Entrevista | Yoel de Paz Ganador de la K42
Yoel de Paz: «Desde el primer ataque sentí que podía ganar la carrera»
«Desde El Batán hasta la meta solo bebí agua; pensé que los fantasmas de Anaga volverían», afirma el corredor

Yoel de Paz mira su reloj tras cruzar la meta, momentos después de establecer un nuevo récord en la K42. | / EL DÍA
El corredor palmero bate el récord de la K42 Canarias Anaga Marathon, a pesar de enfrentarse a un recorrido más largo, gana también la distancia vertical y se consagra, aún más, en la élite de la disciplina.
¿Ha tenido tiempo para asimilar todo?
Sí, sí, ya lo voy asimilando. Lo que pasa es que he estado con el ajetreo del viaje de vuelta, que siempre es un poco caótico, pero es una locura la cantidad de mensajes que me han llegado. Estoy intentando responder poco a poco, entre los de WhatsApp e Instagram, y no veas. Son un montón.
¿Cómo se siente después de ganar e instaurar una nueva plusmarca en la K42?
Pues muy contento, la verdad, con un gran sabor de boca. Empecé la temporada de forma muy complicada, con muchas lesiones y demasiados contratiempos, pero poder cerrarla de esta manera ha sido increíble. Ahora empiezo el 2025 con unas ganas brutales.
Una victoria en una prueba marcada en rojo que le consolida aún más en la élite.
Es una carrera con bastante repercusión, aunque quizás no sea tan conocida fuera como otras, aunque cada vez lo es más. Se juntó un nivel muy alto. Había unos 15 corredores bastante fuertes, y meterse en el top 10 ya era caro. Había campeones de España de ultras de este año, corredores muy potentes.
Tuvo detrás a Miguel Heras, dueño y señor de las pasadas K42.
Toda la carrera fue una lucha contra él. Estuve todo el rato intentando controlar que no me alcanzara. No quería forzar demasiado porque sabía que llegaba un poco cansado a la carrera, sobre todo a nivel de piernas. Me había pasado con la intensidad de los entrenos a principios de semana y temía que al final, sobre todo a partir del kilómetro 30, me pudieran dar calambres. Por eso, quise correr de forma muy estratégica para mantener una distancia controlada todo el rato. Creo que en ese sentido lo bordé, aunque tuve momentos de duda cuando estaba subiendo a Chinamada. Miraba para atrás y veía a Miguel subiendo con fuerza, trotando incluso en esa subida tan dura y pensaba: Madre mía, este hombre me va a hacer correr aún más. Me llegué a preguntar si estaría yendo más fuerte que yo, aunque sentía que yo llevaba un puntito más. Al final, apreté un poco, abrí unos 30 segundos más y mantuve el ritmo.
¿Cuándo se entera del récord?
Fue cuando estaba llegando a meta. Apuré un poco al final y lo conseguí, aunque si lo hubiera sabido antes, habría apretado más desde antes para no llegar tan justo. También es cierto que este año eran 600 metros más.
Se quita la espinita de una prueba que se le había resistido en ediciones anteriores.
Totalmente. Esta es una carrera que, para quienes me conocen de cerca, siempre digo que daba hasta miedo ir a Anaga. Literalmente, cada vez que la corría pasaba algo malo. No eran tonterías, sino cosas graves, como esguinces graves que me dejaban dos o tres meses fuera, con el pie o el tobillo destrozados. Por ejemplo, el año pasado no me lesioné en Anaga, pero me hice un esguince dos semanas antes. Siempre me pasaba algo antes de llegar a la prueba, y eso hacía que cada vez que se acercaba la fecha, me comiera mucho la cabeza. Este año también tuve un susto, porque me enfermé antes de la carrera y pensé: Bueno, ya no voy a llegar. Pero me recuperé bien, intenté mantener una mentalidad positiva, y al final salió todo genial.
¿Cuál fue el momento más difícil de la carrera?
Sin duda, fue cuando iba bajando hacia la Plaza del Batán. Creo que esa es una de las zonas que suele marcar la carrera a todo el mundo. Ahí me di cuenta de que ya no podía comer; tenía el estómago medio reventado. Aunque me había recuperado a nivel físico después de haber estado enfermo esa semana, el estómago no estaba del todo bien. Los geles, que normalmente me sientan muy bien, empezaron a darme arcadas, y pensé: Uf, ya no voy a poder comer más. Desde El Batán, en el kilómetro 28, no comí nada hasta meta, solo bebí agua. Fue un momento en el que sentí que me venían los fantasmas de Anaga. Pensé: Este año que voy tan bien, seguro que me pasa algo. Además, veía a Miguel Heras muy fuerte por detrás y decía: Como baje el pistón, no me va a perdonar. Pero el cuerpo me respondió, y aunque no pude comer nada más hasta meta, no tuve más problemas.
¿Y cuándo sintió que la victoria era posible?
Sinceramente, desde el primer ataque. Cuando salió la carrera, Jesús Gil iba delante, y antes de llegar al primer avituallamiento en el Mirador de Zapata decidí tirar y me puse delante. En ese momento, cuando adelanté, ya sentía fuerza. Prácticamente desde el principio tuve la sensación de que podía ganar porque me sentía muy fuerte. Aunque siempre tenía la duda de cómo respondería al final, si me darían calambres o no. Pero cuando llegué al avituallamiento del kilómetro 21 todavía sentía que tenía mucha energía. Además, estaba bajando bien, que suele ser mi punto débil, y me di cuenta de que en las bajadas no me recortaban tiempo. Ahí me crecí psicológicamente y me dio confianza para llegar a meta.
Su próxima fecha marcada en rojo.
La primera carrera que tengo clara para el año que viene es la Bluetrail, la de 47 kilómetros, el maratón. n
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