Londres, Río y ahora Tokio. El árbitro isleño José María Padrón (Santa Cruz de Tenerife, 1972) representa el olimpismo que no se ve, aquel que pasa desapercibido en la cobertura de los grandes medios de comunicación y que no recibe medallas, podios ni becas con muchos ceros en la cuenta corriente.

Desde que hizo en Cagliari el curso de árbitro internacional de voley playa, su prestigio y reputación no han hecho sino crecer. De él hablan maravillas quienes mejor le conocen y su trayectoria es reluciente, hasta el punto de que en Japón cumple su tercer ciclo olímpico.

Le avala su impecable labor en torneos del Circuito Mundial, Europeos y Mundiales, si bien nada tiene la repercusión y el impacto de unos Juegos Olímpicos, «porque aquí todos los deportes tienen la misma importancia». También el suyo, que la organización ha ubicado en un imponente parque botánico (Shiokaze Park) que estaba preparado para recibir la visita de miles de espectadores. La pandemia todo lo paró, pero la cita olímpica ha seguido adelante, lo cual celebra el juez de silla.

Para Padrón, el esfuerzo del COI y de la comisión responsable de la organización de Tokio 2020 está resultando «un éxito». «Siento que es como si venciéramos al virus de algún modo», destaca. Respecto a Juegos anteriores, echa en falta la calidez del público, más todavía en una disciplina donde el papel de los espectadores resulta fundamental. Y por supuesto se apunta a pitar una final porque es un logro que redondearía su palmarés (ya en Río pitó la femenina). Aunque ello implicaría que no hubiese representación española.