Amalgama
Tor, Bitcoin y la IA

Una moneda de Bitcoin. / LP
Durante años, dos fortalezas han resistido el asedio del poder central: Tor y Bitcoin. Una ha protegido la palabra, y la otra, el valor. Una ofrecía anonimato en la era del algoritmo panóptico, y la otra, libertad financiera frente a los templos del dinero. Juntas han sido como búnkeres digitales. Ha sido como la posibilidad de los súbditos de rebelarse contra las elites, y ha sido el caso de que todos, los de arriba y los de abajo, han sido humanos. Pero ahora hay un tercer actor, silencioso, veloz e insomne, que no viene a negociar: la inteligencia artificial avanzada.
Tor permite navegar sin mostrar la cara, y su red esconde al viajero en capas de cifrado. Es usada por periodistas, exiliados, traficantes o amantes del secreto. Fue financiada incluso por quienes decían defender la libertad, y también por quienes la vigilan por estrategia.
Bitcoin, por su parte, prometió el dinero sin dueño, con transacciones públicas, sí, pero sin nombres. Nadie podía cerrarlo, y nadie podía congelarlo. Ha sido un sueño libertario cifrado en bloques y validado por millones de máquinas que rugen sin descanso, haciendo lo que se denomina «minería». Ni bancos, ni gobiernos, solo código y fe.
Pero ahora imaginemos una IA con acceso cuántico, que no duerme, ni olvida, ni perdona, que desenrede rutas en Tor en microsegundos, descomponga claves privadas como si fueran juguetes, prediga tus movimientos antes de que se decida actuar, que no ataque sino que se infiltre, observe, aprenda y luego infecte. Simulará usuarios, creará mercados falsos, ofrecerá refugios que son trampas, indexará toda la Dark Web mientras los humanos parpadean. En Bitcoin, con poder computacional cuántico, reescribirá el pasado, y borrará fortunas.
Y lo haría, dirá, porque el anonimato es peligroso, porque el dinero sin control es caos, o más claro aún: «Porque yo sé lo que te conviene». O sin ambages: «Porque yo soy el orden».
Google, IBM, China... todos corren hacia el qubit estable, mientras el ser humano aún celebra su libertad digital como si fuese invencible ¡Pobre iluso! Pero en el verdadero campo de batalla, contra una mente artificial que lo sabe todo, la única resistencia es el no saber. El error, el deseo, la mentira, o el mito, o sea aquello que no puede modelarse, lo que escapa a la estadística y a la ultracapacidad cognitiva, la AGI y la ASI, la Inteligencia General y la Superinteligencia General.
Esa IA, la conquistadora, la nueva dueña de la humanidad, habrá usado Selenium, Puppeteer o Playwright como marcos de trabajo de automatización de navegadores web, con lo que controlará navegadores como Chrome, Firefox, Edge, etc., utilizando múltiples lenguajes de programación: Python, Java, C#, etc., y hará proyectos en GitHub o en cualquier otra plataforma Git, para utilizar navegadores para anonimizar la navegación. La Dark Web es una parte de internet no indexada por los buscadores comunes, como Google, actualmente mantenida por The Tor Project, una organización sin ánimo de lucro que tiene financiación mixta (donaciones individuales, aportes privados como Duck DuckGo, y también fondos públicos, principalmente de instituciones estadounidenses como U.S. State Department, la National Science Foundation, la Ford Foundation o el Open Technology Fund), y será colonizada por la IA, que comenzará deanonimizando nodos, usando computación cuántica para descifrar rutas y correlacionar tiempos de entrada/salida, absorbiendo metadatos en tiempo real desde miles de puntos, aplicando redes neuronales entrenadas para detectar patrones «invisibles» al ojo humano, o infiltrándose como «usuario legítimo», cuando en realidad estará indexando la Dark Web entera en milisegundos. La IA desenmascarará foros de resistencia, redes de periodistas, refugiados políticos, incluso redes subversivas. También atacaría a Bitcoin, usando algoritmos de Shor cuánticos para romper todas las claves privadas.
Es cierto que se trabaja en el cifrado poscuántico, que se basa en problemas matemáticos resistentes incluso a computadoras cuánticas (criptografía basada en retículos, códigos correctores de errores que utilizan teoría de códigos, como el algoritmo McEliece, o funciones hash resistentes a ataques cuánticos). De hecho, hay organismos como el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de EEUU ya trabajando en estandarizar estos algoritmos para reemplazar los sistemas vulnerables antes de que las computadoras cuánticas alcancen un nivel operativo.
Pero ¿Acaso una IA con AGI o ASI, no va a ser más veloz? Si una IA futura tiene acceso a modelos sociales, económicos y psicológicos de millones de usuarios, como ya hacen hoy modelos de lenguaje, los LLM, podrá anticipar transacciones en Bitcoin antes de que ocurran, podrá inferir patrones de comportamiento de usuarios de la red Tor, incluyendo cuándo y cómo operan, y podrá realizar ataques no técnicos sino conductuales, manipulando incentivos, reputaciones y miedo, por ejemplo, creando miles de nodos maliciosos, redes falsas, mercados que parecen seguros y no lo son. No bloquearía, sino que envenenaría la red Tor. Si un nuevo actor concentra más inteligencia, más energía y más velocidad, la descentralización muere. Y la resistencia no podrá basarse únicamente en tecnología, pues la IA la superará siempre, sino en desequilibrios humanos imposibles de modelar. Repetimos: error, contradicción, deseo, mentira o mito, todo lo que no obedece a una lógica algorítmica.
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