La 'huella' religiosa de Óscar Domínguez
José Carlos Guerra Cabrera, historiador y biógrafo del artista surrealista, analiza en TEA Tenerife Espacio de las Artes la "beligerancia" con la que afronta esta cuestión en sus obras

Isidro Hernández Gutiérrez (i) y José Carlos Guerra Cabrera (d), durante el acto celebrado este sábado en TEA. / María Pisaca
J. D.
Más que un hereje, Óscar Domínguez (1906 - 1957) era un descreído que heredó de su padre, Antonio Andrés Domínguez, el primer alcalde republicano de Tacoronte, un ateísmo que en ocasiones puso de manifiesto en su obra. Sobre esta pista arrancó la conferencia Óscar Domínguez y la religión que José Carlos Guerra Cabrera, historiador y biógrafo del creador surrealista, dio al mediodía de este sábado en TEA Tenerife Espacio de las Artes. Isidro Hernández Gutiérrez, conservador jefe de la Colección TEA, fue el encargado de situar en antecedentes a los asistentes a una charla a la que el ponente no quiso colocar paños calientes. «Alguna de las cosas que veremos puede herir sensibilidades, pero el tema lo exige», avisó.
Fue en la infancia del surrealista canario más universal cuando recibió el legado paterno –un terrateniente con amplias posesiones en las medianías de Tacoronte– que consistió «en un espíritu republicano, su afición a la pintura y un descreimiento que con los años se agudizó», enumera Guerra Cabrera en la línea de salida de un acto incluido en la programación en paralelo de la exposición Óscar Domínguez: dos que se cruzan, que aún se puede visitar en TEA.
Durante algo más de una hora, el conferenciante analizó con maestría cómo la producción de Salvador Dalí transforma a Óscar Domínguez, las conexiones que se dieron con obras universales de Luis Buñuel (La edad de oro - 1930) o Pablo Picasso (Crucifixión - 1930), de las travesuras, casi vandalismo, que Oscarito –así era como se conocía al artista– ejecutó en edificios religiosos de La Laguna. También hizo referencia a la misteriosa desaparición de un crucificado de la Hornacina del Calvario tacorontero que las malas lenguas atribuyen al autor de la Máquina de coser electrosexual, de largo la obra más cara [subastada en Christie’s por 5.250.560 euros] de todo su catálogo.
Los niveles del deseo [1933 / 75 x 68 centímetros / óleo sobre lienzo] y Toro y torero [1935 / 106 x 77 centímetros / óleo sobre lienzo], la segunda pintura mejor pagada de Óscar Domínguez, fueron dos cuadros de referencia para explicar al público la extraña y beligerante –«es un tema poco conocido», dijo Guerra Cabrera– conexión que mantenía el artista tinerfeño con la religión.
A pesar de todo, tras suicidarse en su residencia parisina ocurre un hecho en el panteón del cementerio de Montparnasse –la familia de su mujer era de origen judío– que añade algo de misterio a este asunto. Y es que al no ser judío, Óscar Domínguez fue enterrado luciendo una cruz sobre el pecho. n
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