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Un vikingo de corazón tinerfeño

Matthew Riddall, residente en Granadilla y enamorado de la Isla, se ha propuesto ser el hombre más fuerte de España l Marcha segundo en la Liga Nacional de Fuerza

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El forzudo Matthew Riddal Andrés Gutiérrez

Nacido en Londres, apariencia de guerrero nórdico y alma chicharrera. Así, es Matthew Riddall, que recaló en 2017 en Tenerife, donde hace realidad su sueño: ser uno de esos forzudos a imagen y semejanza de aquellos que desde joven vio por la tele. Pese a ser ya veterano por edad –40 años– las primeras apariciones del vikingo han sido sobresalientes.

Alejado de cualquier bullicio y movimiento del núcleo turístico del Sur de Tenerife, ese que tanto suele atrapar a los extranjeros, Matthew Riddall recibe a este diario en su domicilio de la Cruz de Tea, en los altos de Granadilla. En una especie de retiro. Lo hace con naturalidad. Fumándose un gran puro –«Solo uno al día; me los trae un amigo de Gran Canaria», aclara– y con una sonrisa en su rostro. Un gesto siempre presente pero complicado de apreciar ya que su poblada y extensa barba atraen toda la atención de cuantos se puedan fijar en él.

Ojos azules y cristalinos, una larga cabellera rubia convenientemente trenzada, y numerosos tatuajes repartidos por sus extremidades y su torso. Rasgos fácilmente apreciables y que explican el por qué del que ha terminado siendo su apodo: el vikingo. «El vikingo de Tenerife», matiza. Es la mejor tarjeta de presentación para este londinense de 40 años –«Padre de un niño y una niña, y esposo», primero que nada– que admite «estar viviendo un sueño». El de competir como aquellos hombres forzudos que peleaban por ser los más fuertes del Mundo y con los que Matthew, de joven, se quedaba boquiabierto delante de la televisión de su país, un lugar donde esta práctica cuenta con un gran número de adeptos.

Admite «estar viviendo un sueño». El de competir como aquellos hombres forzudos que peleaban por ser los más fuertes del Mundo

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Riddall regenta algunos negocios que le permiten «trabajar desde casa», donde a primera hora, y tras levantarse a las 6 de mañana, se encarga de «preparar a los niños y llevarlos al colegio». «Luego, si el tiempo está bien y no hace demasiado calor, me pongo a entrenar; hacerlo al amanecer, con estas vistas, me da fuerza extra», comenta de una rutina que realiza en su propia finca, donde ha montado un gimnasio con pinta rústica, pero al que no le falta detalle, como dos piscinas de agua fría y caliente «para ayudar a la recuperación muscular», y hasta un yugo, una de las máquinas empleadas en las competiciones en las que Matthew toma parte. Así entre «tres y cinco horas durante cuatro días a la semana».

Un hábito necesario para poder rendir dentro de la Liga Nacional de Fuerza, en la que Riddall se estrena este año tras convencerse a sí mismo de sus opciones gracias al «quinto puesto en el Nacional de Inglaterra» de su edad. «Pregunté a Emilio Marquiegui, organizador de la Liga, y pude participar en la ronda preliminar. Quería ganar, pero dos días antes se murió una de mis tías, estuve muy triste, y solo pude ser segundo», recuerda sobre un evento que tuvo lugar en junio en Guadalajara. Suficiente, aún así, para lograr su ingreso en el club de los más fuertes del país.

Un vikingo de corazón tinerfeño | | A. GUTIÉRREZ Carlos García

Una tercera posición en el primer torneo oficial (celebrado en Boñar, León) confirmó que Matt iba en serio. Su incontestable victoria en la cita llevada a cabo hace justo un mes en Torrelavega ratifica que la reciente incursión del vikingo en esta modalidad deportiva no es un mero capricho. «Quedan dos pruebas más y me gustaría ganar la general», afirma sobre sus intenciones. «Ahora estoy a 14 puntos del líder [el catalán Juan Ferrer], pero quiero derrotar a los competidores de la Península y traerme el título para Tenerife», afirma con un marcado sentido de pertenencia a la Isla.

Aún condicionado por algunas molestias físicas –sobre todo tendinitis en bíceps, codo y rodilla– que le están obligando a ejercitarse estas semanas en sesiones «más lentas y suaves», la moral de Riddall se encuentra por las nubes. Por los resultados obtenidos, y porque, sin pretenderlo, ha creado un personaje que le ilusiona y que despierta admiración allá por donde va.

"Me agrada el nombre de Vikingo"

En las competiciones no es el más alto –está en 1,88–, ni el más pesado, pero sí el más llamativo. «La gente me grita ¡vikingo, vikingo!, y todo el mundo quiere sacarse fotos conmigo. Sé que por mi aspecto puedo parecer otra persona, pero me agrada ese nombre porque siempre me he identificado con esa cultura y todas sus leyendas», relata. Para completar el pack Matthew ha ido añadiendo a su cuerpo diversos tatuajes –entre ellos algunos de la saga Marvel, como Iron Man y Deadpool– que disminuyen, si cabe, la opciones de que pase desapercibido.

Pero detrás de esa tardía –compite contra algún rival al que incluso dobla en edad– y a la vez rotunda aparición entre los forzudos de España, este volantazo que Matthew decidió dar a su vida a comienzos de 2021 obedece a razones más profundas. «Cuando hace un par de años veía estos programas en la tele me di cuenta de que a mi hijo Maximus le gustaban, y quise que estuviera orgulloso de mí», explica el vikingo, entregado siempre a sus dos pequeños, en especial a su hijo, que con solo seis años ya quiere seguir los pasos de su progenitor. «En Guadalajara, cuando fui segundo, estaba algo decepcionado. Pero ver que para mi hijo fue lo máximo y que en los siguientes días no se separó del trofeo que gané, me llenó por completo. Amo lo que hago con ellos y estar comprometido», explica con orgullo.

Matt en su Harley. Andrés Gutiérrez Taberne

Razón adicional a este nuevo estilo de vida fue el cuidar de su propia salud. «Cuando era joven iba siempre al gimnasio; y allí era el más fuerte de todos. Pero luego conocí a Mia [su mujer], dejé de entrenarme y empecé a subir de peso», relata sobre un proceso que le llevó de 120 kilos «hasta los 200». «Mis hábitos eran malos y comía todo tipo de comida basura. Comencé a tener problemas de espalda y tuve que pasar seis meses en cama, con depresión y ansiedad; fue una época muy oscura para mí», habla sobre aquel mal trago vivido en 2016.

Poco a poco, Riddall dejó atrás los problemas y, ya en Tenerife, decidió dar un paso más. Alcanzó así los 160 kilos en su estreno competitivo, bajando incluso en la actualidad a los 145. Lo ha hecho tratando de llevar «el día a día y los cuidados de un atleta profesional; entendiendo cada vez más lo que es conveniente y lo que no». Una mejora posible gracias a que se ha puesto «en manos de profesionales» que le cuidan la dieta –su ingesta media diaria es de unas 3.500 calorías–, la rutina de entrenamientos, una hidratación correcta, y su estado físico. «Me he dado cuenta de que puedo seguir siendo igual de fuerte que antes, pero no tan lento», comenta al respecto, a la vez que no esconde que su propósito es «seguir bajando lentamente hasta los 130 kilos».

Alcanzó así los 160 kilos en su estreno competitivo, bajando incluso en la actualidad a los 145

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Sacrificio controlado que contempla el descanso como algo obligado y «con ocho horas diarias de sueño, como poco», así como la ingesta mínima de azúcar. «Sí suelo beber bastante café», explica Matthew, que habla, eso sí, de dos caprichos que no faltan en su agenda: «Un puro mientras converso con mi mujer, e ir un día a la semana a comer a algún restaurante de la Isla; nos encanta la comida canaria».

Fuerza... y mucha técnica

Con la inexperiencia como hándicap a sortear, una de las pruebas de la Liga Nacional de Fuerza que más le ha costado a Riddall hasta la fecha ha sido la del arrastre de un camión de 16 toneladas, «algo mucho más técnico de lo que parece». «He visto muchos vídeos en internet tratando de estudiar cómo lo hacen, para poder mejorar», apunta Matt, que en la cita de Granada a finales de noviembre, se encontrará con una variación: en lugar de tirar de espaldas al vehículo, el deportista tendrá que hacerlo de frente al automóvil.

Para tratar de llegar rodado a tierras nazaríes, ha dado con una solución: hasta ahora se ejercitaba en su casa «con una pequeña furgoneta» en la que su mujer «tiraba del freno de mano para generar más resistencia». Ahora ha llegado a un acuerdo con la compañía de guaguas turísticas Grupo 1844 para poder entrenarse varios días en sus cocheras.

Por contra, todo lo que sea levantamiento de peso parece ser su fuerte. Así lo ha demostrado en varias pruebas previas con algunas victorias parciales. «Cuando iba al gimnasio el press de banca era lo que mejor se me daba. Llegaba a levantar hasta 150 kilos», explica el londinense. Es por eso que, con la fuerza ya de serie, Matthew se afana en sacar partido a todo aquello que tenga que ver con la destreza. «Admiro lo que hacen en el País Vasco y me gustaría viajar allí para ver cómo lo trabajan. Las primeras veces que lo vi me pregunté cómo demonios eran capaces de eso», señala en relación, a otra de sus pruebas, el levantamiento de una bola de 135 kilos.

Un aprendizaje, el de este vikingo, que se produce a contrarreloj. Su edad no le dará demasiadas oportunidades de brillar: «Me arrepiento de haber empezado en esto tan tarde». «Pero creo que todavía no he alcanzado mi máximo potencial, sino que me estoy volviendo más y más fuerte. Debo hacerlo correcta y lentamente», es su receta para seguir progresando y llegar a su tope «en dos o tres años» dentro de un particular, sacrificado «y único pasatiempo». Un hobby que lleva implícita la satisfacción de hacer algo que le «encanta» y que sirve para «mostrarle» a sus hijos «lo que se puede conseguir en la vida cuando se trabaja duro».

«El español, más difícil que entrenar»

«Cuando participé en la primera competición realmente me di cuenta de que me hacía falta aprender bien español para poderme expresar y responder a todo el cariño que me muestran, tanto compañeros, como aficionados y la prensa. Hasta ahora, con mi secretaria y mis asesores, no lo había necesitado para mi trabajo; y además mi mujer domina cuatro idiomas, por lo que es ella la que resuelve muchas cosas», admite Matt sobre una obligación también vital para poder «ayudar a los niños con el colegio». «Ellos hablan español, con acento canario, canario», recalca. Él, por ahora, solo chapurrea algunas palabras en un vocabulario que trata de ampliar en la Academia OLA de El Médano, regentada por Gorka Casanova. Su esfuerzo en este área también es patente, pero admite que, por ahora «aprender español es mucho más difícil que un entrenamiento o una competición».

Algunos detalles de Matthew Riddall

Preparación específica. En busca de neumáticos

Con un gimnasio montado a su medida en su finca de la Cruz de Tea, Matthew apenas necesita recurrir fuera otros componentes para ejercitarse. Sí lo ha hecho en busca de «un neumático grande, de los que pesan 500 kilos». «Lo he buscado, pero nadie tiene, así que para poder trabajar con él tengo que ir a algún gimnasio específico de crossfit», apunta.

Su otro hobby. Una Harley, su pasión

Las motos son un capricho para Rinddall, en especial las Harley-Davidson, marca de la que posee una en su finca con un diseño fuera de lo habitual. «Solo me gusta para pasear, pero es verdad que me ayuda para aparcar más fácil, tanto cuando voy a mis clases de español como lo hago a la zona de Las Verónicas», comenta el vikingo.

Juventud. Pasado tinerfeño

Esta residencia en Tenerife que inició Matthew en 2017 no es su primera etapa en la Isla. «Estuve aquí cuando tenía 23 años [2005] ya que vine para trabajar en la seguridad de las discotecas y los bares de ingleses. Fue así durante tres veranos y ya me enamoré de una isla paradisiaca como esta», relata el vikingo para descubrir el por qué de sus sentimientos chicharreros.

El futuro. Le gustaría enseñar

Aunque todavía consideran que le quedan varios años de competición, Matthew Riddall ya tiene en mente lo que le gustaría hacer cuando deje este deporte extremo: «Honestamente, mi sueño, cuando me jubilé, es montar un gimnasio y enseñar a los jóvenes. Demostrarles que, sin ser nada, si comienzas a trabajar duro, puedes llegar lejos en la vida».

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