Entrevista
Costa-Gavras, director de 'El último suspiro': "El lobby farmacéutico gana mucho dinero con medicación para enfermedades incurables"
En su nuevo trabajo se sirve del retrato de una amistad entre un filósofo y un médico para ofrecer tanto un homenaje a los profesionales de los cuidados paliativos como una reflexión sobre distintas formas de afrontar la muerte
Nando Salvà
Figura indispensable para el cine social desde que obtuvo el Oscar gracias a su tercer largometraje, ‘Z’ (1969), Costa-Gavras nunca ha dejado de hurgar en las zonas oscuras del sistema y sus instituciones ya sea explorando los abusos de la dictadura chilena en ‘Desaparecido’ (1982) -Palma de Oro en Cannes-, la persistencia del fascismo en ‘La caja de música’ (1989) o la corrupción de la Iglesia en ‘Amén’ (2005). Sus películas combinan lo íntimo y lo rotundamente político. Ese mismo método se evidencia en su nuevo trabajo, ‘El último suspiro’, que se sirve del retrato de una amistad entre un filósofo y un médico para ofrecer tanto un homenaje a los profesionales de los cuidados paliativos como una reflexión sobre distintas formas de afrontar la muerte.
¿Qué lo impulsó a dirigir una película sobre la muerte?
Es un asunto del que no hablamos pese a que nos enfrentamos a él a diario. Se nos empuja a temer la muerte desde que somos niños, se nos amenaza con ella, pero no se nos enseña a que nos preparemos ni para la nuestra ni para la de nuestros seres queridos. Los sistemas educativos y las leyes esquivan la muerte, en televisión se evita abordarla excepto cuando se producen catástrofes, asesinatos o tragedias. Y es importante hablar de ella, ayudarnos a aprender a morir. Deberíamos acostumbrarnos a desdramatizarla desde que somos adolescentes.
Sin embargo, da la sensación de que el tabú en torno a la muerte es mayor que en el pasado...
En efecto, cada vez son mayores los intentos de vendernos la vida eterna, y de equiparar la muerte con un fracaso. La sociedad, además, ha ido perdiendo rituales tradicionales como la ropa negra en señal de luto, que nos ayudaban a afrontar la muerte porque permitían que el duelo no solo se exteriorizara sino también se experimentara internamente. Actualmente, la rapidez a la que nos movemos ha hecho que se pierdan el respeto y compasión por las personas que se encuentran al final de sus vidas.

El director Costa-Gavras posa durante el 'photocall' de la película ‘El último suspiro’ en la 72 edición del Festival de Cine de San Sebastián, el 25 de septiembre de 2024. / Arnaitz Rubio / Europa Press
¿Por qué diseñó ‘El último suspiro’ en forma de diálogo entre un médico especialista en cuidados paliativos y un filósofo?
Quise comparar el punto de vista de quien acompaña la vida hasta su final con el de quien se interroga sobre el sentido de la vida y el de la muerte. Me interesaron los escritos de pensadores griegos, desde Heráclito hasta figuras contemporáneas, centrados en identificar el lugar que corresponde a la reflexión sobre la muerte en la existencia humana. La gran cuestión política y filosófica es si el individuo tiene derecho a decidir si la muerte le pertenece y si, por tanto, tiene derecho a decidir cuándo quiere morir y a buscar ayuda médica para ello.
¿Por qué cree que hay tanta resistencia a aceptar ese derecho individual?
Porque, a lo largo de miles de años, todas las religiones han dictado que Dios nos da la vida y, por tanto, solo él tiene el derecho de acabar con ella, e incluso las personas que no son religiosas han interiorizado ese dogma. Michel Houellebecq, que es un escritor de extrema derecha, dice que acortar la agonía es un crimen contra la civilización; yo opino todo lo contrario: no acortarla es inhumano. Si estamos enfermos, ¿por qué debemos sufrir? Respeto a quienes creen en la promesa de la salvación y el paraíso, pero creo que eso ya no funciona. Si no cabemos todos en la Tierra, ¿cómo vamos a caber ahí arriba? Y entretanto, claro, el lobby farmacéutico gana mucho dinero proporcionando medicación a personas con enfermedades incurables.
Si estamos enfermos, ¿por qué debemos sufrir?
¿Qué propone usted al respecto?
Abogo por el uso generalizado de los cuidados paliativos, pero no son suficientes. En Francia, donde yo vivo, existen unas 3.000 camas asignadas a la medicina paliativa, y deberían existir 300.000. Es necesario legalizar la eutanasia. Debería haber centros en los que aquellos que no desean seguir viviendo, pero no quieren ni suicidarse ni imponer una responsabilidad a sus seres queridos, puedan recibir asistencia para morir. Lo esencial es garantizar el derecho a la dignidad de quienes se van y la de sus allegados. Espero que la ley francesa cambie, y que los franceses no se vean obligados a viajar a Suiza o a Bélgica para obtener ese derecho.
Su película es muy informativa acerca de los cuidados paliativos, incluso didáctica. ¿Qué opina de que, aplicado al cine, el didactismo tenga connotaciones negativas?
Soy consciente de que los cineastas no somos profesores ni debemos tratar dar lecciones. Con esta película yo he querido provocar reflexiones individuales, no influir en debates legislativos ni dar lecciones. El arte existe para provocar emociones, pero no me parece mal que entretanto invite al espectador a meditar sobre asuntos que nos conciernen a todos.
¿Cree que podría haber hecho esta película décadas atrás?
Probablemente no. Cuando tenemos 30 o 40 años nos creemos inmortales. A mi edad, 92 años, la historia es diferente. He visto irse a muchos de mis amigos, y la mayoría de la gente con la que trabajé en mis primeras películas ya no está aquí. Los visité en hospitales, los vi en sus lechos de muerte. Recuerdo que uno de ellos gritaba: “¡No me dejes ir!”. Me pareció terrible. Pienso cada vez más en cómo va a terminar todo.
¿Tiene miedo a la llegada de ese momento?
Lo que me aterra es la llegada del declive, y necesitar a seres queridos o profesionales para que me ayuden a lavarme o alimentarme. Por eso quiero poder decidir cuándo y cómo morir, sin sufrimiento y con dignidad. ¿Por qué tengo que morir sufriendo? El final de la vida sigue siendo una parte de la vida.
¿Le resultó difícil financiar ‘El último suspiro’?
Pese al reconocimiento del que gozo, muy difícil. Al principio solo recibí negativas, y eso no hace sino confirmar cuánto miedo da el tema de la muerte. Desde que rodé ‘Z’ hace más de 50 años no me había topado con tantas dificultades. Completar la película ha supuesto una lucha constante, y he tenido que hacerla en condiciones espartanas.
¿Qué lo motiva a seguir haciendo cine?
Las ganas de vivir, supongo. Si no pudiera contar historias, me aburriría muchísimo. Por supuesto, cada vez me cuesta más encontrar la energía necesaria para afrontar los rodajes. Pero, mientras la mente y las piernas me respondan, continuaré. Además, al ver cómo la democracia está siendo aniquilada por la autocracia, y cómo el capitalismo da paso a la plutocracia, me siento aún más decidido a seguir rodando.
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