Los enviados especiales de la prensa internacional a Tokio ya han asimilado algunas de las obligaciones que les impone la organización. Desde hacerse test diarios de saliva hasta beber de su propia agua para probar que no son sustancias químicas. 

Los organizadores de Tokio 2020 afinan los detalles de la ceremonia de apertura y no con una sola preocupación. Aunque la contención del coronavirus y que no se multipliquen los casos relacionados con los deportistas se ha convertido casi en una obsesión, evidentemente también los asuntos relativos a la seguridad del evento adquieren un carácter capital en las horas previas. Como muestra un botón. A los enviados especiales que accedemos cada día al centro internacional de prensa o cualquiera de las sedes olímpicas, se nos pregunta si llevamos agua en el interior de nuestras mochilas. Y en caso afirmativo, se nos invita a beber aunque sea un trago para comprobar si realmente es H2O o alguna sustancia prohibida (¿químicos tal vez?, pregunta un oficial sin poner cara de asombro). Es la misma naturalidad con la que nos preguntaron antes de entrar en Japón si pensábamos introducir varios lingotes de oro; o a continuación, obligarnos a firmar una declaración jurada para confirmar que habíamos dicho la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Así que la vida de los periodistas no comporta no solo perder el tiempo en estos trámites, también en pasar a diario un test de saliva perfectamente organizado. Te entregas un tubo de ensayo, insertas un código de barras asociado a tu acreditación, pasas a una sala en la que introduces saliva y más saliva (hasta llegar a 1,5 milímetros, creo recordar), y por último haces la cola para entregarla en tiempo y forma. Así, al menos tres días seguidos. Siguen los registros de temperatura diarios a través de una plataforma de la organización; y tantas otras gestiones que ya se convierten en rutina.

Pero la prensa tiene tiempo -por supuesto que sí- para lo que el Gobierno de Japón nos considera trabajadores esenciales: informar. Y para este momento en el que sale la crónica rumbo a España ya hemos podido confirmar que en la apertura habrá un homenaje a los sanitarios, un recuerdo a los Juegos del 64, una cuenta atrás regresiva en los minutos previos al arranque, una duración de 305 minutos, margen suficiente para mostrar una enorme bandera japonesa en el centro del Estadio y la aparición de los aros olímpicos en color dorado. También fuegos artificiales y voladoras palomas de la paz. No podían faltar medidas especiales contra la covid que obligarán a cada delegación a guardar distancia de seguridad entre país y país. Faltará Guinea, que ha cancelado su presencia a última hora, lo mismo que el principe danés por haber sido contacto estrecho de un positivo. En la delegación nacional aquellos que han iniciado su concurso olímpico lejos de Tokio (la selección de fútbol) y los más rezagados, que aún preparan en estos momentos su desembarco en la capital japonesa. Serán los Juegos del silencio, la seguridad y la esperanza de que nada malo pase. «No news, good news», sonríe en el centro de pantallas un periodista inglés mientras expresa que lo mejor para estos Juegos sería que no hubiera sobresaltos. De momento, ayer el primero: despedido el director de la ceremonia de por unos comentarios en alusión al Holocausto.