Un poeta al encuentro con el mundo

Se publica la poesía completa de Andrés Sánchez Robayna, más de cincuenta años de una escritura con un ámbito creador propio

Secuencia de la película ‘Nostalgia’ (1983), de Andrei Tarkovsky.

Secuencia de la película ‘Nostalgia’ (1983), de Andrei Tarkovsky.

Juan josé rastrollo torres

En una nota de la nueva edición de En el cuerpo del mundo. Poesía completa, Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) apunta: «Para mí, el poeta debe siempre romper las trampas de la privacidad, la obturación del subjetivismo, para acceder a una zona abierta de encuentro con el mundo». Considerando que esta espléndida edición condensa más de cincuenta años de obra lírica, tal declaración resulta reveladora, por el carácter unificador de su contenido. En este caso, el nuevo volumen cobra especial notabilidad por revisar la edición agotada de su poesía reunida, En el cuerpo del mundo (2004); la selección publicada en Cátedra, El espejo de tinta (2010), y Al cúmulo de octubre (Antología poética: 1970-2015) editada en Visor (2015), donde el autor ya nos avanzaba nuevos poemas, que han ido tomando cuerpo en, hasta la fecha, su última entrega, Por el gran mar (2019), y en sus poemas posteriores. Y decimos «revisar», porque la lógica interna de este volumen presupone, para el lector de poesía reflexiva y estéticamente rigurosa, el acercamiento a una lírica que es una especie de oasis en el actual panorama poético hispánico; y, sobre todo, porque puede representar la imprescindible relectura y parada retrospectiva en los poemas con mayor latencia en el presente creativo del autor.

Sobriedad y coherencia interna siempre han sido aspectos asociados a la obra poética, crítica, diarística y de traducción de este autor galardonado con el Premio Mallarmé étranger 2022. Una obra singular (y excepcional) que —al margen de derivas y modas literarias— ha ido gestando su particular tradición y un ámbito creador propio, que halla en la luminosidad de la naturaleza el espacio de reflexión y manifestación de la sacralidad en lo real a través de elementos como el sol, la duna, la retama, el cielo estrellado, el viento, el rayo luminoso, la roca o el mar; pero también a partir de objetos fetiche como el vaso, la vela, las campanas o el mismo libro en continua escritura, que el poeta identifica con la corporeidad del mundo. Y así, desde esa misma mitología de la luz (en el sentido de «tiempo que se piensa», según Octavio Paz), cada libro del poeta canario ha ido desgranando la celebración del verbo, el abrazo del espíritu (al margen de lo confesional) y, diciéndolo con el poeta brasileño Haroldo de Campos, la creación de libertad a través del lenguaje.

A pesar de la notoria unidad del proceso espiritual que esta poesía ha ido trazando, la crítica —siempre impelida por cierta pulsión taxonómica— ha establecido tradicionalmente tres ciclos en la obra de Sánchez Robayna. No obstante, como ha confesado el autor en diversas entrevistas, no existen cortes en su trayectoria, sino más bien un proceso intelectual y espiritual «purgativo de la palabra» aún por cerrar. La publicación de esta obra completa hace aún, si cabe, más palmaria esta reflexión.

Pero adentrémonos ya en las secciones que vertebran el volumen. En los poemas de lo que se ha venido a llamar primer ciclo (1970-1985) —desde Día de aire hasta La roca (Premio de la Crítica) y Tríptico—, ya apreciamos cómo cristalizan sus claves de lectura o «flechas de sentido»: la errancia del «pasajero de la luz» por la naturaleza, el mundo como crisol-texto (léase «El espejo de tinta»), el cúmulo alumbrado, el deseo, la transparencia, la indagación metafísica, el desprendimiento del yo en aras del protagonismo de la luz, el cuerpo del mundo, el vínculo entre poesía y artes plásticas, el sentido ceremonial de la palabra «que late desde el fondo de la roca» (Día de aire, V), el «sentimiento oceánico», el silabario del cielo estrellado o el desierto como acendrado espacio de reflexión.

El segundo periodo (1986-1999) —desde Palmas sobre la losa fría (1989) hasta Inscripciones (1999)— representaría un giro hacia la reflexión sobre «el ser en el tiempo» y la meditatio mortis: «Oh muerte, / que entregas sólo oscuridad, / te ofrezco, / desde lo intermitente, bajo el cielo, / palmas sobre la losa fría». Junto con Sobre una piedra extrema (1995) y Fuego blanco (1992), Palmas sobre la losa fría será en este periodo el libro donde con mayor claridad cristalice una poesía metafísica de tono mítico (y, por momentos, casi místico). Aquí, el ámbito sagrado, donde el poeta se sumerge para desencriptar el primigenio sentido de las palabras, es el del no-tiempo y el no-lugar, un espacio donde sólo hay presencia de silencio y quietud. En los poemarios de esta etapa vamos asistiendo a un nuevo alumbramiento, consistente en rescatar para este mundo espacios y tiempos sagrados a través de la palabra poética. En este sentido, el poema En el cuerpo del mundo, que da título a este volumen de obra completa, sintetiza sus preocupaciones estéticas acerca del llamamiento de lo sagrado.

En lo que se ha considerado hasta la fecha el tercer ciclo poético del autor (del 2000 a hoy), el elemento nuclear vuelve a ser el tiempo (y la memoria), pero desde la exploración autobiográfica. Paradigma de ello es El libro, tras la duna (2002), poema extenso de formación al estilo de The Prelude de Wordsworth, que desarrolla en 77 fragmentos la errancia transcendental y vital de la «imaginación meditativa» del poeta. En esta autobiografía sobre la conciencia y la memoria, el autor resuelve el difícil trance de reflexionar acerca de determinados episodios de una vida en los que reverberan aquellas «flechas de sentido»: los médanos, el cuerpo del mundo, el silabario del cielo estrellado, el mar extendido, el volcán, la silente existencia de la retama y, sobre todo, la «nube clarísima del no saber». Además, en todo el largo poema hay una presencia absoluta de la metáfora del mundo como libro porque, en definitiva, para el poeta canario todo en la vida es libro: «En el libro del cuerpo leí el alma. / Y comprendí que el cuerpo / compone, con el alma, un solo libro, / soberana unidad de un dios entero». En otro sentido, en las siete series poéticas que constituyen La sombra y la apariencia (2010) y en su último poemario, Por el gran mar (2019), se revelan otros aspectos que singularizan la nueva singladura: la omnipresencia del mar; el desdoblamiento del sujeto lírico en un tú a quien se habla («Caminaste, una sombra apenas por la hierba, / hasta la piedra escrita», en Cementerio del Testaccio); el viaje a nuevos territorios e islas para habitar otros misterios («En el centro de un círculo de islas» describe una visita en barco a la isla de Delos; o, en el inquietante Patmos, el pasajero de la luz medita al atardecer sobre el silencio y la palabra reminiscente); la reflexión sobre la herrumbre de los siglos y su «apariencia» visible (las desconchaduras del muro encalado, en Breve meditación sobre la cal y el tiempo); lo sagrado, manifestado a través de la música, en el Homenaje a Górecki («La voz asciende, nítida, de cuerpos arrasados, / del humo y la ceniza, de pozos que aún se ahondan, / de muertos que ya nunca volverán a morir, / oh música porosa»); o la pulsión de la nada como centro inmóvil que inocula el todo, en Reflejos en el día de año nuevo (uno de los poemas más bellamente escritos sobre el sentimiento de la nada). En los versos del largo poema, estructurado en 35 fragmentos, Por el gran mar, se vislumbra una nueva vía poética del autor con una mayor presencia de lo sagrado, intuida a veces desde el sentimiento doloroso de la pérdida y la búsqueda constante de lo oculto: «Lo supe entonces. Titiló la estrella. / Eras tú, que venías a verme, y me buscabas, / ávida, más allá del otoño y la noche. / Todo volvió a nacer, oh dios tardío». Y, clausurando el volumen, el conjunto Nuevos poemas (2010-2022) permite adivinar una incipiente vía poética de raíz horaciana, donde adquiere gran relieve el acercamiento al otro, cierto tono de acabamiento y una notoria presencia del sentimiento elegíaco («La muerte astilla todo cuanto existe / en el aire del mundo»), aunque, como contrapartida, se adivina también el mensaje esperanzador de que es posible en nuestros días otra vivencia de lo sagrado y la celebración de otra forma de estar en un mundo: «En realidad, es algo / simple, como cuando, de niños, nos asalta / una perplejidad al ver el agua, / en la acequia, correr hacia un lugar / que ignoramos. Un agua limpia, como / desnuda de sí misma, y la mano no puede resistir / hundirse en la corriente, tocar la transparencia».

En definitiva, el presente volumen nos brinda una visión panorámica completa de la larga singladura del poeta, de su prolongada exploración en los signos de la conciencia y del mundo. Para los que hemos ido asistiendo a la progresión interior del autor, este preciado libro representa la recreación de unos textos que, releídos, parecen otros. Para el nuevo lector, recomendamos que se abisme en esta floresta mediante una lectura, si prefiere, fluctuante, y que disfrute del descubrimiento de un significativo poeta de nuestro tiempo.

[object Object]

Tiembla la llama

de la vela que alumbra

en medio de lo oscuro,

leve, desnuda.

Destello tras destello

se deshace, se extingue,

y lenta se encamina

hacia su origen.

En esta sombra trémula

de la llama que oscila,

mira arder, deshacerse

tu vida misma.

TEMAS