Fallece José Abad, el escultor de la vanguardia, de la madera y el hierro

El artista lagunero muere a los 82 años de edad tras una carrera de más de seis décadas y sin haber dejado de trabajar ni un solo día desde su casa-taller del casco histórico

José Abad en su taller en su domicilio de Laguna.

José Abad en su taller en su domicilio de Laguna. / Carsten W. Lauritsen

Patricia Ginovés

Patricia Ginovés

Santa Cruz de Tenerife

Falleció el escultor de lo monumental. José Abad (La Laguna, 1942-2025) –Pepe para aquellos que tuvieron la suerte de compartir una conversación y una lección de arte con él– murió este jueves 6 de febrero a los 82 años, y lo hizo prácticamente sin haber dejado de crear ni un solo minuto. Su vida transcurrió en apenas dos calles del casco de La Laguna –nació en la calle Tabares de Cala y, aunque falleció en el hospital, vivía en la calle Cabrera Pinto–, pero su obra y talento viajaron por el mundo. Creador de los Menceyes de Candelaria, con esculturas a lo largo y ancho de toda Canarias, responsable de la fachada del Templo Ecuménico de El Salvador, en Gran Canaria, y con obras expuestas en Milán, París, Venecia y buena parte de la geografía española, Pepe Abad fue uno de los escultores más prolíficos de Canarias, no solo por el imponente tamaño de su obra, sino por el número de piezas realizadas.

En contra de lo que pudiera pensarse, el confinamiento provocado por el covid no lo achantó, y durante esos meses de encierro dio forma a un jardín escultórico que aún hoy se puede contemplar en su casa-taller lagunera, donde la naturaleza ha dado paso a obras de arte realizadas en madera y en hierro, los dos materiales a los que consagró su vida y obra. Con una carrera profesional de más de seis décadas de duración, comenzó dibujando, pero una intoxicación lo obligó a retirarse a la costa lagunera cuando aún no había cumplido los 20 años y fue en Punta del Hidalgo donde empezó a practicar la técnica escultórica para la que había nacido.

A partir de ahí, inició un impresionante periplo por las principales bienales escultóricas del mundo, y al que ni siquiera el servicio militar puso freno. Sus primeras obras fueron de carácter expresionista y realizadas en madera. La mujer, el sexo y la religión han sido constantes de su carrera, que poco a poco fue transitando hacia las piezas en hierro, un elemento que le otorgó -si cabe- más robustez a su obra, ya de por sí monumental en su planteamiento. Con el hierro, y con permiso de su esposa Reyes Reyna Artiles, forjó un matrimonio que duró hasta el final de sus días. 

Una escultura arquitectónica. Eso es lo que durante la mayor parte de su vida realizó Pepe Abad. Ni la edad, ni los achaques, ni los golpes que sufrió a lo largo de su carrera dentro del mundo del arte provocaron que abandonara esa práctica. Tanto es así que a pesar de la enfermedad, siguió creando hasta prácticamente el final de su vida. Buena prueba de ello es su casa-taller, plagada de esculturas de mediano formato, que ahora parece que esperan el regreso de su dueño al casco histórico.

Un lagunero ilustre. Cualquiera que pasee por las calles de la ciudad Patrimonio de la Humanidad puede comprender el talento que albergaban la mente y las manos de Abad cuya obra, no obstante, sufrió en varias ocasiones el maltrato o la escasa conservación por parte de las instituciones. Incluso, algunas de ellas llegaron a desaparecer de sus localizaciones.

A pesar de ello, en La Laguna se conservan algunas de sus piezas más icónicas, como la que se encuentra expuesta en la plaza de la Concepción, Sin título III, o su Monumento al Campesino, en la rotonda de San Benito. El alcalde lagunero, Luis Yeray Gutiérrez, afirmó que esta es «una jornada muy triste para las Bellas Artes en Canarias». Precisamente indicó que «era un lagunero íntimamente vinculado a la vida de su ciudad natal, pero con una vocación universal, profundamente comprometido con la creación artística a la que se dedicó con pasión». En este sentido, habla sobre aquellas obras que se ubican en diferentes espacios públicos del municipio y que «nos enseñaron a mirar de una manera distinta». Por eso asegura que ese es «su mejor legado».

Mención aparte merecen también los Menceyes de la plaza de la Patrona de Canarias, en Candelaria, que se alzan junto al mar desde el año 1993. La alcaldesa Mari Brito destaca la importancia de este conjunto escultórico que «se ha convertido en emblema e icono indiscutible de Candelaria y del pasado histórico de todos los canarios». La regidora habla del «amor por la escultura» que destilaba Abad en cada uno de sus encuentros, en los que también dejó patente «su preocupación porque en las futuras obras de la Plaza de la Patrona, en las que ahora justamente nos encontramos inmersos, no sufrieran daños al ser trasladados», expresa.

Pepe Abad fue uno de los únicos dos canarios –junto con Eduardo Gregorio– que participó en la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle de Santa Cruz de Tenerife, en el año 1973. Su obra, Reloj de la muerte, permanece aún hoy en un extremo de la Rambla de Santa Cruz. Realizada con restos de un accidente aéreo que se produjo en el aeropuerto de Los Rodeos en 1972, la idea original no era que formara parte de dicha muestra. Tal y como relata el presidente de la Comisión de Escultura, Carlos Schwartz, Abad participaba en la instalación de la pieza de Alexander Calder, Stabile-Mobile, que se ubicaría en la Rambla de Santa Cruz pero finalmente se cambió su localización y por eso el lagunero expuso su obra en este lugar en la que aún permanece.

Precisamente Carlos Schwartz habla de «la obsesión por el trabajo» del escultor lagunero, que hasta el final de sus días estuvo trabajando en su casa-taller. «En cierta manera eso mismo le afectó a la salud, porque llevaba a cabo trabajos monumentales que cada vez se hacían más complicados con el paso de los años, pero parecía que él no era consciente de la edad que tenía cuando se ponía a trabajar», relata el arquitecto quien sentencia que Abad «forma parte de la vanguardia española».

El arquitecto no hace otra cosa que admirar la pasión absoluta con la que Pepe Abad realizó su trabajo a lo largo de más de seis décadas: «Se levantaba temprano tan solo para ponerse a trabajar», y admira que «no asentó su creatividad en las fórmulas artísticas ya existentes, sino que dio forma a un estilo único, en el que vinculó su labor escultórica con la práctica arquitectónica».

Tras superar las dificultades de la pandemia, durante la cual no dejó de crear y de hecho reinventó su propuesta, realizando collages con recortes de periódicos, afrontó la que él no sabía que sería su última exposición, madreyerro, la muestra con la que quedó inaugurado el Espacio Mutua Tinerfeña, en La Laguna. El presidente de Mutua Tinerfeña, José Antonio López de Vergara, indica el deseo de la entidad de «enlazar este espacio con alguien que fuera verdaderamente representativo de la cultura lagunera» y por eso le presentaron la propuesta a Abad, que no solo protagonizó la primera muestra de este espacio, sino que se encargó de diseñar la impresionante puerta escultórica del edificio y además cedió algunas piezas que ahora se exponen de manera permanente en diferentes estancias del inmueble. «Se mostró entusiasmado con el trabajo», expresa López de Vergara quien adelanta que «nuestra labor ahora se centrará en perpetuar su memoria porque, cuando un artista tiene un sello tan personal, hay que procurar que no se olvide».

Esa exposición madreyerro estuvo comisariada por Carlos E. Pinto, un gran amigo de Abad durante las últimas cinco décadas. «Pepe fue el máximo exponente de la renovación de la escultura contemporánea», destaca el galerista, quien habla también del «diálogo que estableció con el hierro y la madera para establecer un mensaje, por momentos, abstracto». Fundador de la Galería Artizar, Carlos E. Pinto sentencia que «jamás me he encontrado con otra figura canaria de sus características».

Por su parte, el director de LM Arte Colección, Eliseo G. Izquierdo, indica que el fallecimiento de Abad «nos ha cogido por sorpresa porque nos encontramos restaurando una obra suya y estábamos en conversaciones continuas, por lo que nos han quedado muchas cosas por tratar». En este sentido, habla de las ganas de trabajar hasta el último momento de este «referente en el arte de Canarias, un hombre de carácter, que también quedó reflejado en su obra, una propuesta muy sólida y coherente, de experimentación y diálogo con la tradición, una de sus características principales».

Ventura Alemán, del Espacio Bronzo, recuerda que hasta hace pocos días Abad estuvo en su taller por lo que la noticia de su fallecimiento pilló a todo el equipo por sorpresa. «Es increíble lo mucho que trabajaba, hasta el último momento. En su taller, tenía cientos de esculturas por hacer; por último le había dado por trabajar con hueso y madera, y cuando se cansaba de eso, se iba a la parte de arriba a trabajar con obra gráfica. Todo lo que hacía era monumental», sentencia.

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