Canarismos
Fogaleras

Una hoguera de cuatro metros.
«Fogalera» es expresión genuina del español de Canarias que se emplea para designar las hogueras y, por antonomasia, las hogueras de san Juan. Se trata de una voz de origen portugués (del port. fogaleira o del port. dial. fogarela) que se encuentra muy arraigada en todo el archipiélago y desde su introducción en la lengua hablada ha mantenido su uso hasta la actualidad. Se refiere generalmente a una hoguera de considerables dimensiones, si bien en sentido figurado tiene otros significados y usos. Así, p.ej., se dice: «fogalera» a un calor sofocante («con esta fogalera no hay quien salga a la calle»), pero también «un fogalera» es un individuo que se enfada fácilmente, un «fosforito» o alguien que mete cizaña para echar a pelear a otros y, por extensión semántica, una «fogalera» es un pleito, una pelea («Chacho, en el bar se armó una fogalera»). Pero una de las expresiones más propias de esta época del año, próxima al solsticio de verano, es «para san Juan vamos a hacer una fogalera». La «cultura del fuego» es de ámbito universal y la hoguera se ha visto como una forma de celebración del solsticio de verano en las tradiciones que rinden algún tipo de culto al sol o a la naturaleza, y es aquí donde parece estar el origen de las fogaleras de san Juan. Así, pues, se trata de un ritual de celebración pagano que remonta sus inicios a una época ancestral y anterior al cristianismo. El encender hogueras en señal de gratitud a una divinidad es una práctica que encontramos en diversas tradiciones del mundo antiguo. En la Antigüedad clásica, p. ej., se encendían hogueras en honor a la diosa Ceres (divinidad de la agricultura) durante las fiestas de recogida de la cosecha o en honor a Baco al final de la vendimia, y ello como muestra regocijo. Los pueblos celtas consumaban en la hoguera sacrificios humanos en honor del dios solar. [Si bien los holocaustos o fuegos sacrificiales con seres humanos y animales son comunes a varias tradiciones, nos ha parecido ver en esto, los orígenes de la quema en las fogaleras de san Juan de muñecos de trapo y paja, quizá a modo de emulación de los antiguos sacrificios, por lo que es probable que aquella memoria arcaica haya permanecido soterrada en el inconsciente colectivo]. Las fogaleras de san Juan parecen tener, pues, un origen pagano y un ámbito universal. La fogalera puede ser vista como una manifestación del inconsciente, cargada de significados, como el que sugiere la acumulación de trastos viejos y la recolección de yerbas aromáticas que alimentarán la pira, el fuego transformador que nos fascina y nos extasía con su «magia». Si bien, al principio el cristianismo parece haber mostrado reticencias frente estos rituales paganos fuertemente arraigados en el pueblo, en aras del proselitismo, optaría por aceptarlos, «cristianizándolos», haciéndolos suyos e incorporándolos como parte de la liturgia cristiana. Esto podría explicar la discordancia cronológica de la celebración pagana del solsticio de verano (21 de junio, en el hemisferio norte) con la fecha designada por la iglesia para «hacer las fogaleras», como se sabe, el 23 de junio, víspera de san Juan Bautista que el santoral conmemora el 24 de junio, santo popular y de gran significación para el cristianismo. Lo mismo cabría decir de san Pedro, cuya festividad se celebra el 29 de junio, pero se «hacen fogaleras» en la víspera.
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