Dar cera, pulir cera

Limpiadoras y trabajadoras del hogar buscan su sitio en la cultura: "La relación entre señores y sirvientes fascina y horroriza a partes iguales"

María Agúndez novela en 'Casas limpias' las tiranteces y contradicciones de las las relaciones entre empleadas domésticas y empleadores

La actriz Margaret Qualley protagonizó la serie 'La asistenta'

La actriz Margaret Qualley protagonizó la serie 'La asistenta' / EPC

David Morán

Barcelona

“Me paso el día limpiando”, escribe María Agúndez (Zaragoza, 1990) en la primera página, también en la primera frase, de ‘Casas limpias’ (Temas de Hoy), novela que se asoma a lo que casi nadie quiere ver para retratar con humor perverso lo que nadie quiere hacer. Dar cera, pulir cera y enredarse en todas las derivadas imaginables del capitalismo doméstico. “Los martes hago una limpieza general. El resto de la semana aspiro la casa, sacudo los sofás, coloco los cojines y pongo dos lavadoras. Con regularidad, vacío de pelos el depósito de la ducha, que es algo parecido a purgarme. Cuando no estoy limpiando, estoy pensando en limpiar”, prosigue la también autora de ‘Piscinas que no cubren’.

Solo que quien limpia o piensa en limpiar, tanto monta, no es ella, sino Sol, protagonista de una novela que viene a coronar un incesante goteo de ficciones relacionadas con limpiadoras y trabajadoras del hogar. Libros, series y películas que en realidad no van de tareas domésticas, sino de supervivencia, precariedad y lucha de clases. O lucha a secas. “La relación entre señores y sirvientes fascina y horroriza a partes iguales por su ambivalencia, se debate entre la distancia y la intimidad, entre la armonía y la violencia, entre la lealtad y la rebeldía”, escribe Alizée Delpierre en ‘Servir a los ricos’ (Península), uno de los ensayos de la temporada y una reveladora zambullida en los bajos fondos de las dinámicas de poder y las servidumbres hogareñas.

María Agúndez, autora de 'Casas limpias'

María Agúndez, autora de 'Casas limpias' / EPC

Reconquistas sociales

En él, la investigadora francesa habla de ‘La ceremonia’, de Claude Chabrol, de la oscarizada ‘Parásitos’, y de los escalafones sociales de 'Downton Abbey'. De 'Diario de una camarera', 'Un corazón sencillo' y 'Eugenia Grandet'. Mirbeau, Flaubert y Balzac para abrir boca y 'Renata sin más' de Catherina Guérard y 'Las criadas' de Jean Genet para entrar en materia. Clásicos domésticos del siglo pasado que se van renovando periódicamente con nuevos títulos y mensajes cada vez más ajustados a unos tiempos de disputas y reconquistas sociales. "¿Qué sentido tiene una sociedad en la que hay que liberarse de las tareas más vitales, en un sentido literal y figurado, y dejarse servir por pobres, inmigrantes y mujeres?", se pregunta Delpierre. La respuesta, de haberla, quizá se encuentre en los fotogramas de 'Invisibles', serie que llevó a la pequeña pantalla las vicisitudes de las camareras de hotel ("nadie las ve, todos las necesitamos", rezaba el eslogan promocional), o en la estela de 'Roma', película de Alfonso Cuaron que ayudó a visibilizar la precariedad y el sometimiento de las empleadas del hogar.

“Un día, en una cena con amigos, no sé cómo se acabó hablando de que en las parejas que tenían asistenta, sólo ellas tenían su número de teléfono. Uno de ellos, directamente, ni sabía ni cómo se llamaba su limpiadora”, recuerda ahora Agúndez. Fue así como nació una novela que hace diana en unas cuantas contradicciones mayores (¿son compatibles el progresismo y el servicio doméstico? ¿existen trabajos precarios mejores que otros?) mientras subvierte con humor y un poco de mala baba roles tradicionales e ideas preconcebidas. 

Porque la protagonista de ‘Casas limpias’, madre primeriza y chica para todo a las órdenes de un artista, pasa de ‘tener’ dos chicas de la limpieza a convertirse ella misma en empleada del hogar. ¿Inverosímil? Quizá no tanto. “Lo hace casi por necesidad emocional. A ver, la tía es una pija, es casi una solución a su estado de ánimo. Pero parece que por su entorno social no le corresponde: si eres de Sarrià, solo puedes hacer trabajos que correspondan al barrio de Sarrià”, reflexiona Agúndez.

Cubiertas de 'Casas limpias' y 'Servir a los ricos'

Cubiertas de 'Casas limpias' y 'Servir a los ricos' / EPC

Coexistir con los poderosos

En temporadas anteriores, la escritora y periodista Anna Pacheco se infiltró en el turismo de lujo barcelonés para conocer las condiciones de trabajo de limpiadoras y camareras y denunciarlas en ‘Estuve aquí y me acordé de nosotros’; Ana Geranios se fijó con ‘Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol' en el papel de los trabajadores de la hostelería en localidades turísticas; y Beatriz Navarro volcó en el libro de poemas ‘Wet Floor’ su experiencia como limpiadora. “La limpieza es un servicio defectuoso / Dura demasiado poco para lo que cuesta / En cuanto alguien lo usa, no vale nada”, escribe. 

En un extremo, Marie Kondo. En el otro, la vida de verdad. "Yo trabajé como limpiadora en hoteles y puedo ver a través de los ojos de los sirvientes: personas ignoradas que coexistieron con los poderosos", explicó durante la gira promocional de 'El retrato de casada' la escritora irlandesa Maggie O'Farrell. "Aquello me nutrió como escritora, porque te dejan entrar en un espacio de intimidad en el que nadie de la calle entra, pero sí una mujer de la limpieza. Y llegas hasta la mesilla de noche, y ves cosas extrañas que pasan en las casas sin buscarlas. Hay historias que están en las casas y la casa te las quiere explicar", relató el año pasado Eva Baltasar, cuya última novela, 'Ocàs i fascinació', estaba protagonizada por una mujer que acaba limpiando casas y en la que la autora de ‘Permagel’ volcó algunas de sus experiencias como limpiadora. 

Luego está el lenguaje; como hablan de las trabajadoras las ‘mamis’: la tengo en casa, te la dejo, te la doy... Son como la utilería del hogar"

María Agúndez

— Escritora

En ‘Limpia’, la chilena Alia Trabucco Zerán se instala en la brecha que separa a una empleada doméstica y la familia de clase alta para la que trabaja para visibilizar la, nunca mejor dicho, invisibilidad de cuidadoras y empleadas domésticas. “Es necesario cuestionar quiénes tienen y han tenido derecho a alzar la voz y quiénes no. Y qué ocurre cuando ciertos sujetos que han estado habituados a estar silenciados alzan la voz”, explicaba la escritora, finalista del Booker Internacional de 2015 con ‘La resta’, durante la promoción de la novela.

De vuelta a ‘Casas limpias’, otro dilema: la relación que se establece entre empleadores y empleadas. O, como anuncia con gran estruendo la faja promocional, “¿y si ellas no quieren ser ‘como de la familia’?”. La respuesta, en este caso, la tiene Roxana, cuidadora paraguaya que cierra el libro con un golpe de gracia magistral. “La gente se ofende mucho cuando una asistenta 'les deja'. ¡Con todo lo que han hecho por ella y se va! Hay ciertos personajes en el libro que poseen esta energía perversa -explica Agúndez-. Luego está el lenguaje; como hablan de las trabajadoras las ‘mamis’: la tengo en casa, te la dejo, te la doy... Son como la utilería del hogar. No quería que se viera así todo el rato, porque creo que hay más gente no siendo mala que siéndolo, pero está ahí, claro”.

Heroínas vulnerables

Otra limpiadora, la madre soltera a la que vio vida Margaret Qualley en la serie 'La asistenta' (adaptación, a su vez, del libro 'Criada', de Stephanie Land), causó sensación en Netflix hace unos años; mientras que la estadounidense Freida McFadden anda revolucionando las librerías de medio mundo con los thrillers protagonizados por Millie Calloway, una joven de pasado tirando a turbio que ‘renace’ como  empleada doméstica. “Me apasiona la idea de que alguien vulnerable tome las riendas de su situación y se convierta en un héroe”, relativizaba la autora de ‘La asistenta’, ‘El secreto de la asistenta’ y ‘La asistenta te vigila’ en una entrevista reciente.  

Poco o nada que ver con Diana y Emily, las dos 'chicas' que 'ayudan' a Sol en 'Casas limpias', pero no todo va a ser crítica social y denuncia sesuda. O tal vez sí. "Para limpiar el salón, empiezo por una librería que hay enorme, que parece hecha a medida. Voy pasando el polvo por cada módulo, leyendo rápido algunos de los títulos escritos en los lomos, cuando, por sorpresa, me encuentro con un papel pequeño, una notita con la tinta fresca que dice así: ‘no hay dinero dentro de ningún libro’”, escribe Agúndez. Chúpate esa, Jeeves.

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