Canarismos

¡Del año (d)el cólera!

Luis Rivero

Luis Rivero

En el verano del año 1851 se propagó en Las Palmas una epidemia de cólera morbo. Al parecer, el brote se produjo a raíz del arribo de uno de aquellos navíos provenientes de Cuba que a la sazón atravesaban el Atlántico. La enfermedad se extendió con virulencia por toda la isla hasta provocar la muerte de más de seis mil personas en tan solo dos meses. El miedo se apoderó de la población y los caminos y alrededores de los pueblos se llenaron de cadáveres y de sepulturas. Mientras la gente enfermaba y moría, las autoridades, previendo la difusión a otras islas, cerraron el puerto de la Luz, lo que impidió la llegada de ayuda y socorros al quedar la isla incomunicada con el exterior.

A los efectos directos de la enfermedad había que añadir el aislamiento cuyas consecuencias, carestía y hambre, resultaron devastadoras. Este capítulo de la historia quedó gravado en la memoria colectiva de los isleños como sinónimo de destrucción, terror, hambre, miseria y muerte. Aun cuando no exista una referencia temporal o conocimiento directos de aquellos hechos, en el inconsciente colectivo permanece latente que hubo un año en que la isla de Gran Canaria fue azotada por el cólera. La incomunicación se prolongó «hasta un año después que constase oficialmente la terminación del mal». Y a este episodio se le conoce como «el año del cólera». Se trata de una exclamación que de forma exagerada y con cierto donaire se emplea hoy para hacer notar los muchos años que pesan sobre algo o sobre alguien. Se suele escuchar las formas: «eso es del año (d)el cólera» o la comparativa «es más viejo que el año (d)el cólera».

Tienen en común con otras expresiones que hiperbólicamente indican vejez o antigüedad su referencia a aspectos, hechos o lugares emblemáticos de la historia local (en este caso, los tiempos del cólera), como sucede con otros registros que refieren en forma comparativa este aspecto de temporalidad: «Ser más viejo que la carraca del puerto», «ser más viejo que el pendón de la conquista», «ser más viejo que la Cruz de Piedra» o «ser más viejo que la charca de Arucas».

Si bien en castellano existen expresiones similares que aluden a la presencia de esta enfermedad que en el pasado hizo estragos en distintos lugares de la Península («ser algo de los tiempos del cólera» para hacer notar es muy antiguo), creemos que el dicho tal como se conoce en la isla de Gran Canaria («eso es del año (d)el cólera» o la forma comparativa: «ser más viejo que el año del cólera») se asocia, ya sea consciente o inconscientemente, al año 1851 como «el año del cólera». Aunque se desconozca por el hablante la referencia histórico-temporal precisa, se estima o se tiene la certeza que han transcurrido muchos años desde entonces y, por tanto, se emplea para referirse a un hábito o costumbre muy antiguas, a un objeto o cosa vieja (o a la vejez de alguien). [Se puede escuchar cuando alguien rebuscando en el ropero, pongamos por caso, se encuentra una prenda de vestir que tenía olvidada y, haciendo ademán de probársela, pregunta a su acompañante su parecer. A lo que esta responde con sorna: «Muchacha, eso es del año (d)el cólera», queriendo decir que es muy vieja, pasada de moda].

El recurso a esta expresión con cierta guasa y exageración despoja de dramatismo el acontecimiento histórico que rememora. Esto puede ser debido, en parte, a que gracias a los avances de la medicina el cólera morbo dejó de representar el peligro que supuso antaño, lo que lo sustrae al carácter penoso al que seguramente se asociaba entonces su recuerdo; por otro lado, a la ausencia de una memoria viva y directa de aquellos hechos que el olvido en gran parte ha sepultado, aunque pervivan en sustratos del inconsciente colectivo insular. Todo ello unido quizá a ese gracejo característico del habla popular que intenta hacer guasa con casi todo. Así se ha convertido en sinónima de expresiones afines como: «el año del catapún», «el año (de) la pera», «el año de María Castaña» y toda una serie de expresiones festivas que indican la vejez de alguien o la antigüedad de algo.