Una vida que sigue, aunque diferente
El precio de romperse el cruzado en un no profesional
El zaguero tinerfeño Marcos González se enfrenta al peor de los temores de cualquier atleta. A sus 22 años, el sueño de seguir jugando al fútbol se ve truncado por una rotura de ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha.

Marcos González en una acción con la UD Perdoma. / ED
Existe un monstruo invisible que aguarda en las sombras de los deportistas. Un monstruo que no distingue entre nivel o categoría, que siempre está al acecho, dispuesto a arrasar con carreras, y que parece entrar en escena solo cuando se manifiesta al lado de los atletas de élite. Se trata de la lesión de ligamento cruzado. Sin embargo, el daño que este monstruo inflige adquiere una dimensión aún más cruel cuando el terreno de juego no es el único en el que se juega la vida, cuando el deporte no es la única fuente de sustento. Así lo experimentó Marcos González, un tinerfeño de 22 años que, hace dos meses, vio cómo su sueño de seguir corriendo por los campos de fútbol se detenía de golpe. El jugador de la UD Perdoma, de la Primera Regional, sufrió una lesión de ligamento cruzado que, por ahora, cambia su vida.
Para este joven de Los Realejos el fútbol ha sido el motor que ha impulsado su vida. Además de apasionado futbolista, Marcos es estudiante de Turismo en la Universidad de La Laguna y trabaja en el cine Yelmo. Un hombre que transita por muchos mundos, cada uno cruzándose y exigiendo su tiempo, en una balanza delicada entre el estudio, el trabajo y el fútbol. Pero cuando esa estabilidad se ve sacudida por una lesión tan grave, la pieza central de su vida se tambalea.
El momento de la lesión
«Me lesioné en una acción que, sinceramente, es muy habitual». Marcos se rompe el cruzado el 29 de octubre, al final de un entrenamiento que, aparentemente, no había tenido demasiada carga. Se encontraba cubriendo a un compañero y, «confiado» en llegar al balón primero, estiró la pierna derecha para interceptar el pase. En ese instante, un «latigazo» lo hizo detenerse en seco. «No te bromeo al decir que escuché la rotura», comenta sobre un sonido tan evidente que, por un momento, sus compañeros pensaron que se había roto la bota.
A pesar de la magnitud de la lesión, el dolor inmediato no fue tan intenso como se podría imaginar. «El nivel de dolor que sentí creo que era bastante soportable», confiesa. «Siempre he pensado que una rotura del cruzado tiene que ser algo superdoloroso, pero no fue así en mi caso», detalla el futbolista criado en la base de la UD Longuera-Toscal. Marcos, que antes había sufrido «pinchazos musculares», diría que el dolor de la rotura del cruzado «no llega a superar al de un pinchazo».
Una larga espera
Tras la lesión, el zaguero verdinegro, «confiado de que fuera un esguince», decidió no acudir al médico esa misma noche. Al día siguiente, el dolor se intensificó y su movilidad quedó «muy reducida». Fue ahí cuando buscó atención médica. El primer diagnóstico, de aquel 30 de octubre, fue un esguince, y solo después de someterse a una resonancia y esperar a conocer los resultados tres semanas más tarde, el tinerfeño descubrió que sufría una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha.
«Desde el día de la lesión, el 29 de octubre, hasta el 22 de noviembre, no supe qué tenía», lamenta Marcos sobre una frustración que se acumuló durante las tres semanas de espera. Un tiempo interminable, de muchas dudas que, reconoce, nunca debería haber experimentado. «En mi caso, tuve que esperar tres semanas para saber si realmente tenía el cruzado roto», explica. Una incertidumbre, tan ajena a los futbolistas de élite, que revela la principal desventaja a la que se enfrentan los futbolistas no profesionales. «Un futbolista de élite sabe si tiene el cruzado roto prácticamente desde el momento en el que se lesiona», resalta.
«Lo más difícil de aceptar fue la forma en que me lo comunicaron». Marcos recibe la noticia y su primera reacción es de «miedo e incertidumbre». «Bajo mi desconocimiento sobre la lesión, lo único que entendí fue que iba a ser una locura y que iba a ser algo muy complicado», explica. Sin tiempo a digerir el diagnóstico, el doctor le comunica las fechas disponibles para la posible operación, algo que, «aunque no es malo», según dice, no deja de ser una un mensaje dado a una persona que «no tiene conocimiento de nada».
Posponer la operación
La recuperación de una rotura de cruzado exige tiempo, y la operación se programó para el 15 de enero. Empero, Marcos decidió postergar la intervención quirúrgica hasta el próximo verano. ¿El motivo? Acabar con su carrera de Turismo, cuyas prácticas comienzan en febrero. «Al final, llegué a la conclusión de que la mejor decisión era posponer la operación para terminar la carrera, porque en realidad es lo que me va a dar de comer». Así, el joven futbolista, que en un principio pensó en «operarse lo antes posible», retrasará su regreso a los campos hasta marzo de 2026 para darle prioridad a sus estudios y a su futuro.
El día a día de la lesión
Su vida ha cambiado, sin duda, pero no tanto como podría imaginar. «Diría que es una lesión agradecida si no tienes intención de realizar actividades con impacto. Si decides hacer vida normal y dejar el deporte, prácticamente no te va a limitar en nada», reflexiona Marcos, que puede caminar, estudiar y trabajar sin mayores inconvenientes, aunque en ocasiones experimenta algunas molestias.
Una lección aprendida
«Creo que lo más positivo que saco es aprender a tomar decisiones y a valorar las cosas mucho». El futbolista realejero, que nunca antes había sufrido una lesión de gravedad, ahora se da cuenta de lo importante que es gestionar la salud física. «Antes, siempre intentaba jugar todo lo que podía. Por la mañana entrenaba funcional, luego me iba a jugar el torneo de la Universidad, y por la tarde a entrenar con mi equipo. Ese nivel de desgaste está bien cuando eres niño, pero con el tiempo te das cuenta de que necesitas gestionar mejor los tiempos», reflexiona.
Marcos quiere volver a jugar, aunque sabe que no será fácil. «El objetivo para 2026 es estar de nuevo con ellos», dice, refiriéndose a sus compañeros del Perdoma, que lo han apoyado durante la lesión: «Lo que se ha creado ahí es una familia, y eso me da el impulso y las ganas para, en cuanto pueda, volver sin ninguna duda». n
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