De la música a la literatura
Manolo García exorciza sus demonios: “En ‘El 47’ he visto mi infancia en el Somorrostro”
El cantante publica su primer libro de relatos, ‘Títere con cabeza’, una obra no planeada, escrita en solo cinco meses, en la que cruza apuntes ácidos sobre la sociedad moderna con ecos de sus años de crecimiento en la Barcelona del franquismo, que vivió entre la extrema precariedad y los sueños libertarios revolucionarios

El cantante, pintor y escritor Manolo García. / Montse Capel
Jordi Bianciotto
Manolo García iba conduciendo por la AP7, a la altura de Amposta, cuando desde otro automóvil le hicieron señales. “Mi coche estaba ardiendo. Me aparté y paré. Estaba muy estresado, y mientras esperaba que viniera la grúa, me puse a escribir con el móvil el relato del policía en la autopista”, explica. Y después de aquella narración fruto de lo inesperado vendría otra, y otra más, y así hasta 23, que han terminado reunidas en ‘Títere con cabeza’, su primer libro de relatos. Escrito en solo cinco meses, el año pasado, y en plena gira de conciertos. “En hoteles, en el AVE… Los dejaba en reposo y al cabo de quince días los volvía a mirar. Me apeteció seguir porque me di cuenta de que me lo pasaba bien”.
Nos lo cuenta en un encuentro con este diario de cierto carácter informal, fuera de agenda: la dana del pasado otoño sacudió sus planes, tanto conciertos como la promoción del libro, que vio la luz en noviembre. Él no estaba para seguir con su vida como si nada hubiera ocurrido, da a entender. La plática (una de esas palabras en desuso muy de su gusto) no tarda en desbocarse: Manolo García es un galopante conversador y los apuntes sobre sus relatos se entrecruzan con recuerdos y pronunciamientos, risas y apuntes severos.
‘Títere con cabeza’, libro que dedica a su querida hermana Carmen (“la persona que más me cuida del planeta Tierra”), desliza la idea de que todos somos una panda de monigotes. “Monos que, además, estamos locos, que no damos pie con bola. En fin, que hacemos lo que podemos”. Mirada con un punto de piedad, si bien este libro no ahorra escenas del lado oscuro, con injusticias y violencia, que representan la expresión más realista de un autor que, como cancionista, suele jugar con la metáfora y la proyección onírica.

El cantante, pintor y escritor Manolo García. / Rubén Martín
Los muros de Macosa
Flota en los relatos el sustrato del franquismo y del aluvión migratorio del que él formó parte. “¿Has visto ‘El 47’? Me ha gustado mucho. Ahí he visto mi infancia. Nosotros éramos esos, en el barrio, yendo a buscar agua a la fuente. El Somorrostro. Venía un temporal y lo tumbaba todo. Ahí nacimos, y aquello era chabolismo, con ratas y niños a los que se les caían los mocos, como los que fotografió Dora Maar”, cuenta. Los muros de la fábrica Macosa. “Con los impactos de las balas de los fusilamientos. En el Camp de la Bóta, donde ahora está el Fòrum”.
“En mis relatos está esa inquietud social”, hace notar. El eco de aquella sordidez en roce con los restos flotantes de cierta épica revolucionaria, la semilla de su pulsión libertaria. “La Barcelona obrera, anarquista, combativa. Yo, de jovencito, olía eso. El Ateneu Popular La Flor de Maig… Me decía: ‘hostia, esto sí que mola’. ¿El marxismo? No, eso te vas dando cuenta de que es un desvarío: un señor que se merienda a 17 millones de sus hijos mandándolos a gulags y haciéndolos desaparecer”.
En las historias de ‘Títere con cabeza’ hay “una necesidad de exorcizar demonios”. En el camino se cruzan escenas que nos hablan del movimiento de tierras entre los años 60 y 70, el choque del franquismo con “los peludos, los hippies”. Episodios, algunos, que vivió en primera persona, como el que habla de un concierto en el desaparecido Salón Price, en Casanova-Floridablanca. “Intento reflejar aquel ambiente, la entrada al local, que era un tubo del terror con la policía montada a caballo. Mis primeros conciertos, con 14 años: Smash, con Manuel Molina, antes de Lole y Manuel”. Los músicos se cuelan en varios relatos, representando a la voz popular frente a los abusos del poder.
Ese mundo antiguo
Ya se apreciaba en sus canciones, y estos relatos inciden en la sensación de que, a pesar de todas las disfunciones y atrocidades, el pasado es un lugar mágico en el que “todo era más puro, menos edulcorado, las pasiones estaban a flor de piel y todo respondía a golpe de honor o de necesidad, sacando al animal que llevamos dentro”. Lo que llama “el mundo antiguo” representa una nobleza. “La azada para labrar la tierra, la tecnología de la época”. ¿No idealiza lo primitivo? “Sí, lo reconozco, pero me dejo llevar por ese punto de romanticismo absurdo. Me gusta pensar que los héroes que en uno de los relatos defienden su plaza en el Maestrat eran campeones de la bondad y la dignidad. Se trata de viajar, soñar, hacer un mundo a tu medida. El escritor puede hacerlo”.
A todo esto, en ‘Títere con cabeza’ se aprecia un dominio del lenguaje y una disposición a modificar el registro de una historia a otra, con giros de otro tiempo cuando es preciso que le dan vivacidad y te trasladan a otro plano. “¡Lenguaje cervantino!”, ríe. “Me encanta recuperar palabras. Una sola puede ser una explosión en el cerebro, se abre una constelación”. Imposible escribir así sin haberse zampado antes alguna biblioteca entera. “Me han marcado muchas lecturas: Faulkner, aunque sea más pesado que una vaca en brazos. Cormac McCarthy. En castellano, Bolaño. Luego, me conozco de memoria a Pío Baroja, Galdós… Los ‘Episodios nacionales’ son un disparate”.
Políticos y estrellas del rock
Tratamos de hacer aterrizar la conversación en la realidad presente y sale el Manolo García más desmotivado y con brotes de indignación. Siente una “desafección” hacia el “cuerpo político”, porque “hoy manda la macroeconomía”. Conmemorar el 50º aniversario de la muerte de Franco le parece “un poco cafre”. Los partidos son “empresas que venden algo que sacan gratis: nosotros”. El pueblo, la ciudadanía, “está por colaborar, levantándose cada día por la mañana y pagando impuestos”, pero “ellos” responden con prepotencia. “Adoptan una pose de estrella del rock que no les corresponde: una estrella será más o menos hortera o tendrá más o menos calidad, pero te da alegrías, te emociona, te pone los pelos de punta”.
Volvemos al arte. Manolo García ignora el pánico al folio en blanco y ahora anda metido en las canciones que darán forma a su próximo álbum, que planea publicar en otoño. Viene de un 2024 efervescente, habiéndose anotado, por ejemplo, sendos llenos en el Palau Sant Jordi. La música en directo conquista porque “las pantallas son en dos dimensiones, todo lo aplanan, y el concierto es un golpe de realidad, con gritos, cerveza, amigos…, ahí estamos vivos”.
No está de gira, pero días atrás se apuntó a cantar como invitado de Los Sírex (en Apolo) y Love of Lesbian (Razzmatazz). Y el 9 de mayo revivirá su dueto con Maria del Mar Bonet (‘Noies voramar’) en el homenaje de Barnasants a Mikis Theodorakis en Luz de Gas. Pero la rueda debe parar a veces porque “para poder escribir, antes hay que vivir, tener experiencias, sensaciones”, razona. “Es mi metáfora del pozo: vas sacando agua, una canción, otra, llega un momento en que empieza a salir barro, y para que la capa freática se recupere tienes que esperar un año. Sí, es el momento de rehacer las ganas”.
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