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Vacaciones por medallas

La prometedora Elena Buenavida enlaza dos periodos estivales en los que ha cosechado diversos éxitos europeos y mundiales con varios combinados nacionales de base

Elena Buenavida posa con las medallas y trofeo conquistados este verano con España. | | C. W. LAURITSEN

«Cuando salía del colegio, mis padres me recogían y me llevaban a entrenar casi todos los días durante tres años». La afirmación podría ser la de un niño o niña cualquiera que sueña con convertirse en jugador profesional. O simplemente divertirse junto a sus amigos. Lo singular, en este caso, es que para cada una de esas sesiones el traslado de ida y vuelta implicaba hacer casi 150 kilómetros. Es el inicio de la historia baloncestística de Elena Buenavida Estévez.

Buenavida, en El Médano esta pasada semana. | | CARSTEN W. LAURITSEN

El de la jugadora natural de El Médano es un ejemplo de sacrificio, tesón, constancia... y mucha calidad. Facultades que ahora, apenas un lustro después de comerse a diario carretera y más carretera, han convertido a la isleña en una de las mayores promesas del basket nacional. Su continua presencia en las distintas selecciones de base –tanto en el cinco contra cinco tradicional como en el emergente 3x3– lo atestiguan. Su madera de líder natural cuando está en la cancha, da más peso al argumento. Escuchar la convicción con la que se expresa con solo 18 años reafirma que el de ella es un caso especial. Ganar, para ella, es casi una obsesión. Hacerlo en verano, mientras la mayoría descansa, lo ha convertido en una bonita costumbre.

Al segundo intento.

Pese a que su padre fue jugador –militó en el Granadilla que opositó a subir a la EBA, Elena no se enganchó al basket «hasta los 10 años». Lo había probado antes, pero no le gustó. Como tampoco le convencieron deportes como la gimnasia rítmica, judo, el tenis... «Era buena, aunque me aburría», recuerda de este último. Pero de pronto un día Buenavida volvió a repetir con la canasta. Y ahí el feeling ya fue irreversible.

Estudiante en el Luther King de San Miguel, las cualidades de Elena resaltaron casi desde el primer momento. Tanto, que Luis Macía, coordinador del mismo centro escolar, pero en La Laguna, la reclutó para pulirla con más ahínco. Una impronta que tampoco pasó desapercibida para la Federación Española, que ya marcó su nombre en rojo desde las concentraciones nacionales más bisoñas, las de la U12. «Siempre quería ir a entrenar», recuerda de aquella época.

El salto al Siglo XXI.

Su segundo salto llegó a los 14 años, cuando decidió marcharse al Siglo XXI, exitoso centro formativo de la Federación Catalana y vivero de numerosas jugadoras profesionales. Un privilegio reservado para unos elegidos. Un paso que aún menos se atreven a dar. Pero no fue así con Elena, que en ese momento ya vislumbraba cuál iba a ser su futuro. «¿Que si quiero ser jugadora profesional? Sí, lo tengo claro. Cada vez me gusta más el baloncesto, y si he llegado hasta aquí, voy a intentar terminar el camino, porque me encantaría vivir por y para el baloncesto. Sé que es difícil y que incluso hará falta dejarlo prácticamente todo, pero mi intención es trabajar para ello», afirma ahora Elena en un discurso rotundo.

Y ahora a Valencia.

Después de cuatro años en el Siglo XXI –los dos últimos jugando en Liga Femenina II-– Elena da una vuelta de tuerca a su precoz carrera. Ha fichado en el NB Paterna, conjunto de la Liga Challenge y filial del Valencia Basket, lo que le permitirá ser asidua en el día a día del primer equipo taronja, vigente campeón de las Supercopas española y europea. «Siento respeto por este cambio, pero no miedo, porque desde chiquitita salí de casa, y aunque soy consciente de que este es un paso mayor, al final sigue siendo baloncesto», comenta Buenavida.

Sobre la mesa Elena tuvo ofrecimientos de otros equipos de Liga Femenina donde hubiera desempeñado un rol más relevante. «He preferido entrenar con las mejores para ir aprendiendo de ellas poco a poco. Sé que no voy a tener 40 minutos, y habrá partidos en los que ni juegue. Pero lo que me den lo exprimiré al máximo», argumenta la tinerfeña. Un ejemplo más de un discurso cargado de desparpajo, pero a la vez un proceder sin estridencias ni campanillas. «Los halagos siempre te hacen ilusión, pero a la vez no son buenos; soy muy crítica conmigo misma», advierte Buenavida a modo de freno de mano y con una «cabeza centrada» gracias también al sostén familiar. «Si alguna vez todo esto se me ha subido a la cabeza, mis padres me han puesto los pies en el suelo», añade de forma rotunda.

Madera de líder.

Y razones le sobrarían a Buenavida para llevar el pecho henchido tras lo que ha firmado con España en estos dos últimos veranos. Dos oros (Europeo U18 de 3x3 y Europeo U20), dos platas (Europeo U18 y Mundial U18 3x3), y otro par de menciones individuales (MVP del Europeo U18 3x3, y del Europeo U18) jalonan un envidiable y casi insuperable palmarés estival entre 2021 y 2022.

Acotado, por tanto, cualquier atisbo de chulería, las vivencias que viene experimentando Elena la convierten en una jugadora con una edad mental superior. «Dejar a tu familia atrás desde los 14 años supone un cambio drástico, pero a la vez te da un grado extra de madurez», comenta en este sentido. Veteranía que revaloriza aún más otra de las cualidades de Buenavida: un liderazgo y un descaro innatos. «Según con la generación con la que juegue adapto un rol u otro, pero con las de mi edad, sin duda sí me gusta ser la líder y guiar al equipo», reconoce la jugadora tinerfeña. «Si alguien tiene que tirar del carro, no tengo ningún problema de asumir ese papel», reitera. Que «en casa sean todos competitivos, tengan carácter y se trate de salir siempre hacia adelante» seguramente también cuenta en su forma de jugar.

Partidazo... y llantos.

Así lo hizo, por ejemplo, en la reciente final del Europeo U18 contra Lituania. Para el recuerdo, sus 36 puntos, pero también su capacidad para tratar de consolar –tomando la palabra en un corro– a las suyas al terminar el encuentro, y justo antes de romper a llorar de desconsuelo y «de rabia por haber tenido el oro tan cerca y ver que se había escapado». El que seguramente haya sido «el partido más llamativo» de su todavía corta carrera quedaba en un segundo plano. Porque a ella lo que le gusta es ganar. Y en verano más aún. «Con la U20 seguramente hice mi peor torneo con la selección, pero la sensación de conseguir un oro es algo increíble», deja claro la oriunda de El Médano.

El peaje del sacrificio.

Es precisamente la zona costera de Granadilla de la que ha podido disfrutar Elena estos últimos días. Lo habitual para los jóvenes de su edad. Pero no para ella. Por eso, esta «semana y poco» más reciente en la que no ha hecho «nada» ha resultado hasta extraña para la tinerfeña, casi ajena a lo que son las vacaciones en estos últimos veranos. «El año pasado, entre la EBAU y las distintas selecciones, no paré», recuerda. En este 2022, «tener tres días para desconectar en casa» tras el Europeo U20, le supieron «a gloria». Quizá por eso, ahora, y tras unas vacaciones de diez días, su cuerpo y su mente ya la demandaban a gritos volver a palpar el baloncesto.

Para Elena, «no poder disfrutar» de algo tan sencillo y cercano a casa como «la playa resulta frustrante», como igual de «jodido es no estar con la familia». Pero ahí ella habla de «prioridades en la vida». «Te quedas sin muchas cosas, pero yo prefiero darle la vuelta y pensar que estoy ante una oportunidad que el resto no tiene, y que hay que aprovecharla al máximo. Si quiero llegar a algo en el baloncesto debo involucrarme al cien por cien en él», argumenta.

Por lo pronto, Elena tocará este año a las puertas de la Liga Femenina, y seguramente hasta de la Euroliga. Otro paso más dentro de su propósito de «llegar lo más lejos posible... como si es la WNBA». Su sueño, por ahora, «la selección absoluta y disputar unos Juegos Olímpicos». «Ganas e ilusión no me faltan, y estoy segura de que del baloncesto no me voy a cansar. Si me salen las cosas bien y llegamos hasta donde quiero, habrá Elena Buenavida para rato» es su amenaza. Conociendo su tesón y con sus actuaciones más recientes como arma más sólida, al menos durante los veranos Elena no se cansará de intentar ganar.

La aventura americana puede esperar

Sobre el papel, la Universidad de UCLA (Los Ángeles) iba a ser el destino de Elena Buenavida a partir de este verano. El acuerdo era total desde hacía más de un año. Sin embargo, la tinerfeña tuvo que dar prioridad a las selecciones españolas y no pudo superar el examen de acceso. «Para ir allí tienes que sacar un 120, y yo me quedé en un 100», comenta la tinerfeña sobre el examen Duolingo y una nota de corte que en UCLA se encuentra muy por encima que la mayoría. Es por eso que prefirió abrir la opción a seguir en España, si bien a su puerta también tocaron otros prestigiosos centros universitarios estadounidense, caso de UCON y Louisville. «Pero en casa decidimos que la mejor opción era la del Valencia. La experiencia americana se puede vivir en cualquier otro momento; me llama la atención esta experiencia. El año que viene podría ir a Estados Unidos, tanto con UCLA como con otras universidades, pero en estos momentos mi prioridad es Valencia», explica Elena, que por ahora seguirá creciendo relativamente cerca de casa.

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