Entrevista | Pepe Pérez-Muela Filólogo

Pepe Pérez-Muela: «Canarias fue el fin del mundo y ahora es para muchos la puerta de acceso a una nueva vida»

Puerto de la Cruz se convierte en punto de encuentro para aventureros, activistas, escritores y periodistas con Periplo, el festival que arranca el lunes y se prolongará hasta el domingo.

| e.d.

| e.d. / E.D.

Santa Cruz de Tenerife

Puerto de la Cruz se convertirá, a partir del lunes, en punto de encuentro para aventureros, activistas, escritores y periodistas del mundo cuyas acciones y obras literarias giran en torno al viaje, tanto el que se hace por placer como el que se hace por necesidad, en el marco de la undécima edición del Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo. Entre ellos, la ciudad recibirá al filólogo Pepe Pérez-Muelas, que estrena su primer trabajo editorial, Homo Viator. El descubrimiento del mundo a través de los viajeros. Se trata de un libro que recoge las biografías de hombres y mujeres que lo dejaron todo en pos de lo desconocido, en un tiempo en el que los mapas no representaban la verdad de la geografía, un recopilatorio de grandes travesías de las que dará cuenta el próximo miércoles.

Fue el 12 de octubre de 1492 cuando el viaje que emprendió Cristóbal Colón llegó a su destino. ¿En su libro se revelan datos desconocidos de esta travesía que cambió la Historia?

Hay varios datos curiosos de esa travesía. Colón no sabía que iba a cambiar el rumbo de la Historia. Él era un marinero y geógrafo que sabía que la Tierra no era plana, que era redonda. Lo que no podía saber es que en esa nueva ruta no se encontraría con las Indias Orientales, es decir, China o Japón; no podía prever que en medio hubiese un nuevo continente, un Nuevo Mundo. No obstante, de este viaje me llaman aún más la atención las historias de los marineros que iban con él. Ser marinero en aquel tiempo era una tarea dura. Hay que pensar en quiénes eran esos que se echaban a la mar y se sumaban a esos viajes tan peligrosos: era gente iletrada. Ellos sí pensaban que la Tierra era plana pues tenían una concepción teológica del mundo. Fue un viaje que sumó mucha audacia y que venció la superstición.

En aquel momento, ¿en qué se basaba Colón para pensar que la Tierra era redonda?

Colón conocía el tratado de la Geographia de Claudio Ptolomeo, que se hizo en época Helenística. Manejaba un saber medieval, pero que se basaba en los textos Clásicos. Colón tenía, además, acceso a muchos tratados del mundo árabe. Para él, no fue una sorpresa que el mundo fuera redondo. De hecho, en sus cartas, Colón comparaba la Tierra a la esfericidad del seno de una mujer. Cuando estudiamos la Historia en los institutos, pensamos que en aquel momento todos creían que la Tierra era plana, pero no es así. Era vox populi entre sabios y humanistas que era redonda.

Los viajeros son los auténticos protagonistas de su libro. Tras estudiar sus biografías y sus aventuras, ¿qué periplo le ha resultado más apasionante?

Hubo una travesía hacia Canarias que me resultó paradigmática y me hizo reflexionar sobre la voluntad del ser humano por descubrir y cómo le ha llevado al fracaso tantas veces. Hablo de los hermanos Vivaldi, en el siglo XIII, que intentaron recorrer las costas de África. En aquel momento, los europeos apenas conocían esta zona, el Cabo Bojador, que está en Marruecos, y nada más. El desconocimiento era absoluto. Ugolino y Vadino se embarcan hacia el sur, pero se les pierde la pista. No se sabe si llegaron a la altura de Canarias. Unos años después, uno de los hijos de los Vivaldi intenta emular la hazaña, no solo para descubrir nuevos territorios sino para buscarlos a ellos. El resultado fue igual de trágico. El mundo está lleno de periplos que han acabado en fracaso y que sirvieron para que 150 años después Bartolomeu Dias consiguiese arribar al Cabo de Las Tormentas, luego bautizado como Cabo de Buena Esperanza, en el sur de África.

Canarias ha sido siempre territorio de paso…

Canarias es un territorio mítico. En la Antigüedad, era el final. Eso se heredó en la Edad Media, creyéndose que era el borde, que después de aquí no había nada más. Era el último atisbo de realidad antes de adentrarse en lo desconocido. Por otro lado, el Archipiélago siempre ha sido un territorio apasionante, se evidencia, por ejemplo, en los nombres de las islas: Lanzarote viene de Lancelot, por lo que ya hablamos de una combinación de aventura, de ciencia y de literatura. Cuando se llega a América, el mito de Canarias pasa a ser una realidad geopolítica e histórica, se convierte en territorio de paso, en la puerta al continente. Hoy, Canarias sigue siendo una puerta de acceso a otro mundo, lo vemos con los cientos de migrantes que llegan.

Habla de Urbano Monti, uno de los primeros en crear un mapamundi a través de los relatos de otros viajeros. ¿Qué referencias fue tomando este hombre que nunca salió de Milán?

Ha sido toda una inspiración porque, efectivamente, no salió de Milán y solo utilizó las bibliotecas, en los 70 del siglo XVI, para crear su mapamundi. Además, sumó a su investigación las conversaciones que mantuvo con mucha gente. Hay que pensar que Milán en esa época era un trasiego constante de gente, de cultura, de mercaderes… Gracias a esos testimonios elabora un mapa muy exacto de Europa y más fantasioso de Asia o África. Me inspira porque yo también he abrazado los testimonios de otros viajeros.

En la actualidad el hecho de viajar se ha democratizado. ¿Cuáles son las diferencias entre un viajero y un turista?

La democratización del viaje ha traído consecuencias fantásticas, y es que, hoy en día, en el mundo occidental, muchos tenemos la oportunidad de viajar. Pero tiene su reverso. Las ciudades turísticas están masificadas y están perdiendo su identidad. Hay franquicias iguales asentadas en todos sitios y haciendo que las ciudades vayan perdiendo su esencia. Por otro lado, existe un turismo de masas que quiere visitar ciudades emblemáticas, pero no para entenderlas, sino para subir la foto a redes sociales y decir que han estado ahí. Es una clase de viaje que no me interesa. Vamos hacia ese modelo y es una pena.

El Festival Periplo es ejemplo de que aún existen viajeros.

Es un reducto, un recordatorio de que existe una resistencia, de que todavía hay viajeros. Y no es necesario irse al Himalaya para encontrar la soledad o el sentido del aventurero. En las grandes ciudades también se puede conseguir. Es una forma de mirar el viaje, de entender el mundo.

Presentará su libro el próximo miércoles. ¿Qué le parece este encuentro que ya cumple su undécima edición?

Este festival me resulta muy original y dignifica tanto al viaje como a la literatura. Muchas veces la literatura de viajes se suele considerar como algo menor y se obvia que las grandes obras de la humanidad son viajes: La Odisea, Don Quijote de La Mancha, La Divina Comedia.

Esta edición versa sobre los rituales. En esos viajes que ha estudiado, ¿quedan reflejadas también las ceremonias de los pueblos?

Hablo de los testimonios de los viajeros, lo que lograron ver en sus periplos y, por tanto, hay ritos reflejados. De hecho, en el primer capítulo hablo de una experiencia personal en La India, de cuando tuve que presenciar en Benarés, una ciudad situada a orillas del río Ganges, su ritual de quemar los cuerpos de los muertos. Para mí, esa experiencia fue un poco traumática. Justamente ese debería ser el espíritu del viajero: intentar entender los rituales del otro e intentar acercarse desde el respeto, incluso si resulta difícil.

Para usted, ¿queda algo por descubrir?

El hombre siempre está con ganas de descubrir y seguimos teniendo grandes desconocidos, el universo, por ejemplo. No sé si veremos al hombre llegar a Marte. También están los fondos de los océanos. Por otro lado, creo que en cada generación se va renovando el ánimo por descubrir lo ya descubierto, porque se va olvidando lo que hay.

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