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Día de la mujer | Un ejemplo de constancia en el deporte

El sacrificio no entiende de género

Patricia Aranda, jugadora del CV Haris, acumula 26 años como profesional, una trayectoria de primer nivel que incluso ha compaginado con la faceta de educadora

Patricia Aranda en la red del Pabellón Pablos Abril de Taco. Andrés Gutiérrez

Alcanzados los cuarenta son contados los casos de deportistas profesionales que continúan en activo, al más alto nivel y, además, con un rendimiento superlativo. El lógico desgaste físico, una profesión con una remuneración escasa o, simplemente, el deseo de formar una familia, son solo algunas de las razones que truncan a muchas lo que podría ser una vida deportiva más longeva. Sin embargo, Patricia Aranda escapa a esta generalidad.

La colocadora andaluza del CV Haris Sanaya Libby’s La Laguna se encuentra a poco más de tres meses de cumplir los 43 años. Una experiencia que la convierte en la jugadora más veterana de toda la Superliga Femenina de voleibol. Recorrido que lejos de limitarse a un rol secundario se ha convertido en básico dentro de los esquemas del técnico Juan Diego García. Tanto, que la granadina fue designada mejor jugadora de la reciente Copa de la Reina que hace apenas un mes conquistó su equipo.

«El voley es mi pasión, algo que me encanta», apunta Patricia como mejor argumento para entender cómo ha extendido su carrera profesional durante casi tres décadas. Desde que debutara en el Universidad de Granada a mediados de los 90, hasta la actualidad; manteniendo incluso todavía un nivel similar al que en su día le llevó a ser asidua en la selección española. «Me encanta venir al pabellón, ponerme las rodilleras y entrar en la cancha», reitera en este sentido la colocadora.

El idilio que Patricia mantiene con la que ha sido su actividad desde la infancia también se mantiene intacto gracias a alguna pizca de suerte. «La verdad que no he tenido ninguna lesión grave», resalta. Pero sobre todo con grandes dosis de sacrificio. «Trato de cuidarme bastante más allá de los entrenamientos y de los partidos, cuidando mi alimentación y descansando», explica al respecto.

Sacrificio y mucho esfuerzo. Componente, este segundo, sin el que no se entendería que aún hoy Aranda siga surtiendo bolas, con maestría, a sus compañeras. «Sí es verdad que ha habido muchos momentos en los que necesitas darte un respiro. A lo mejor no tanto en la parte física, sino de cabeza. Ya sea porque una temporada no ha sido buena o simplemente porque necesitas un parón para coger aire», explica la jugadora del CV Haris.

Ese plus de entrega es consecuencia, al menos en el voley femenino en España, de ciertas desigualdades respecto al mismo deporte dentro de su modalidad masculina. «Yo he podido vivir del voley muchos años, pero esto es algo que actualmente ya debería haberse cambiado, aunque lamentablemente no es así», responde Aranda cuando se le cuestiona por la diferencia de sueldos y premios en el voley de los chicos. Su esperanza, que «poco a poco estas cosas se vayan equiparando», porque, a fin de cuentas, «los resultados son los mismos».

El de Patricia, dentro de su largo recorrido, es, en definitiva, un caso poco habitual. No tanto por las 26 temporadas que jalonan su hoja de servicios; ni tampoco por tratarse de una especie de nómada y haber competido hasta en 14 clubes diferentes, también con experiencias en Francia y en Perú. Sino sobre todo porque la jugadora andaluza llegó a compaginar su amor por el voleibol con su otra gran debilidad, la enseñanza.

Lo hizo durante algunos años en su aventura en territorio sudamericano, lugar al que llegó de vacaciones y donde acabó quedándose durante casi una década, hasta el punto de poseer ya «la doble nacionalidad» y sentirse «como una peruana más». Allí, y en maratonianas jornadas laborales, madrugaba para ejercer de profesora de Educación Física y ya luego, dedicar «las noches al voleibol». «He trabajado 10 años en colegios y enseñar es una especie de vocación para mí. Lo he hecho con niños chiquititos hasta adolescentes; me encanta y me apasiona», reconoce la jugadora del CV Haris. «Pero mi vida es el voley», recalca de inmediato para dejar claras sus preferencias.

Ahora, de vuelta a su país natal y, en concreto a Tenerife (donde ya vivió hace 11 años una fugaz experiencia con el CV Aguere), Aranda vuelve a centrarse en exclusiva en el voley. Lo hace con el propósito que ronda su mente desde hace un tiempo. «Quería retirarme en España y ganando títulos deportivos», es el sueño de la granadina a modo de colofón a su carrera. El camino, hasta la fecha, parece el idóneo. «Ya tenemos el de Copa de la Reina», recuerda sobre el primer paso de unas temporada en la que el Haris aspira también a la Superliga e incluso a conquistar la CEV Challenge Cup, donde se ha metido en la final.

Y ahí su amor por el voley hace que Patricia caiga en cierta contradicción. «La verdad que a día de hoy me siento bien para seguir, pero no sabría decir cuánto», admite la colocadora. Por eso no es de extrañar que si Patricia acaba «la temporada con buenas sensaciones y sin ninguna lesión», siga aportando su experiencia en las pistas... al menos «un año más».

Mamá, primero en la pista... y luego en la vida real

Con su edad y su experiencia, Aranda posee la capacidad para ejercer como madre de varias de sus compañeras. «Siempre trato de aconsejar, no solo en los partidos, sino también en el día a día y en aspectos igual de importantes, porque a lo mejor cuando eres muy joven hay cosas que no ves», explica la granadina. Un rol que también aceptan en el CV Haris. «De hecho, hay una compañera del equipo a la que llamo hijita, y ella me dice mama; existe esa complicidad entre ambas», revela, aunque sin dar a conocer quién es esa particular descendiente. Un sentimiento un tanto artificial, pero que Patricia desea convertir en realidad, más pronto que tarde. «Quiero ser madre, y evidentemente la edad pasa, y cada vez es algo más difícil», admite la deportista blanquiazul, sabedora de que no se puede «esperar mucho; como máximo un par de años». «Creo que es algo que lo tengo claro dentro de mis proyectos de vida, y me gustaría que se cumpliera», insiste. Otras deportistas dieron a luz y regresaron luego a las pistas, aunque Aranda sabe que si es «madre no volvería a jugar más». Por ahora, esa experiencia y amor maternal lo seguirán disfrutando en exclusiva en el Sanaya Libby’s.

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