Tiene mucho valor lo de Andrés Eduardo Mata Pérez, diploma olímpico por tres veces en un deporte donde España no es superpotencia, ni referencia, ni tan siquiera un país que cuide lo suficiente su cantera y sus licencias.

La halterofilia se abrazó ayer a su trayectoria inmaculada en los Juegos para soñar con una medalla imposible. Si no fallaban los favoritos -casi ninguno lo hizo-, lo natural para Andrés era manejarse en puestos de diploma. Así ocurrió. Y el hispano venezolano se fue satisfecho con sus marca y puesto, no tanto con los jueces.

Mata emprendió su camino en 154 kilogramos en arrancada, registro que batió con plena solvencia. Luego subió su apuesta y firmó también 158, llegando entonces a dígitos muy notables. Decidió arriesgar, y en 161 falló. Era lo previsible.

Los problemas para el isleño vinieron en la segunda parte de su concurso olímpico (dos tiempos). Los jueces no validaron su intento en 189 aunque lo había superado con suma facilidad, ante el asombro y aplauso de sus compañeros, que seguían la competición en el auditorio. La negativa de los árbitros le descentró y le sacó por completo de la sesión. Aún así, logró reponerse para hacer un buen tercer intento y sumar un total de 347 kilos.

Mata superó al campeón nacional de Turkmenistán y al chileno Méndez Pérez, que se convirtió sin quererlo en el gran protagonista en la zona mixta. Tras blanquear y quedarse fuera de los puestos de diploma, rompió a llorar ante los periodistas, anunció que se retira y confesó que había consumido marihuana -dio positivo hace un mes- en un auténtico suplicio de rueda de prensa.

Los fallos ajenos los aprovechó Andrés para escalar de la décima posición que ocupaba en la arrancada; y elevarse a un octavo lugar que sirve de colofón para una excelsa trayectoria olímpica. Quinto en Londres, sexto en Río y ahora octavo en Tokio, su gran mérito es haber ido elevando sus marcas ciclo tras ciclo; rubricando así su magnífico nivel competitivo. En las grandes citas, nunca falla. Y el de ayer posiblemente fuese su último abrazo a los Juegos. Mata no estará en París; de vuelta a casa podrá presumir de olímpico titulado. Tres diplomas, ahí queda eso.