Simón Marchán: "No ha interesado la arquitectura ni el paisaje de César Manrique"

Simón Marchán

Simón Marchán / El Día

Simón Marchán Fiz (Madrid, 1941) es el último tótem viviente de la historia del arte y la estética española. Sus libros, que abarcan asuntos que van desde querellas entre antiguos y modernos a la arquitectura de Las Vegas, acreditan una erudición apabullante. El único artista al que ha dedicado dos monografías es a Manrique. La última ‘César Manrique. La invención estética de Lanzarote y su embellecimiento como obra total’.

¿Existe en el mundo algún artista o paisajista que haya realizado un proyecto de reinvención de un territorio habitado a la escala en que lo hizo César Manrique en Lanzarote?

¡No lo creo! Su objetivo era tal vez único: como espectador en la invención estética de Lanzarote y como creador en el embellecimiento de su territorio como una obra de arte total. Lo asociaría con la estetización de las cuevas de los románticos y de la corteza terrestre a la manera del Expresionismo Visionario en torno a Bruno Taut. ¡Sólo que estos tuvieron que conformarse con unas bellas láminas en las que recreaban Arquitecturas Alpinas como utopías nunca realizadas!

Dice en el libro que «solo el estar en los márgenes del circuito cultural hegemónico ha silenciado en las historias del arte o las crónicas de la arquitectura su proyecto total».

¡Así es! Hasta años recientes Manrique ha tenido escasa fortuna crítica, pues, mientras sus intervenciones en la arquitectura y el paisaje no gozaban de alta estima, a no ser en Alemania, en su pintura y escultura aguantaba mal las comparaciones con los artistas canarios y españoles de su momento. Sin embargo, estos son los géneros en las que más se han fijado los historiadores del arte y apenas han interesado a los museos. Mi enfoque un tanto heterodoxo ha intentado deshacer ciertos entuertos. ¡Me rebela incluso que proyectos coetáneos tan segundones como los de Paolo Soleri, en la hondonada de un arroyo cualquiera perdido en la vacía Arizona, fueran saludados como una ciudad a la imagen del hombre: Arcología!

¿Qué es la naturaleza para Manrique?

En su caso la naturaleza era inseparable de las percepciones estéticas que como espectador entregado captaba en el Vulcanismo de su medio natural o en lo construido en Lanzarote e incorporaba como motivos a sus pinturas o como materiales a sus intervenciones en el lugar (site specific) ¡A su doble entender el arte como un poder de simbolización o de realización en la configuración y transformación física del entorno!

¿Cree que en su autopercepción pesaba la noción romántica de genio?

Desde un punto de vista subjetivo puede ser, pero si observamos a los resultados me parece una cuestión irrelevante. Desde el Psicoanálisis sabemos de la complejidad en la creatividad artística. Aunque Manrique apenas daba pistas sobre sus influencias y querencias, salta a la vista la agudeza en su sensibilidad estética y las intuiciones como creador universal, mientras en su heterodoxia choca con lo que habitualmente se esperaba de un artista que, si bien asumía el orden vigente, desbordaba la corrección política y social.

Dejando a un lado la noción de embellecimiento, la belleza, esa categoría que provoca alergia en el discurso del arte contemporáneo, ¿es útil para confrontar la obra de Manrique?

La cuestión es si resulta o no pertinente, pues a veces se tienen ideas beatíficas o tontorronas sobre la belleza. ¡Es insuficiente! En sus pretensiones de transfigurar el medio físico de su isla, Manrique se aproximaba al Land art, si bien desde unas actitudes vitales y unos dispositivos formales muy distintos.

Manrique dejó escrito que Marcuse es el gran filósofo del siglo XX. ¿Qué conexiones puede haber entre este pensador marxista de la Escuela de Frankfurt y un artista que impulsó el capitalismo en Lanzarote mediante el turismo de masas?

De Marcuse le atraía su «nueva sensibilidad» tan heterodoxa en el cruce entre Marx y Freud. ¡Hombre, concedo que vislumbraba el turismo de masas, pero no creo que abogara por una especulación despiadada! Más bien, al denunciar el deterioro alarmante que veía en su isla, se imponía como ciudadano y artista el deber, casi un imperativo categórico, de frenarlo en sintonía con su fogosidad vitalista.

Desde la trivialización actual del arte y la política, ¿cómo debemos entender al Manrique activista?

Creo que practicaba un activismo estético en lo «encontrado» y tenía más a mano, que de pronto podía mutarse en un activismo artístico y ético-social, si es que no abiertamente político a su manera. ¡Pero no las tengo todas odas conmigo!

¿Fue Manrique un artista ecologista?

A diferencia del sociologismo ambientalista, creo que Manrique practicaba una Ecología antes de la actualmente instituida a menudo carente de forma, sino en sintonía con una economía estética que no ha de entenderse como una determinación de la intervención artística por la economía política, sino a la inversa: se evalúa en atención a las exigencias estéticas y los dispositivos del arte como portadores activos de las necesidades radicales en el cuerpo social y adecuándose a los materiales que pone a disposición la naturaleza física del territorio y del lugar. Es desde tales premisas como acabarían calando en la conciencia colectiva y, sin soslayar contratiempos, por despertar entre los moradores de la Isla unas sensibilidades estéticas y medioambientales tan distintivas que, a pesar de los pesares, todavía se transpiran en ella como en pocos otros lugares de cualquier geografía.

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