Un hombre frente al destino
En la novela antibelicista ‘Ofensiva de primavera’, Herbert Clyde Lewis sitúa al protagonista en el punto sin retorno de una situación crítica
LUIS M. ALONSO
Simplemente por el hecho de haber escrito Un caballero la deriva, el estadounidense Herbert Clyde Lewis (Nueva York, 1909-1950) debería figurar en un lugar destacado en la historia universal de la literatura. En aquella pequeña obra maestra, su primera novela, de intensidad beckettiana, contaba la peripecia de Henry Preston Standish, que durante sus vacaciones resbala en la popa del barco en el que viaja y cae al Pacífico, entre Hawái y Panamá. Este infortunio lo convierte el autor, con una mordacidad impagable, en un irónico estudio sobre las situaciones límite y el aislamiento. Apenas Standish está en el agua, se felicita a sí mismo por su carrera como corredor de bolsa de Wall Street y, al mismo tiempo, ufano imagina cómo podría contarse tan incómodo contratiempo, una vez que lo rescaten. Educado en Yale y felizmente casado, se considera a sí mismo, por encima de todo, un caballero. Su estoica determinación es mantener el tipo durante varias horas de zozobra, pero cuando se pone el sol el estoicismo lo abandona. En una prosa tensa y poética, en ocasiones agónica, Un caballero a la deriva nos cuenta la miserable posición del pobre Standish.
Lewis, que se ganó la vida como periodista, escribiría posteriormente otros tres libros, entre ellos el antibelicista Ofensiva de primavera (1940), que ahora ve la luz traducido al español, pero ninguno de ellos tuvo la buena acogida del primero. Eso no significa, ni mucho menos, que este otro título recién publicado no merezca la pena ser leído.
Como en Un caballero a la deriva, Ofensiva de primavera trata nuevamente de un hombre enfrentado a la adversidad en un punto crítico de su vida. Tiene lugar durante las primeras veinticuatro horas del ataque alemán contra las fuerzas francesas y británicas a lo largo de la Línea Maginot en abril de 1940. Como es sabido, los alemanes no atacaron en esa fecha, pero dos meses después, en junio, cuando lo hicieron, evitaron la Maginot en favor de una guerra relámpago a través de las Ardenas y los Países Bajos. Esta fue probablemente una de las razones por las que la segunda novela de Lewis pasó enseguida de los nuevos lanzamientos al olvido.
Mientras la guerra fantasma (drôle de guerre) se prolongaba, aún había una oportunidad para que un escritor como él fantaseara sobre lo que podría suceder cuando verdaderamente comenzaran los disparos. En el momento en que eso ocurrió, los acontecimientos se sucedieron demasiado rápido como para que alguien tuviera tiempo de entretenerse en la ficción. Se trata de un ejemplo claro de una mala elección como tantos otros que abundan en el mundo editorial.
Peter Winston, el protagonista, es un joven estadounidense que, por fervor antinazi y algo de autocompasión, presta servicio en una unidad de la Fuerza Expedicionaria Británica. Su novia lo ha dejado, ha perdido el trabajo de reportero y su mejor amigo comienza a evitarlo por considerarle un perdedor. Una noche, decide escabullirse del cuartel, coge un paquete de semillas de flores que obtiene de un aldeano francés, se cuela por el alambre de púas y los obstáculos antitanque entre las líneas aliadas y alemanas, y pasa la noche plantando. El día amanece con el estruendo de los proyectiles de artillería alemanes que se aproximan. La ofensiva, realmente, ha comenzado. Winston se lastima el tobillo al intentar volver a su unidad, recibe metralla en el hombro y acaba atrapado en un agujero originado por un obús. Durante las horas siguientes, observa los derramamientos de sangre de batallas como la del Somme. Se arrepiente de haber cruzado el océano para librar esa guerra y no haberse quedado en casa para unirse a otra pacífica en favor de los derechos de las personas y del trabajo que convierta de nuevo a EEUU en una tierra prometida. ¿América, primero?
En Ofensiva de primavera, en lugar de un corredor de bolsa que se ahoga lentamente en el Pacífico, tenemos a un joven soldado asediado por la muerte en una tierra de nadie. El guiño es evidente: la idea vuelve a ser la vida en retrospectiva de un hombre en un estado crítico, cuando sus pensamientos se van alternando de manera desesperada aunque inteligente. Una denuncia que precedió a aquella de Johnny cogió su fusil (1971), la inolvidable película de Dalton Trumbo. Léanla, no se arrepentirán, y, de paso, si no lo han hecho busquen Un caballero a la deriva.
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