Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

El Festival Keroxen recrea su particular Jauja con una exposición colectiva de sello femenino

La cita musical amplía su propuesta con dos exposiciones que se podrán disfrutar de manera paralela a los conciertos

El Espacio Cultural El Tanque de Santa Cruz de Tenerife rodeado de su jardín lleno de asistentes al festival.

El Espacio Cultural El Tanque de Santa Cruz de Tenerife rodeado de su jardín lleno de asistentes al festival. / Juan MaRe

Patricia Ginovés

Patricia Ginovés

Santa Cruz de Tenerife

En el imaginario medieval, Jauja fue un territorio mítico donde la abundancia era eterna, el trabajo innecesario y los deseos más básicos se cumplían sin esfuerzo. Era, sin duda, un lugar soñado por el pueblo que, entre sus penurias, imaginaban un paraíso que era al mismo tiempo grotesco y festivo, donde la comida colgaba de los árboles y de los ríos manaba el vino. El Festival Keroxen recrea ahora su particular Jauja para dar la bienvenida al visitante, quien puede pasear durante estos meses de octubre y noviembre por el jardín del Espacio Cultural El Tanque, en Santa Cruz de Tenerife, y recrear este mito, donde se mezcla la sátira y la esperanza, y que, al igual que aquella leyenda medieval, funcionaba como válvula de escape frente a una realidad de escasez.

Esta exposición colectiva ha permitido que Idaira del Castillo, Nayra González, Mayte Henríquez, Pura Márquez, Andrea Moreno y Eider Oliva creen, de manera conjunta, un juego cómplice en el que la risa ha acompañado al proceso, «recordándonos que la creación colectiva también es una fiesta», afirma la Pura Márquez.

Dos caras

Así pues, Jauja transita, en la capital chicharrera, entre la fina línea de invocar el exceso para revelar así la falta y construir un paraíso absurdo que evidencia su condición de artificio. La ironía se hace presente en esta multifacética pieza. Esta propuesta contemporánea se convierte, de este modo, en un «espejo deformado de nuestras ansias de abundancia, consumo y disfrute, celebrando con humor lo que nunca dejará de ser, en el fondo, un mito», expresan las artistas que forman parte de la propuesta.

Pero más allá de esta concepción entre la leyenda y la denuncia, Jauja trata de rendir homenaje, además, al antropólogo tinerfeño Fernando Estévez. Además de profesor titular de Antropología Social en la Universidad de La Laguna (ULL), fue presidente de la Asociación Canaria de Antropología y director del Centro de Estudios Antropológicos, desde donde impulsó la creación del Museo de Antropología de Tenerife. Destacó por su renovación crítica de la antropología y la museología en Canarias, a través de la cual iluminó las relaciones entre la cultura, el mito y la sociedad.

Segunda oportunidad

De este modo, Pura Márquez rememora que hace años ya se trabajó en una exposición similar junto al antropólogo que, sin embargo, no vio finalmente la luz. Este año, el director del Festival Keroxen Néstor Torrens decidió sacar del cajón esta idea aparcada durante tanto tiempo y retomar algunas de las piezas diseñadas para aquel proyecto, como una serie de jamones que se pueden observar ahora colgados en los árboles de la plaza de entrada al Tanque.

Una de las piezas comestibles de la exposición.

Una de las piezas comestibles de la exposición. / Juan MaRe

A pesar de que cada una de las artistas participantes se ha encargado sobre todo del desarrollo de una de las piezas, el trabajo ha terminado siendo algo comunitario. Dadas las propias características de las obras y la buena relación que se ha fraguado entre este grupo de creadoras, no descartan continuar innovando a lo largo de las próximas semanas, por lo que invitan al público a pasear entre la propuesta en diferentes ocasiones, porque siempre van a encontrar algún nuevo detalle añadido.

Piezas únicas

Mientras que Idaira del Castillo, por ejemplo, se ha encargado de confeccionar unos colchones rellenos de pinocha, tal y como se hacía en el pasado, sobre los que ha plasmado algunas de sus pinturas y que ahora sirven para que el público de los conciertos se siente y descanse entre actuación y actuación. Por su parte, Nayra González se ha encargado de confeccionar diferentes piñatas que convierten cada nueva cita con Keroxen en una auténtica fiesta ya que todos los asistentes están invitados a golpearlas con palos para descubrir los regalos comestibles que esconden.

Una de las obras de ‘Jauja’.

Una de las obras de ‘Jauja’. / Juan MaRe

Mayte Henríquez era la esposa de Fernando Estévez y también participa en esta nueva exposición, que presentó ella misma durante su apertura. Dijo que Jauja es ese lugar «que todos buscamos, también los canarios, cuando hace décadas emigramos a Venezuela en busca de un futuro mejor». Además, realizó un paralelismo con la situación que se vive actualmente, ahora que Canarias está recibiendo a numerosos migrantes llegados desde las costas africanas. Las Islas parecen, así, que «se están convirtiendo en un lugar soñado». En cualquier caso, Pura Márquez habla de la necesidad de dar oportunidades a la gente que empieza en el mundo del arte, ya que algunas de las participantes son estudiantes de Bellas Artes o están terminando su formación.

Lugar de encuentro

Esta muestra se ha convertido en la excusa perfecta para que el público de Keroxen y los vecinos de la zona paseen por este jardín, más allá de los horarios en los que están programados los conciertos. Márquez indica que algunas de las personas que viven por los alrededores de este tranque de queroseno no han dudado en adentrarse en la propuesta y «mientras algunos aseguran que se trata de algo un poco raro, a otros les ha encantado, dicen que es una idea preciosa, nos quieren ayudar para añadir piezas y piden que se realicen más iniciativas como esta», expresa Pura Márquez.

La muestra se inauguró una semana antes del comienzo de los conciertos, que arrancaron este sábado 18 de octubre. Ese día, además, se pudo contemplar la otra propuesta expositiva de esta edición del festival, Vigilancia y deseo, una gran instalación firmada por Néstor Torrens, director del festival. La pieza propone una mirada crítica sobre los sistemas contemporáneos de control, en los que el deseo, más que la prohibición, se convierte en el motor de la vigilancia. A través de una escenografía poblada por personajes simbólicos y figuras híbridas, la instalación transforma el espacio en un teatro expandido.

Tracking Pixel Contents