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Johanné Gómez Terrero: «'Sugar Island' estaba predestinada a tener una conexión sólida con Canarias»

La cineasta dominicana presenta en España su película, coproducida por el tinerfeño David Baute

Johanné Gómez Terrero en la redacción del periódico EL DÍA.

Johanné Gómez Terrero en la redacción del periódico EL DÍA. / Andrés Gutiérrez

Patricia Ginovés

Patricia Ginovés

Santa Cruz de Tenerife

Johanné Gómez Terrero acaba de estrenar en España ‘Sugar Island’. La película coproducida por el tinerfeño David Baute tuvo un preestreno en Canarias y podrá verse, entre el viernes 4 de abril y el domingo día 6, en TEA Tenerife Espacio de las Artes.

¿Durante cuántos años se ha prolongado su trabajo en Sugar Island, proyecto que surgió como un documental y que transitó hacia esta ficción que tan buenas noticias le está trayendo?

Es un proyecto que tiene ya ocho años. Yo participé en MiradasDoc alrededor del año 2017 con esta idea, cuando aún era un documental.

Y a lo largo de tanto tiempo, ¿la situación de colonialismo y esclavitud que usted denuncia con esta película no ha cambiado mucho en su país?

Efectivamente. Este trabajo me ha permitido profundizar en esos temas y darme cuenta de que no se trata de un tema actual ni de ahora, sino que es algo que hemos arrastrado históricamente y que simplemente ahora se está visibilizando más a nivel global. La relación dominico-haitiana es bastante compleja hoy en día, mucho más que cuando empecé a trabajar en la película.

¿Y se trata de una realidad que ya se ha abordado en su país desde el punto de vista del cine, tal y como usted hace ahora?

Sí se ha hecho, pero creo que yo la he abordado de una forma diferente. A lo largo de los años se ha tratado tanto desde el punto de vista dominicano como desde el haitiano, porque para que haya una figura, también tiene que existir la otra. Pero creo que yo aporto una visión más actual. Se ha hablado de los bateyes –comunidades rurales en las que se trabaja la caña de azúcar–, pero con películas de época, mientras que yo lo hago desde la actualidad.

¿Y qué importancia tiene abordar estos temas desde una mirada femenina, tanto detrás de la cámara como directora, como desde el punto de vista de la protagonista de la cinta?

La caña de azúcar siempre ha estado vinculada a figuras masculinas y hay una invisibilidad de la mujer, que es el verdadero sostén de ese espacio. Los hombres salen a trabajar y a cortar caña pero las mujeres son las que sostienen las casas, los hijos y la vida cotidiana, mientras afrontan también trabajos designados a los hombres. Hay mujeres cañeras y que siembran, y eso no se ha mostrado en el cine.

Cuando esta cita comenzó a transitar hacia la ficción, abandonando el documental inicial, ¿encontró problemas para abordar el proyecto?

Yo quería filmar en un bateye, y no hay dos que se parezcan porque cada uno tiene una configuración distinta. Había uno en particular donde yo quería trabajar pero no tenía permiso para acceder y pensé en reconstruirlo. Ese fue el primero problema del proyecto, ya que además era complicado poder introducir allí un equipo de grabación. Además, realicé un proceso de investigación con adolescentes embarazadas pero los tiempos de rodaje son muy largos, y el periodo de gestación siguió adelante sin poder grabar. A pesar de todo, este proceso de investigación y acompañamiento me ayudó a escribir el guion de la ficción. Además, estalló la pandemia y ese tiempo de parón me obligó a enfrentarme a todo el material que tenía y me ayudó a dar forma a esta ficción.

Cartel de la película.

Cartel de la película. / El Día

Como ha comentado, cuando este proyecto aún era un documental, se presentó en MiradasDoc, un festival que pone de manifiesto los lazos que unen a territorios como Canarias y Latinoamérica. ¿Usted era consciente de ese vínculo?

Participé en el mercado de MiradasDoc sin ser muy consciente de esos vínculos y sin saber qué me depararía el destino. Pero creo que este proyecto estaba predestinado a estar unido a Canarias. Fue David Baute quien me empezó a revelar esa conexión. En mi país, el cultivo de la caña azucarera fue lo que provocó la aparición de la esclavitud, en cierto sentido. Y eso también sucedió en Canarias de forma parecida. 

Tanto es así que usted afirma que sin la vinculación canaria y europea, esta película no podría haber salido adelante.

No solo se trata de la parte económica sino de la posibilidad de ampliar la mirada. Muchas veces nos centramos en un territorio y no comprendemos que se trata de un fenómeno global. La colonización es un fenómeno global. Más allá de eso, esta coproducción se ha rodado en parte en Tenerife y para mí fue muy significativo cuando trabajamos en las plataneras, con migrantes y con descendientes de africanos, y encontré muchas correspondencias con mi país.

Precisamente, abordar esa globalización de la que habla está ayudando a que esa película se reciba tan bien en todos los países a los que llega.

Sí, la verdad es que no me esperaba este recibimiento pero este trabajo está atravesado por un posicionamiento político que genera conversación entre los espectadores. Además, a nivel narrativo, creo que hay un componente estético importante.

Tras este éxito, ¿ya ha pensado en cuál será su siguiente trabajo?

Ahora estoy más centrada en la ficción; me siento muy cómoda.

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