Adiós a Yolanda Graziani, la pintora que tocó la luna con sus pinceles
La artista, que también cultivó la poesía, falleció este domingo, a los 97 años, tras una larga enfermedad

La artista Yolanda Graziani.
La artista grancanaria Yolanda Graziani, que evocó los más bellos paisajes lunares, celestes y telúricos en sus pinturas y deslumbró al universo del arte, al equipo de la NASA y a Salvador Dalí, falleció en la noche del pasado domingo, a punto de cumplir 98 años, tras una larga enfermedad. Su fallecimiento, que se produjo «tranquila y en paz», según revelan sus más allegados, supone la pérdida de una las creadoras fundamentales en la historia del arte del siglo XX en Canarias.
Desde que despuntó en el firmamento artístico a comienzos de la década de los 60 del pasado siglo, la trayectoria de Yolanda Graziani rubrica una constelación propia de más de 60 años de creación y dedicación a «la pintura creada desde el alma», según sus propias palabras, con una notable proyección internacional. Su lenguaje vanguardista y su espíritu independiente reventaron los cánones artísticos patriarcales en tiempos en que las mujeres, en el medio siglo, no tenían derecho a una habitación propia y dinero para poder crear.
Sin embargo, Graziani no solo levantó sus propias paredes y las pintó con los colores y formas de su hipnótico universo pictórico, transgrediendo las fronteras internas y externas desde una vocación de universalidad, sino que se asomó a la ventana de esta habitación propia y, como manifestó el director de la NASA en su visita a Gran Canaria, un año antes de la misión Apolo en 1969, «Yolanda llenó la luna con el pensamiento antes de que los astronautas aterrizaran en ella».
A lo largo de su vida, Graziani pintó unos 2.000 cuadros, incluyendo las miniaturas, y su carrera fue casi una excepción en el relato de la historia del arte en el Archipiélago, no solo por la internacionalización de su obra, sino porque pudo convertir la creación en su sustento. «He vendido mucho. Me he podido permitir vivir de mi arte», manifestó siempre la artista. Además, Graziani también cultivó la poesía, aunque esta sea quizás su faceta menos conocida.
Aunque los orígenes de la artista se enraizan en Italia, Yolanda Graziani nació en Las Palmas de Gran Canaria, en 1926. Hija de Agustín Graziani, de Ravena, y Blanca Rosa, de Venecia, fue la décima de 13 hermanos. Sus padres emigraron a Gran Canaria en 1913 después de enamorarse de la Isla, en concreto, de la villa de Teror durante su luna de miel, por lo que la artista pasaba la mitad del año en Las Palmas de Gran Canaria y la otra mitad en Teror, que describía como «el campo más bonito de Gran Canaria».
Pionera del lenguaje abstracto, de formación autodidacta y con un poderoso dominio formal del surrealismo hiperrealista, podría decirse que la brecha de género ya marcó su ascenso en el -desigual- mundo del arte cuando, en 1962, respaldada por sus amigos Rafael González, Felo Monzón y Carlos Morón, presentó un tríptico a la décima edición de la Bienal Regional de Las Palmas, en el Gabinete Literario, donde fue galardonada con el gran Premio de Honor por unanimidad del jurado.
Sin embargo, los recelos por parte de numerosos participantes, que desdeñaron su designación por tratarse de una pintora recién iniciada, provocaron que la distinción se relegase finalmente al denominado Premio Conjunto Pintura. «Ahí empezó todo», señalaba la artista, entre la alegría y la pesadumbre. Pero solo un año después, Yolanda cortaba la cinta roja de su primera exposición individual en el mismo Gabinete, con el patrocinio del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Su magnífico lienzo Noche de difuntos, dedicado a la pérdida de un ser muy querido, se erigió en el primer cuadro que vendió en Madrid, en el marco de su primera exposición en la capital, en la sala Nebli, en 1965. Un año después, el vuelo de Yolanda Graziani cruzó fronteras hasta la tierra de sus ancestros, con un intenso itinerario expositivo en galerías de Roma, Faena, Florencia y Venecia. En esta última, donde expuso tres cuadros como parte de una gran muestra colectiva, la llamaron para comunicarle que sus obras fueron las más celebradas.
En cuanto a su enorme legado, los paisajes de su imaginario plástico conforman un sello propio, único y distintivo, que descubre una miscelánea de paisajes lunares, cósmicos, volcánicos, telúricos y líquidos, así como fondos marinos, abisales, algas, espumas de mar y brumas de colores. En definitiva, una serie de planetas imaginarios, a veces desérticos y desoladores, a veces frondosos y exuberantes, como expresión visible de su «nebulosa interior» o «la bruma espesa de mis sueños», como se titula su último poemario y que recoge un verso de su poema Mi pintura, que a menudo recitaba de memoria.
Si el escritor polaco Stanislaw Lem escribió en Solaris, su obra cumbre, que «no necesitamos otros mundos, necesitamos espejos», tal vez la búsqueda de otros mundos que movía a Yolanda Graziani no fuera sino el espejo de la búsqueda propia.
«Mi pintura habla de mí, de mis emociones y de mi vida», manifestaba la artista, quien empleó las artes plásticas como medio de expresión para representar alegóricamente su existencia atormentada y soñadora, que proyecta en el lienzo esa personalidad ciclotímica proclive a la sensibilidad extasiada o a la melancolía profunda.
Pintora confesional
En este sentido, su experimentación con el color, a través de los elementos de la naturaleza y el cosmos, se debe a que Graziani pintaba con el color de sus emociones y estados de ánimo. Por una parte, su tristeza intrínseca se aloja en sus denominadas «pinturas negras», mientras que los momentos de euforia se plasman como auténticos estallidos de color, toda vez que sus destellos románticos cristalizan en tonos pastel y blancos. Por tanto, las distintas etapas creativas de su pintura se articulan por colores que esbozan mundos imaginarios para hablar, en el fondo, del mundo íntimo.
«Su obra es una auténtica confesión», declaró la historiadora del arte, comisaria e investigadora Laura Teresa García Morales, la mayor experta en su obra y comisaria de su exposición retrospectiva El sueño y el éxtasis del universo en un alma, un acontecimiento que se celebró en el año 2012 en el Edificio Miller, con el impulso del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, con motivo de los 50 años de trayectoria artística de Graziani, que ahuecó las alas en esa misma ciudad que la vio nacer.
A lo largo de medio siglo, la artista ha vendido cientos de cuadros y sus obras figuran en diversas colecciones particulares de España, Suecia, Italia, Suiza, Francia e Inglaterra, así como de Estados Unidos y Latinoamérica. Además, sus cuadros se exhiben en los museos de Los Armenios (Venecia), Japón y Miami, aunque su mapa expositivo atraviesa desde la ciudad que la vio nacer hasta la Venecia natal de su madre, pasando por numerosas ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Bilbao, Córdoba) a Estocolmo, Roma, Florencia o Collioure (Francia).
"Mi obra son sueños, sueños, sueños: como cuando cierras los ojos y no ves el paisaje tan real", manifestaba la artista.
Su estilo ha sido calificado por incontables expertos como «surrealista» o de «profunda abstracción lírica», si bien la artista afirmaba que su pintura "ni es realista ni es abstracta». «Mi obra son sueños, sueños, sueños: como cuando cierras los ojos y no ves el paisaje tan real. No copio nada, todo está aquí dentro. Mi pintura es reflejo del alma», aseguraba.
Paisajes lunares, la NASA y Salvador Dalí
A sus primeras variaciones anímico-cromáticas le sucedieron nuevas coordenadas pictóricas con sumersiones a fondos marinos abisales y excursiones a geografías interplanetarias en gran formato, que alcanzan su obra cumbre con sus paisajes lunares.
Estos últimos fueron la mayor obsesión artística de Graziani: pintados entre 1964 y 1970, la artista no solo evoca la luna envuelta en atmósferas oníricas sino que, además, inventa sus cráteres, mesetas y coladas basálticas como si hubiese habitado sus misterios en alguna vida anterior.
En el verano de 1968, el director de la Red de Estaciones espaciales de la NASA, seguidora del Proyecto Apolo que llevó al hombre a la Luna, Mr. H. William Wood, visitó la estación espacial de Maspalomas en Gran Canaria, que coincidía con la celebración de la exposición de la artista sobre el cosmos, que tuvo una gran repercusión entonces. Cuando vio uno de los catálogos con la obra reciente de la pintora, el norteamericano quedó impresionado y pidió ir a conocer personalmente a la artista y su obra en su estudio de la capital grancanaria. A su juicio, los cuadros de Yolanda traducían con asombroso realismo «el extraño e indefinible mundo de color que reflejan las fotografías de la Luna. Un mundo de color ambiguo, amortiguado, espectral, y casi inexistente. Un anticolor».
Ese mismo año, Graziani visitó a Salvador Dalí en su residencia en Cadaqués, donde realizaron juntos una performance donde la artista lucía un outfit escogido por el surrealista y cuyas imágenes pueden encontrarse fácilmente en la red. Dalí quedó prendado de la obra de la grancanaria y declaró que «la técnica de Yolanda Graziani es prodigiosa y su fantasía te hace ver esos mundos alejados para las personas corrientes, pero que existen, en la Luna, en el cosmos, y que es solo dado a ver a los elegidos». Por su parte, la artista manifestó en su momento que «Dalí tenía dos personalidades, la excéntrica que mostraba en público y la sensata que dejaba ver en la intimidad». También revela que le propuso montar una exposición juntos, pero que no se llegó a celebrar, porque su madre enfermó. Yolanda pasó un año sin tocar los pinceles.
"La técnica de Yolanda Graziani es prodigiosa", declaró Salvador Dalí
Yolanda Graziani: «Yo he pintado hasta caerme»
Sin embargo, Yolanda siempre regresó a los pinceles y colores de sus mundos, aunque la angustia mordiese en silencio y el olvido cerrara las puertas de las habitaciones propias, como le sucediera entonces a grandes artistas coetáneas como Lola Massieu o Pino Ojeda. Pero Yolanda continuó pintando espumas del Atlántico y minerales de las entrañas de la tierra con esmaltes, tintas y lacas, aun cuando estas últimas la intoxicaran gravemente, y se viese impelida a explorar nuevos medios y caminos. «Yo he pintado hasta desmayarme y caerme y no poder más, como un descenso a los infiernos», confesó.
En este punto, Graziani trató de abrirse camino en el ámbito de la poesía, donde ejercitaba una suerte de écfrasis a través del yo. Una selección de su material poético, que cultivó en el envés de su arte, vio la luz en 2018 bajo el título Sueños de bruma espesa (Mercurio Editorial, 2018). La antología reúne poemas escritos, fundamentalmente, en los años 60 del pasado siglo XX, que nunca fueron pensados para publicarse, sino más bien como catarsis lírica y privada. Entre sus referentes poéticos y literarios destacó a Lorca, Hernández, Alberti y Dostoievksi.
En cuanto a su mapa de afectos en aquella época, Yolanda Graziani forjó una estrecha amistad con las poetas Pino Ojeda y Chona Madera, quienes sintonizaron mucho con su obra y energía. En concreto, la artista atesoraba un recuerdo muy especial con Chona Madera, primero periodista y luego poeta, íntima amiga pese a su diferencia de edad, con quien intercambió muchos escritos y poemas y con quien agotaba las horas de la madrugada hablando. En la esfera romántica, Graziani nunca se casó, ni tuvo hijos, y dedicó una gran parte de su vida al cuidado casi devoto de sus padres.
Sus últimos trazos
Con todo, uno de los proyectos pendientes para la conservación del legado de Yolanda Graziani fue la reapertura del Museo de Teror. El museo tuvo su apertura en 1999 con 90 cuadros, pero a los tres años se cerró por falta de recursos para mantenerlo abierto. «Al final, me llevé los cuadros», declaró la artista con tristeza.
Su estado de salud, aquejada de un cáncer, le arrebató los pinceles en estos últimos años. Y fue en este período, atravesado por la pandemia, cuando recibió algunos reconocimientos, tardíos, como el Can de Plata a las Artes, otorgado por el Cabildo de Gran Canaria en 2021. Nombrada Hija Adoptiva de Teror, el nombre de Yolanda Graziani se incorporó a la prestigiosa Biblioteca de Artistas de Canarias (BAC) el pasado 2023 con el monográfico 74 dedicado a su obra y trayectoria, escrito por Laura Teresa García Morales, la mayor investigadora y promotora de su obra. Su presentación conjunta en el Centro de Arte La Regenta constituyó la última aparición pública de la artista.
«Siempre fui una niña muy triste y muy melancólica. Me entristece el dolor del mundo, la muerte de mi madre, de mi querida Chona Madera y de mis hermanos... Me pone triste lo que se pierde para siempre», relató en su última entrevista a quien escribe. «Pienso que, cuando todo se pierda», añadió, «quedarán mis cuadros».
A punto de cumplir 98 años, Yolanda Graziani alcanzó por fin la luna. En la tierra seguiremos pintando el cuadro de su memoria. Vuela alto: eternamente, Yolanda.
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