Mara Torres: «Vivimos en un mundo en el que cada vez faltan más faros»

La periodista y escritora aterriza en Gran Canaria para grabar un programa de ‘El Faro' este jueves en el faro de Maspalomas y para presentar, al día siguiente, su libro ‘Recuérdame bailando’ (Planeta), en homenaje a su hermana

Mara Torres.

Mara Torres. / ED

Cada faro es único en el mundo porque, como recuerda siempre, alojan «una señalización lumínica propia que los identifica». ¿Qué historias y temas va a alumbrar desde el faro de Maspalomas?

Esta es la primera vez que estaré en el interior del propio faro, porque ya estuve en Maspalomas hace un par de años. Y es verdad que cada faro es único en el mundo, porque la arquitectura les hace únicos y porque cada faro tiene su particular forma de girar, su cadencia, pero es que el de Maspalomas es un símbolo importante para toda la isla y, de hecho, es un faro de interés cultural, así que estoy deseando llegar y además viajaré con la mitad del equipo. Creo que voy a arrancar desde la linterna, porque estaré a 55 metros de altura y además tendremos la oportunidad de estar con los oyentes, nuestros fareros, que es lo más especial de nuestras salidas. 

¿Cómo nace su amor por los faros, tanto en un sentido literal como simbólico?

La idea del faro me gusta tanto por la historia real que albergan como por su metáfora. El faro tiene cientos de años de historia, el más antiguo del mundo es la Torre de Hércules en A Coruña, lo que significa que han visto naufragios, temporales, guerras, llegadas, salidas... O piensa en la importancia de los fareros, que han vivido en los faros, con sus familias, cuidando la linterna en condiciones atmosféricas muy adversas en muchos casos, hasta que ya los automatizaron. Y luego está esa parte metafórica, que es su simbología como punto de referencia. Cuando tú estás perdida, la luz del faro es la que te guía. Esa metáfora siempre me ha encantado porque creo que vivimos en un mundo en el que cada vez faltan más faros, y con esto me refiero a cualidades como la honestidad, la bondad o la tolerancia. Estamos tan faltos de ellos que me gusta reivindicarlos.

¿Qué es lo que más ha aprendido de los gatopardos desde que encendió su primer Faro en la Cadena Ser en 2018 hasta hoy?

Sobre todo, he aprendido a escuchar. Luego, la preparación que hago de las entrevistas es muy, muy exhaustiva. Yo estudio a cada uno de mis invitados durante una media de dos horas cada mañana y anoto por dónde quieren ir, evito cosas que les puedan incomodar, porque quiero que la entrevista sea un regalo para ellos. Y cuando te lo planteas así, como un regalo para un invitado que se toma su tiempo para venir a tu casa, es increíble cómo se sienten cuidados. Pero lo que más me ha sorprendido es que, cuando ellos muestran vulnerabilidad, eso les engrandece. Cuando recuerdan a sus faros, sin ir más lejos, a quienes les acompañaron desde el principio, porque cuando vienen a El Faro ya son muy famosos, esa honestidad aún me emociona después de casi 800 invitados.

Mañana presenta Recuérdame bailando, el libro que reconstruye la muerte por suicidio de su hermana Alicia, a los 33 años, en 2013. Cuenta que fue el dato de que «más de 4.000 personas se suicidan al año» lo que la animó a publicarlo bajo la firma de ambas.

Efectivamente, saber ese dato y saber también que ese pacto de silencio que teníamos los medios de comunicación de no hablar del suicidio, porque creíamos que generaba un supuesto «efecto contagio», no era real, porque empecé a leer en todas las documentaciones de psiquiatras y psicólogos que es un falso mito. Al contrario, es el silencio el que mata porque es el que hace que tú no cuentes lo que te pasa y, por tanto, no pidas ayuda. Afortunadamente, muchos medios de comunicación ya abordan con naturalidad los temas relacionados con la salud mental, pero yo creo que el suicidio sigue siendo un tema bastante tabú, pero solo si hablas de suicidio puedes hablar de prevención del suicidio.

Dice que «mi hermana quería vivir, pero su mente era su gran enemigo» porque, aunque parezca paradójico, el suicidio no es incompatible con querer vivir.

Mi hermana Aly tenía muchísimas ganas de vivir y lo muestra en cada una de las líneas de su libro, que es un diario que escribió a lo largo de siete años y que me pareció que aportaba un montón de pistas sobre lo que le sucedía, porque luego la mente puede convertirse en algo muy oscuro que acabe contigo. En ese sentido, el libro se lee como una novela, que es una novela triste pero que, al mismo tiempo, es una novela que todo el mundo define como un canto a la vida, porque también es una novela luminosa. Desde que publicamos el libro he estado en 15 ciudades, las presentaciones están siempre llenas y la palabra que más me repiten los lectores es «gracias», porque todo el mundo conocen a un amigo, un primo, un colega, que murió por suicidio pero no se dijo. Este es un tema que toca a casi todo el mundo, como la salud mental: todos conocemos a alguien que ha tenido una depresión y se ha visto incapaz de ver la luz. Pero yo siempre digo que existe esa luz y que hay posibilidades de prevención, pero para eso tenemos que visibilizar. 

«Las personas que mueren por suicidio, en su grandísima mayoría, quieren vivir»

Antes subrayaba la importancia de la escucha, pero para eso es fundamental perder el miedo a nombrar, y así desestigmatizar.

Es que si entras en cualquier plan de prevención del suicidio, lo primero que aparece es la importancia de romper el silencio, porque si no, se crea un tabú. Mira la de familias que lo han escondido y que no han podido vivir su duelo con dignidad porque sintieron que lo tenían que esconder, como si fueran culpables de algo. Otra de las cosas que dicen también es que las personas que mueren por suicidio, en su grandísima mayoría, quieren vivir, pero no encuentran las herramientas. Por eso el libro de mi hermana es tan conmovedor. Mucha gente se me acerca y me dicen que se han sentido completamente identificados con mi hermana Aly y que, al terminar de leer el libro, han pedido ayuda. O que se sintieron como Aly durante un tiempo y que hoy están aquí, porque han superado ese dolor, esa situación, y eso me hace comprobar, una vez más, que hay esperanza, y que contar las cosas e informar con sensibilidad es el camino. 

Precisamente, cuenta que su familia logró salir adelante porque decidió "contar la verdad".

Nosotros tomamos la decisión de contarlo desde el principio y eso nos hizo sentirnos muy acompañados. Nosotros somos una familia muy querida y a mi hermana Aly la adoraban. Recuerdo que se me llenaba el móvil de mensajes de amigos de mi hermana que me decían: gracias por devolvérnosla. La tristeza está, porque nada nos la va a devolver físicamente, pero nos deja esta reflexión que estamos haciendo, que es que la gente sepa que hay un teléfono de prevención del suicidio, que es el 024; que nadie tema contar que no se siente bien porque los médicos te van a ayudar y que, si sientes un dolor dentro, o muchos dolores, que no sabes explicar, tienes que contárselo a quien tú sabes que te quiere, que tú sepas que te va a entender, y que tendrás ayuda.

Y una última pregunta obligatoria como farera: ¿a quién se llevaría esta madrugada a un faro y qué canción sonaría?

Pues me iría con mis hermanas Aly y Eva, y con todos los amigos que nos acompañaban, y podría sonar una canción de Vetusta Morla, que nos acompañaba mucho en los viajes en coche y en las fiestas. Esa canción sería Copenhague, que nos gustaba mucho y, además, dice un único nombre: Alicia.

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