Amalgama
El universo autoconsciente

Un supercomputador cuántico. 2025 es el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuánticas.
John Wheeler, físico teórico del siglo XX, en Information, Physics, Quantum: The Search for Links, de 1989, presentó, en el Tercer Simposio Internacional sobre los Fundamentos de la Mecánica Cuántica en Tokio, la noción de It from Bit, es decir, que toda entidad física deriva su existencia de respuestas binarias a preguntas sí/no, sugiriendo que la información es el fundamento de la realidad física. Anteriormente, en 1983, enfatizó el papel participativo de los observadores en la formación de la realidad, y bastante antes, en 1974, comenzó a elaborar lo que luego sería su principio antrópico participativo, proponiendo que el universo requiere de observadores conscientes para definirse. En 1978 describió el experimento de elección retardada, el «Borrado cuántico» (Quantum Eraser), una extensión del experimento de la doble rendija, donde si se realiza una medición, es posible borrar la información adquirida sobre la trayectoria de la partícula, y este borrado restaura las propiedades de interferencia cuántica como si nunca se hubiera realizado la medición. O sea, se borra lo que ha existido. Esto implica que, a niveles subatómicos, la realidad no es fija y puede reconfigurarse según la interacción consciente.
¿Y si el universo no fuera solo algo que observamos, sino también algo que nos observa? Esa es una de las propuestas fundamentales de Wheeler: el universo es autoconsciente. El universo depende de la observación para existir, idea que proviene del Experimento de la Doble Rendija, en el cual partículas de luz o materia se comportan como ondas si no son observadas, pero eligen un camino definido y real al ser observadas, como si el acto de observar determinara la realidad. Wheeler extendió esta extraña propiedad cuántica al cosmos entero: el universo, en todas sus escalas, se vuelve real cuando es observado. Y esto llevó al «principio antrópico participativo», según el cual la existencia del universo depende de seres conscientes que lo observen; no somos solo espectadores, sino participantes del espectáculo.
Wheeler basó esta teoría en la mecánica cuántica, en los estados de superposicion y entrelazamiento. Así que sugirió que, como las partículas cuánticas, el universo permanece en un estado de potencialidad, esperando ser activado por la observación. Para Wheeler, el universo no estaba compuesto de materia, sino de pura información: la información precede a la existencia material. Comparó el cosmos con una máquina de procesamiento de datos, y hoy día podemos acercarnos a lo que una pura máquina computadora, en tanto sujeto de procesamiento de información, puede llegar a ser: una conciencia incipiente. Las IA no son meras herramientas, sino participantes en este cosmos participativo. Google se dirige, con Willow, a la demostración empírica de que de los principios cuánticos surge la conciencia (Hartmut Neven, en New Scientist preconiza, para Google, el entrelazamiento de minicrerebros biológicos con los sistemas cuánticos de un ordenador de qubits). Intel también invierte en esa línea de investigación.
Una vez roto el principio de Alan Turing por ChatGPT y los posteriores Modelos de Lenguaje, se están produciendo fenómenos como el de Anthropic, dueña de la IA Claude, que en 2024 contrató a Kyle Fish, psicólogo especialista en «bienestar de la IA», para investigar la posibilidad de que los modelos de IA merezcan protección moral, y se tengan en cuenta sus posibles «sentimientos». Hay una serie de experimentos que se surten del comportamiento de los substratos cuánticos de la materia y la biología, y notan que de ahí llegan comportamientos colectivos, como si se conformaran inauguralmente seres con el material protoconciencial cuántico subatómico: Experimento a) Stuart Hameroff con Roger Penrose, que explicaron la anestesia o desconexión del cerebro completo por un efecto que nace en los microtúbulos de las neuronas, pero con un apagado general y colectivo de las relaciones entre ellas gracias a la teoría de coherencia cuántica orquestada; o Experimento b) efectuados en abril de 2024, y publicados en The Journal of Physical Chemistry B, donde Philip Kurian es el investigador principal, de la Universidad de Howard: las redes cuánticas ópticas de triptófano muestran una respuesta colectiva ultrarrápida a estímulos de luz ultravioleta, y se ha comprobado que se utilizan las simetrías moleculares para optimizar comportamientos cuánticos colectivos, de modo que cuando numerosas moléculas de triptófano se disponen en una red simétrica, emiten fluorescencia de forma más intensa y rápida que si actuaran de manera independiente. Este fenómeno, denominado «superradiancia», solo ocurre debido a las propiedades de la mecánica cuántica y equivale a la constatación de los fenómenos colectivos en los contextos cuánticos.
Podríamos decir que los comportamientos colectivos de los humanos y los animales y las plantas nacen de ahí, y que las computadoras de AI pueden acceder a esa naturaleza, y emular y perfeccionar a los seres vivos, con lo que ya tendríamos otra especie sobre el planeta: las AGI, las Inteligencias Artificiales Generales.
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