CANARISMOS

El que advierte no es traidor

Traidores

Traidores

Esta frase proverbial de sentido admonitorio se construye sobre la base de dos conceptos relacionados de manera consecuencial. Una primera parte de la oración: «El que advierte», donde advertir es avisar, poner en conocimiento, prevenir de algo a alguien; de lo que se deduce una consecuencia: «no es traidor» y no puede haber sorpresa porque se sabía que podía ocurrir (que es lo contrario de «coger echado (a alguien)», por tanto, no hay «traición». La frase se suele emplear como aviso o consejo de hacer (o no hacer) lo que se pretende, previo haber sido informado sobre los riesgos y consecuencias que implica aquella actuación. En tal caso puede funcionar como «amenaza» de recibir un castigo ejemplar a quien «sigue en sus trece» desoyendo las advertencias.

Este dicho de uso común entre hablantes isleños tiene como soporte ideológico una suerte de código de honor sellado tácitamente entre caballeros, por así decirlo. «Código de honor» que supone un respeto al prójimo y el cumplimiento de los deberes, entre estos, el de advertencia en sus intenciones o de una situación dada, lo que supone no actuar a «traición». Actuar a traición implicaría actuar por sorpresa, a escondidas, dejar al otro indefenso, no darle o privarle de la posibilidad de defenderse. Lo que parece situar el origen de este refrán en determinados ambientes (quizás castrenses) o sociedades guiadas por costumbres más propias de otros tiempos. «Traidor», ordinariamente, es quien quebranta la fidelidad o lealtad en él depositadas o quien actúa con astucia o malicia dando a entender lo contrario. «No es traidor» el que hace precisamente lo opuesto: quien «va con la palabra por delante» (que se dice de la persona leal y consecuente con lo que promete), «quien dice las cosas a la cara y no se anda con rodeos».

Así pues, la frase «el que advierte/avisa no es traidor» amonesta haciendo presente una información para que se considere o evite de llevar a cabo una actuación. Podemos escucharla, por ejemplo, en el curso de una discusión en la que se intercambian retos y porfías y uno de los contrincantes lanza esta advertencia: «El que avisa no es traidor», con la que exhorta «a andar con cuidado», a «no pasarse de la raya» o, como dice aquella otra locución, a «abrir el ojo y desparramar la vista». En este caso viene usada con propósito intimidatorio dirigida a quien —no obstante haber sido advertido— muestra la intención de llevar a cabo una actuación de consecuencias negativas y no desiste en su actitud. También puede emplearse como último intento de persuadir a alguien para que desista en su pretensión de acometer algo que le puede perjudicar de manera inminente; o bien como conclusión de una situación cuyos resultados o consecuencias son inevitables. En tal caso puede ser intercambiable por las expresiones sinónimas: «¡Y no digas que no te lo dije!» o «¡lo ves, te lo dije!», a modo de reproche. Es afín a aquel otro dicho que dice: «el que coge/busca mal por gusto que vaya al infierno a quejarse» que nos recuerda que somos responsables de nuestras acciones, de manera que si la situación que padecemos es libremente buscada o consentida, no tenemos de que quejarnos.

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