Algunas honduras del esdrújulo

Se publica ‘Esdrujulea’, de Bartolomé Cairasco de Figueroa, obra inédita hasta ahora que utiliza una rima infrecuente en español

Algunas honduras del esdrújulo

Algunas honduras del esdrújulo / E.D.

José miguel perera

En los últimos años se han ido editando, con los trabajos del investigador Antonio Henríquez Jiménez, diversas creaciones del poeta fundador canario Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610). El gran acontecimiento fue acercar —tras más de cuatro siglos ausentes para la mayoría— los voluminosos tomos del Templo militante, la obra magna de Cairasco. La minusvaloración que ante sus textos se ha tenido solo puede ser traducida reflejamente como una actitud que encarna nuestra propia enfermedad identitaria, de hondas raíces corpomentales. ¿Ha tenido otra suerte diferente ese libro fantasma que ha sido la Esdrujulea? Tristemente no. Hemos conocido una Esdrujulea y un Cairasco a trozos, incompleto y sesgado; sobre todo porque algunas visiones, tenidas por autoridad, nos han vendido que no pasaba de ser un poeta mediocre, excesivo y hasta ridículo a veces, con su reiterado y pejiguero esdrújulo.

Esdrujulea es un conglomerado de textos que hizo y recopiló al final de su vida. Fueran cuales fueran sus intenciones, queda claro en su propósito anciano el deseo de seguir siendo considerado como aquel joven que, al menos unos cuarenta años atrás, se había distinguido por el uso de este tintineo de rimas infrecuentes en español, cuando influenció a escritores como Góngora. Es decir, las posturas excéntricas de Cairasco despertaron tanta extrañeza como admiración, por mucho que posteriormente hubiera épocas, como la Ilustración, que poco toleraron estas maneras. Pero en esto nada fue blanco y negro pues, en aquella misma época, nuestra primera mujer poeta, María de Viera, tomará al grancanario como autoridad para sus repetidas rimas esdrújulas.

Actitudes novedosas como las de Cairasco (y sus enrevesadas fórmulas barrocas) no han estado exentas de provocación, y suelen ser leídas como mero juego, análogamente a lo que ocurre con las vaguardias del siglo XX. Sabemos que en estos contextos hay actitudes que van más allá de lo lúdico, con lo que el problema de entendimiento lo tiene más quien interpreta que quien crea.

En Cairasco el «esdrújulo canario», inspirado en las «musas dorámides» (ambos sintagmas recurrentes en el presente libro, hasta hoy inédito), encarna una cosmovisión en la que es clave su perspectiva del mundo desde la sociohistoria isleña y su mundo natural, el cristianismo contrarreformista (y su perfil sicológico de converso); y, por supuesto, los antiguos canarios. El esdrújulo es la enseña más evidente de su punto de vista de la existencia, sobre todo cuando se torna diagonalmente crítico.

Es cierto que las rimas de Cairasco, tal y como todavía hoy nos llegan, sonaban extravagantes, por su infrecuencia y dificultad hasta en la lectura; pero fue su elegida actitud más directa para llamar la atención, como hace la buena literatura. El socorro sonoro y emplumado del esdrújulo como acento poético apela a los lectores con facilidad, como –por ceñirnos al ámbito contemporáneo de lo musical– en Transoceánica del uruguayo Jorge Drexler; y también es propenso a la ironía y la distancia crítica, como en Mazúrquica modérnica de Violeta Parra, en Esdrújulo de Viglietti o En las Antípodas de Krahe. Es tan infrecuente y dificultoso el ritmo proparoxítono y las esdrújulas que se emplea incluso en ocasiones (batallas raperas o improvisaciones de décimas) como demostración de la valía del emisor, seguramente porque su posicionamiento social subalterno y marginal necesita empoderarse manifiesta y resonantemente con las subrayadas marcas esdrújulas.

En el fondo, la actitud consciente de Bartolomé Cairasco con la bandera del esdrújulo se mueve en todas estas aristas enumeradas donde se entrecruzan ironía, crítica y aumento de autoestima como deseo de demostrar que desde la precaria y africana condición canaria también se podían hacer literariamente obras de valía. No es fácil deshacerse de complejos cuando lo achicante se nos impone y va con uno. Y por eso también pide Cairasco que sus versos no sean mirados con la prepotencia de los «ojos satíricos» de los menospreciadores de la extraña lengua que encarna, a su manera, la particular y violentada condición canaria. El esdrújulo se tornó clave para extranjerizar el idioma impuesto en la conquista y sacarle más jugo poético; fue, así, otro modo de tomar distancia —hasta cierto punto— de la cultura institucionalizada y vigilante del contrarreformismo, aunque en apariencia no lo parezca.

Las palabras esdrújulas son hoy vertebrales en el idioma y desde la segunda mitad del siglo XVI han quedado asociadas a Bartolomé Cairasco de Figueroa y a su perspectiva de existencia, inentendible sin Canarias y su cultura. Probablemente esta sea la más trascendente de sus valías: dejar huella en un código lingüístico a través de la creatividad crítica de su original personalidad. La sombra canaria de Cairasco resuena, a través de los siglos, en la columna vertebral del español; y la conciencia mayor de esta sombra debe animar, al menos en el arte joven canario, otros modos que tengan como horizontes la fuerza y el atrevimiento de Cairasco con su sorprendente y ya hoy felizmente accesible Esdrujulea.

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