La fuerte personalidad de Cristofer Benítez, forjada a base de experiencias negativas, ha sido clave para que gimnasta tinerfeño encauce con relativa normalidad los ataques homófobos recibidos hace unos días de la patinadora rusa olímpica Tatiana Navka. Lejos de venirse abajo, el deportista isleño se muestra aún más sólido en sus convicciones. 

“Apenas he dormido dos horas”. Son casi las primeras palabras de Cristofer Benítez cuando acude a la entrevista acordada con El Día. No es la consecuencia de una vida desordenada, ni tampoco del ajetreo que pudiera derivarse de la época estival. La frase en cuestión es, simplemente, el perfecto resumen de lo que viene viviendo estos últimos días el veterano gimnasta tinerfeño, de 31 años y que ha desarrollado toda su carrera en el Club Evangim. Y es que casi sin quererlo, Cristofer ha visto como un despectivo y homófobo comentario en Instagram por parte de la patinadora olímpica rusa Tatiana Navka sobre un ejercicio que el deportista isleño realizara dos años atrás, ha provocado una bomba expansiva que trasciende de lo deportivo. Una reacción en forma de apoyos hacia el deportista chicharrero, que lejos de sentirse tocado en lo moral, ha visto como se han reforzado sus convicciones para que la rítmica masculina tenga visibilidad y cada vez una mayor aceptación.

Ajeno a lo que pasaría.

“No me enteré hasta que me lo dijo un compañero”, reconoce Cristofer, cuya primera reacción fue “hacer dos pantallazos de aquello” y publicarlos en la misma red social. “Escribí que era una vergüenza que una patinadora olímpica hiciera ese tipo de comentarios, y a la vez ilógico porque su cuenta la tiene más orientada hacia temas personales y no deportivos”, relata Benítez sobre una situación que se produjo “a las 10 de la noche” y que le tuvo “respondiendo mensajes hasta las 3 de la mañana”.

Viralizado.

Fue solo el inicio de un huracán de alusiones y respaldos. Cuando Cristofer volvió a abrir los ojos a la mañana siguiente la situación se había ya desmadrado. O viralizado, desde el punto de vista mediático. “Me llamó el Consejo Superior de Deportes para interesarse por mí y luego la Federación Española”, apunta el deportista sobre un interés ratificado a las horas en redes sociales y que propició que su caso acabara de explotar.

26.000 nuevos seguidores.

A partir de ahí “políticos, deportistas nacionales e internacionales y otros colectivos” de la más diversa índole, “como algunos grupos carnavaleros”, se pusieron del lado de Cristofer, ya “asombrado por la repercusión que estaba teniendo todo esto”. Un inesperado tsunami que Benítez trata de gestionar como mejor puede, y con “la suerte” de haberle “pillado de vacaciones”. “He respondido lo que he podido, pero ha sido imposible atender a todo el mundo”, admite sobre una polémica que ha superado el ámbito nacional “de los primeros días” y ya ha llegado “a otros países como la propia Rusia y algunos de latinoamérica”. “Ha sido de locos”, reitera el gimnasta, cuya cuenta de Instagram ha pasado de “tener unos 5.000 seguidores a llegar casi a 31.000”.

La malla como blanco.

El revuelo levantado tiene su génesis en el comentario de Navka, que no comulga con la existencia de la modalidad de chicos dentro de la rítmica. “Lo femenino siempre será femenino y lo masculino será masculino”, escribió la patinadora, apuntando también que, en la medida de sus posibilidades, sus hijos se mantendrán al margen de esta dualidad. El ataque de la patinadora se cebó, especialmente, en la indumentaria del gimnasta tinerfeño, que en sus ejercicios suele adornar su vestimenta con faldas y otros elementos textiles que no son muy comunes en otros chicos.

La malla empleada por Cristofer Benítez en la Copa de la Reina de 2019 –celebrada en Guadalajara– fue el denotante para las declaraciones de Tatiana Navka. La misma, obra de Davide Mailots e inspirada en la película El Príncipe de Egipto, contaba con bastante orfebrería y varios volantes a la altura de la cintura. E. D.

Explotar lo artístico.

“Sí es verdad que soy peculiar por mis mallas; el único chico a nivel nacional y quizá internacional que se esmera tanto en la indumentaria», reconoce Cristofer, cuya relación con la prestigiosa empresa Davide Maillots –donde ha colaborado un buen tiempo–, le ha permitido exprimir de manera exponencial dicha vertiente artística. “El código de la gimnasia rítmica te pide un todo: una dificultad corporal, de aparato y el artístico. Y yo trato de cubrir totalmente el artístico haciendo alguna historia que me identifique. Si por ejemplo voy del Príncipe de Egipto, uso su música, pero también hago sus movimientos y me pongo su malla”, señala para justificar un estilismo que ya en su día también resultó difícil de digerir. “Cuando empecé a sacar ese tipo de mallas, no fueron muy aceptadas”, recuerda, antes de insistir en que su “único propósito es darle coherencia” a los personajes que representa. «¿Acaso los romanos no tenían faldita?”, deja caer a modo de ejemplo.

Pobres valores.

¿Y qué le diría Cristofer a la patinadora rusa si la tuviera delante? “Pues qué pena que una deportista olímpica tenga esos valores o vaya a criar a sus hijos tan obcecada en algo como la homofobia y la intolerancia”, responde el tinerfeño de forma tajante sobre esa supuesta afirmación que, seguramente, nunca se produzca. Más real sí es lo que pasa por la cabeza de Benítez. “A día de hoy sigo sin entender cómo fue a por mí”, se pregunta. “Es ilógico”, añade. “Si tú vas a por un gimnasta medallista o muy renombrado, vale... ¿pero justamente a mí, que no soy nadie y que llevo años que no gano una medalla?”, se cuestiona igualmente el tinerfeño.

La ventaja de la edad.

En medio de su alegato se le insiste a Crístofer. ¿Pero realmente se encuentra bien o lo suyo es solo una coraza? “Me he sentido abrumadísimo, pero en general estoy bien”, replica antes de aclarar que “este tipo de mensajes” no le “afecta para nada puesto que es uno más de los muchos” que se ha “encontrado” a lo largo de su “carrera deportiva”. “Doy gracias que me haya tocado a mí, ya que con 31 años tengo esa fuerza y esa cara para luchar; llega a ser otro niño de 15 o 17 años y a lo mejor le hubiera afectado mucho más”, explica de una manera más profunda.

Peaje de juventud.

Pero Benítez también tuvo que pasar por esa especie de injusto peaje y “por cosas ante las que, a causa de la inmadurez, no sabía cómo reaccionar”. Trances “más fuertes” que el que ahora le ha tocado vivir, caso de “rechazos y miradas”, o que igualmente “por los pasillos” le llamaran “maricón o hijo de puta”, o incluso que “mandaran a otras personas” a amedrentarle. “Y también que, con 17 años, me echaran del pabellón y no me dejaran entrenar. En ese momento me fui porque no sabía cómo enfrentarme a la situación; pero ahora sí lo sabría hacer”, señala sobre sus inicios. En la actualidad, a base de palos y encallecido, todo es diferente. “Lo he pasado mal por este deporte, pero estos últimos años han sido más felices, en parte porque me lo he tomado de otra manera y he querido disfrutar de la gimnasia mucho más de lo que me hace sufrir; si algo me molesta me doy media vuelta y no dejo que me afecte. Lo pasado lo he ido olvidando”, es su planteamiento presente.

Sin miedos.

En el candelero sin imaginarlo y a sus 31 años, Benítez enfila la recta final de su carrera. Dice no tener en su cabeza “un plazo concreto para dejarlo”. Seguirá compitiendo sine die, pero también con una nueva vertiente, la de convertirse en ejemplo, a modo de batalla, constancia y valentía, para tumbar abajo ciertos estereotipos dentro de su deporte. “Espero que los niños se arriesguen a ponerme más cosas en las mallas, y también hombreras, plumas, coronas...”, expresa el tinerfeño a modo de deseo. Él lo ha venido haciendo sin tapujos, “ni miedos a posibles sanciones”, y con un fin principal, “disfrutar con la rítmica” que hace.

Cristofer, en pequeños detalles

  1. Respaldo: «No me lo esperaba». Reconoce Cristofer que no se “esperaba tanto respaldo”, en especial “político”, y más cuando “hoy por hoy en realidad” no es “nadie en la rítmica nacional”. “Me asombró que Íñigo Errejón lo publicara en Facebook y Twitter, y también que me llamaran los alcaldes de Santa Cruz y La Laguna”, admite. Eso sí, no esconde Benítez que echa “en falta unas palabras de Almudena Cid, que no se ha pronunciado para nada”. “Y eso es lo que me fastidia, porque aquí por la rítmica masculina luchamos entre todos”, añade a modo de lamento.
  2.  Salida docente: Charlas como altavoz. Sabe Cristofer que esta inesperada polémica ha permitido que su nombre trascienda el mundo de la rítmica, por lo que, en la medida de lo posible, tratará de aprovechar el filón con el fin de visibilizar su lucha. Sobre la mesa ya tiene algún ofrecimiento para realizar un anuncio publicitario, e incluso le “han llamado desde un ayuntamiento de Madrid para dar una charla en colegios”.
  3.  Federación española: «Ha llegado aire fresco». Cristofer ha sido uno de los gimnastas que más ha batallado para que la rítmica nacional normalice la figura masculina, algo que, por contra ya sucede “desde hace tiempo con la Federación Canaria”. “Creo que últimamente ha entrado aire fresco en la Española y eso les ha liberado”, señala, si bien advierte que “todavía queda mucho por hacer”. “Este año ya se dio cabida en los Nacionales a los conjuntos mixtos e incluso hay más competiciones en las que participar, no en una sola como hasta ahora”, explica, si bien considera que “sería necesario que hubiera más de un nivel, como sucede en las chicas, para que muchos niños no se pierdan por el camino”.
  4.  El futuro: El conjunto, su prórroga. Aunque sus conocidos le dicen que “cada año” lo “ven mejor”, a Benítez se le hace más cuesta arriba su continuidad como gimnasta. “Cada vez son más lesiones y más dificultad para entrenar por mis otras ocupaciones, pero quiero seguir realizando lo que me gusta y ahora, con la posibilidad de hacer conjuntos, el peso y la responsabilidad no son tan grandes”, expresa como forma de agarrarse a su deporte.