puerto, la misma en la que conoció la mejor noticia de su vida(va a ser padre en agosto) y la que acabó en alto con un reconocimiento unánime, sincero, leal. Compañeros y rivales le aplaudieron en su estadio fetiche, el del Puerto Cruz, al cabo de una carrera larga, de picos y valles, donde solo le faltaron milímetros para instalarse en la élite. Sus números le acreditan como uno de los mejores canarios en la ya extinta Segunda B. Su álbum de fotos le recuerda que jugó en los mejores escenarios:el Carranza, Los Cármenes, el Sánchez Pizjuán, el Tartiere, El Molinón y por supuesto el Heliodoro. «Lo peor en mi caso fue sufrir la dureza de los impagos en una época complicada de la Segunda B que te obligaba a estar más pendiente de lo extradeportivo que del fútbol. Me afectaron a nivel deportivo aunque me hicieron madurar como persona», recuerda.

Mucho antes ntes, a Barcos le habían salido los dientes de futbolista en el campo donde el domingo se retiró. Su padre fue alma máter del Puerto Cruz y desde muy niño le ayudaba «a preparar los viajes del equipo por las Islas o le acompañaba a ver jugar al primer equipo». Fue entonces cuando aprendió a amar al CD Puerto Cruz como solo lo hacen en su casa. «Mi padre consiguió transmitirme ese sentimiento; para mí el club es parte de mi familia gracias a mi abuelo y gracias a él, así que ha sido un gustazo poder terminar mis años de fútbol donde mismo los empecé».

De Raúl llegó a publicarse que estaba en la lista de Amaral en aquellos tiempos donde subieron Ángel y Ricardo al primer equipo del Tenerife. Barcos era la otra pieza descollante de un filial que maravillaba, y que jugó un partido descomunal en La Manzanilla hasta arrollar al Laguna. Aquel mediocentro tenía mucha clase y una personalidad arrolladora. A su aún muy corta edad, en las entrañas del Tenerife le veían potencial para todo. Por hache o por bé, la oportunidad no llegó. «Me hubiera gustado que me hubiesen dejado fracasar», sugiere.

«Yo intenté siempre dar lo mejor de mí pero unas veces por malas decisiones y otras por situaciones que yo no podía controlar, no llegaron esas oportunidades. Si no se dieron, sería por algo. En el Tenerife por ejemplo, me hubiera gustado que me dieran la oportunidad de ver si valía. Era la época en la que preferían firmar sanmartines, ndiayes, cocitos y compañía antes que mirar para la cantera. Esto ha cambiado, cosa de la que me alegro. En la UD tome la decisión equivocada de irme cuando querían que siguiera a pesar de no ser ya sub 23. Pero en ese momento pensé que lo mejor era salir fuera y probar. Así es la vida y el fútbol. Luego los impagos marcaron mucho los equipos en los que estuve y nunca pude dar el salto», revela.

Raúl Barcos.

Raúl Barcos. / El Día

Ahora que mira por el retrovisor «lo bonito que fue»jugar con los mejores, admite que anécdotas tiene miles, «pero ninguna que pueda contar». Compartió plantel con Jonathan Viera o Vitolo, tejió amistades en casi todos los confines de la Península, maduró a toda velocidad cuando el fútbol le enseñó su lado más amargo y, cuando se acercaba el final, tomó la decisión natural de retirarse en casa. ¿El futuro? «Ahora mis prioridades son otras y quiero devolverle a la gente que me quiere el tiempo que les he quitado todos estos años. Se lo merecen porque siempre han estado ahí. En el futuro no lo sé pero seguro que algún vínculo mantendré». Ni la historia del Puerto Cruz se entendería sin su padre, ni el fútbol se entiende sin gente como Raúl. Que le puso corazón a la pelota.

El legado lo recoge Mario Barcos: «Es un orgullo decir que soy su hermano»

Mientras la carrera de Raúl iba tocando a su fin, otra emergía en los campos de fútbol de Tenerife. Es la de Mario Barcos, a quien se le ven muchos rasgos de su ídolo y a la vez hermano mayor.

«Es mi referencia, los pasos a seguir, la persona que más me ha ayudado a lo largo de mi vida. Un ejemplo dentro y fuera de la cancha. El otro día en un almuerzo familiar encontramos una foto en el estadio de El Peñón hace 25 años en la que me enseñaba a darle patadas al balón y es que para mí él ha sido eso, la persona que me ha enseñado este deporte y no solo el deporte si no casi todo en la vida», relata el pequeño de la saga. «Es una sensación agridulce que se retiró porque por una parte se me va a hacer duro no verlo equipado y con el balón en los pies, disfruto mucho viéndolo jugar pero por otra parte estoy muy feliz por su nueva etapa que le viene ahora y le apoyo en todo lo que venga en el futuro», añade.

Aprovecha Mario la publicación de estas líneas para enviarle un mensaje en público: «Hermano, fue un placer poder animarte desde que tenía muy pocos añitos hasta ahora, poder llegar a compartir vestuario contigo y vivir muchas experiencias dentro del terreno de juego juntos pero sobre todo es un orgullo para mí ser tu hermano y poder decirlo por cada lugar que visito». 

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