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Entrevista | Vicent Garcés Político y profesor

Vicent Garcés: «Con otros nombres, en otros contextos, las figuras de Allende y Pinochet siguen vivas»

Vicent Garcés, político valenciano que trabajó en el Ministerio de Agricultura de Chile cuando se dio el golpe de Estado de 1973, fue uno de los protagonistas de la Feria del Libro de Tenerife.

Vicent Garcés

Vicent Garcés / ED

Santa Cruz de Tenerife

Es Profesor del Departamento de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Politécnica de Valencia y cuenta con una amplia experiencia política a sus espaldas como militante del PSPV-PSOE. Participó en la reciente Feria del Libro de Tenerife como ponente de una charla bajo el título: Salvador Allende: 50 años después, la insobornable memoria.

Llega a la Isla justo cuando se celebra el 50 aniversario del golpe militar de Chile que tumbó a Salvador Allende,

¿podría hacer un breve retrato de aquel capítulo histórico?

El presidente Allende encabezaba una coalición electoral progresista que se presentó a las elecciones el 4 de septiembre de 1970 y las ganó. Era la primera vez en América Latina y en Europa que una coalición electoral de izquierdas, transformadora, de carácter revolucionario, llegaba al gobierno por la vía democrática. Eso fue lo que llamó tanto la atención, la aparición de esa vía política hacia el socialismo, democrática, que nunca antes se había experimentado. Esa nueva vía tuvo la oposición frontal de los poderes oligárquicos internos de Chile y también del Gobierno de Estados Unidos de América, con Nixon a la cabeza. Se dieron una conjunción de intereses entre estas dos partes muy poderosas para evitar que el presidente Allende pudiera acceder a la presidencia. El 15 de septiembre de ese año 70, una semana después del triunfo de Allende, hubo reunión en el despacho de Nixon con representantes de la oligarquía chilena en la que acordaron que Allende no tomara posesión en noviembre de ese mismo año. Ese primer intento no triunfó porque el entonces comandante en jefe del ejército chileno se opuso a ese golpe de estado, y por ello fue asesinado por órdenes dadas desde Estados Unidos. Allende pudo tomar posesión en noviembre pero tuvo que enfrentarse a la decisión directa del gobierno americano y de las oligarquías chilenas de desestabilizar al país de tal manera que la gobernabilidad fuera insostenible, con todo tipos de boicots, propiciando huelgas, acaparando alimentos, y otras muchas prácticas nada democráticas. Con ese clima, en septiembre de 1973, el general Pinochet inició su traición a la constitución y al presidente Allende, encabezando el golpe de estado. Todo se desencadenó el 11 de septiembre cuando ese mismo día Salvador Allende iba anunciar la convocatoria de un plebiscito para que el país decidiera sobre una salida política a la crisis que se estaba viviendo.

¿Por qué se sigue hablando tanto de todo este asunto 50 años después?

Lo que allí se demostró sigue estando vivo. Se demostró que la fuerza conservadora de la derecha, cuando pierde el poder y no consigue recuperarlo de manera democrática, piensa en maneras alternativas de llegar al gobierno. En Chile fueron tres años de intento de golpe de estado. Hoy día, lo estamos viendo en España y en otros países del mundo, la derecha o la ultraderecha se fortalecen para retroceder en derechos ya adquiridos, en el caso de Europa, por ejemplo, gracias al estado del bienestar. Gobiernos de progreso que quieren avanzar en derechos e igualdad se enfrentan a poderes sociales y económicos que quieren resguardar sus privilegios y que no dudan en utilizar otras vías que no son las democráticas. Por eso, recordar 50 años después lo que pasó en Chile, no es nostalgia ni es simplemente estudiar historia; es analizar muchos de los factores que están en la base del poder.

¿Qué queda del espíritu de Allende?

Yo creo queda todo. En el mundo civilizando, el mundo culto, el que piensa en mejorar la sociedad, la figura de Allende es el modelo de la excelencia, porque impulsó desde la vía democrática el progreso y el socialismo. Es un referente como demócrata, de una persona que defiende sus ideas dentro de la constitución. Mientras, Pinochet ha quedado como el gran traidor, como un criminal. Con otros nombres, en otros contextos, las figuras de Allende y Pinochet siguen vivas. Por un lado, el progreso bajo fórmulas democráticas, y por otro, los poderes a los que sólo les vale la democracia cuando son ellos los que gobiernan.

¿Qué cree que hubiera sido de Chile si no se hubiese dado ese golpe de estado?

Realmente es algo imposible de saber, pero sí es cierto que Allende iba a llamar a un plebiscito para que el pueblo se pronunciara su continuidad o no en el poder, con la posibilidad incluso de nuevas elecciones. Políticamente hubiese habido una salida que habría evitado miles de muertos y miles de exiliados. También hay que decir que el derrocamiento del Gobierno de Chile supuso una importante desmovilización de los gobiernos de izquierda en otras partes de América, porque el miedo ante ese terror se impuso. Socialmente el golpe de estado tuvo unas consecuencias corrosivas terribles.

¿Cómo ve a Chile en la actualidad?

Hoy hay un gobierno de coalición de izquierdas progresistas que está siendo sometido a una presión gigantesca por parte de los poderes más conservadores del país. No llaman como hicieron entonces al golpe de estado militar porque en el siglo XXI hay otras formas de intervención en la gobernabilidad de los países, como puede ser el control de los medios de comunicación, el control de la justicia y el control del sistema económico. En Chile hay sectores que aún hoy en día ponen en valor las supuestas bondades del régimen de Pinochet y hablan de un régimen donde había paz, donde había estabilidad y donde no había desorden, confundiendo la falta de libertad y democracia con el orden.

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