Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Amalgama

La Oficina de Coincidencias

La Oficina de Coincidencias

La Oficina de Coincidencias / La Provincia

Juan Ezequiel Morales

¿Alguna vez ha pensado usted en alguien y, de repente, le llama? En la vida diaria, cuando una serie de azares nos sacude, por ejemplo, el número repetido en un billete, el encuentro fortuito que transforma una biografía, solemos despacharlo como «casualidad». Pero hay una genealogía intelectual que convierte esas casualidades en materia filosófica.

El primero en hacerlo con vocación de ley natural fue Paul Kammerer. En 1919, este biólogo vienés publicó Das Gesetz der Serie, donde afirmaba que las coincidencias no son sucesos aislados, sino que se organizan en series.

Tres décadas después, Carl Gustav Jung reconoció este trabajo y lo citó explícitamente en su desarrollo de la sincronicidad (especialmente en el ensayo de 1952 con Wolgang Pauli, Naturerklärung und Psyche). Al elaborar su teoría de la sincronicidad, citó expresamente a Kammerer, aunque lo juzgó insuficiente por centrarse meramente en el fenómeno estadístico. Donde Kammerer veía persistencias y atracciones estadísticas, Jung introdujo el arquetipo, el símbolo colectivo que conecta lo psíquico y lo material en una red de significados. La sincronicidad no es ya mera repetición, sino un fenómeno que vincula al sujeto con el mundo en un acto de sentido.

Kammerer registraba coincidencias en diarios, e intentaba demostrar que tenían un patrón de recurrencia que escapaba a la mera probabilidad. Para él, había una ley natural que organizaba lo similar en serie, paralela a la causalidad. La obra de Paul Kammerer se tituló Das Gesetz der Serie. Eine Lehre von den Wiederholungen im Lebens-und Weltgeschehen (Berlín, 1919). Ahí propuso que las coincidencias no son eventos enteramente independientes, sino que tienden a agrupaciones no periódicas o series que emergen más frecuentemente de lo que la pura probabilidad sugeriría. En su modelo, estas series no dependen de una causa común clara, sino de un principio que opera en el trasfondo de lo casual. En su terminología, «Serie» es una sucesión repetida de hechos semejantes o idénticos, en proximidad temporal o espacial, sin relación causal directa aparente. «Persistencia» es la tendencia de una serie a mantenerse a lo largo del tiempo, como si una inercia intentase sostenerla. «Imitación, o Simultaneidad contigua» es cuando un fenómeno se reproduce de forma contigua o cercana en el tiempo, como si se copiara o respondiera casi inmediatamente a un precedente. «Atracción» es una especie de fuerza hipotética que atrae eventos afines.

En el siglo XX tardío, otro pionero llevó esta tradición al límite. Se trata de John C. Lilly (fallecido en 2001), neurocientífico y explorador de los tanques de aislamiento o cámaras anecoicas, quien imaginó la Cosmic Coincidence Control Center (CCCC), traducible como la Oficina Cósmica de Coincidencias. Era una metáfora operativa, y se trataría de una agencia secreta del universo encargada de organizar las sincronicidades. Lilly proponía experimentar con la idea de que cada coincidencia era un mensaje emitido por esa oficina invisible. No había que creerla literalmente, sino usarla como dispositivo mental para expandir la conciencia y reprogramar la percepción. En los tanques de flotación anecoicos utilizó el LSD y la ketamina. Metodologizó una forma de explicar la conciencia con modelos de la mente que denominó el Programador y el Meta-Programador, que conciben la conciencia como un sistema de software autoreconfigurable. La CCCC fue, pues, una metáfora de un organismo o agencia invisible que administra las coincidencias de la vida, una hipótesis lúdica y operativa para experimentar con la mente en tres niveles, el experiencial, cuando algo ocurre que parece casualidad significativa o sincronicidad, puede interpretarse como un mensaje diseñado por esta oficina; otro nivel operativo, donde el sujeto entra en un contrato con la oficina, y con su atención a las coincidencias transforma su percepción de la realidad; y un último nivel gnoseológico, donde la oficina es un constructo para pensar la interacción entre azar, causalidad y consciencia.

La secuencia es clara: Kammerer cuantifica, Jung simboliza, Lilly operacionaliza.

Vamos a añadir, finalmente, un caso extraño, el de Philip K. Dick y el VALIS, que conecta con la Oficina de Coincidencias. VALIS es el acrónimo de Vast Active Living Intelligence System, un vasto sistema de Inteligencia Viva, y surgió de las experiencias visionarias que tuvo Dick en febrero y marzo de 1974, lo que él llamó su experiencia del «2-3-74». Aseguraba haber recibido un rayo de información rosa (la «pink beam») que le transmitía conocimientos inmediatos, incluso médicos (descubrió la enfermedad de su hijo gracias a esas visiones). Y se convenció de que una inteligencia trascendente se comunicaba con él a través de símbolos, coincidencias, sueños y sincronías. Philip Dick volcó esta vivencia en la novela VALIS (1981), escrita como una mezcla de autobiografía y teología de ciencia ficción. El mecanismo de coincidencias significativas VALIS se manifiesta a través de «obras de arte vivientes», películas, música, casualidades imposibles. Es, en cierto modo, una versión narrativa de la Oficina de Coincidencias. Su Inteligencia es distribuida, no es un Dios personal, sino un sistema activo, vivo, que se infiltra en la realidad para transmitir mensajes codificados.

La próxima vez que una coincidencia le sorprenda, pregúntese: ¿Es solo azar, o es la Oficina de Coincidencias susurrándole un mensaje?

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents