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Recuerdos de un brujo

Recuerdos  de un brujo

Recuerdos de un brujo / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

En octubre de 1930, Fernando Pessoa describió su interacción con Aleister Crowley y Miss Hanni Larissa Jaeger, la compañera de Crowley en ese momento. Pessoa expresó su respeto por Crowley, aunque también mostró cautela y desconcierto frente a las acciones y creencias del ocultista. Pessoa, es conocido, repudiaba a la Iglesia católica y, en consecuencia, se enfrentaba al dictador Salazar, que había emprendido la instauración del Estado Novo, que seguiría las directrices católicas, siendo que Salazar no era un inculto, como puede serlo hoy un personaje como el presidente español, doctor y plagiario, sino un político con gran contenido y devorador de información en todas las bibliotecas que podía. En contraposición, Pessoa se presentaba a sí mismo como astrólogo y ocultista.

Miss Jaeger parecía una figura trágica, influenciada por Crowley y atrapada en sus extrañas maquinaciones. Pessoa tenía una visión paternalista y condescendiente hacia ella, con el machismo propio de la época. Aunque Pessoa admite la existencia de las prácticas mágicas, las ve peligrosas y potencialmente destructivas, y la figura de Crowley personificaba perfectamente esta visión de la magia como una fuerza poderosa y peligrosa. Crowley había simulado su propio suicidio para protegerse de las fuerzas políticas y otros líos en los que andaba metido. Escribe y notifica Pessoa que Crowley no estaba muerto, sino que compartió paseos, conversaciones y partidas de ajedrez con el ocultista: «En noviembre del año pasado, recibí por correo una circular anunciando la publicación en seis volúmenes de las Confesiones de Aleister Crowley... El primer volumen se abre con un horóscopo de Crowley. Como soy astrólogo, estudié atentamente ese horóscopo y, cuando remití a los editores la importancia del volumen, añadí una nota final: les dije que le comunicaran al Sr. Crowley que su horóscopo estaba equivocado, y que debía haber nacido un poco antes de la hora que suponía. Unos días más tarde recibí una carta de Crowley agradeciendo mi indicación, que encontraba muy interesante. Así comenzaron, a distancia, nuestras relaciones».

Pessoa fue a recibir a Crowley, que llegó en el buque Alcántara, y lo recogió junto a una jovencita, la mentada Hanni Larissa Jaeger, se alojaron en el Hotel de L’Europe, de donde se fueron al Hotel París, en Estoril, y de donde tuvieron que huir al Hotel Miramar, a causa de un gran escándalo, dijo Crowley histérico, generado por Miss Jaeger. Recorrieron Estoril y Lisboa y Miss Jaeger desapareció para siempre, según Crowley porque la perseguía el mago negro Gerald Yorke, editor de sus libros. Pessoa lo encontró varias veces más, y habla de Crowley como que o lo veía a él «o a su fantasma», casi aludiendo a una bilocación extraordinaria: en una ocasión «doblando la esquina del Café La Gare en la Calle 1° de diciembre. El mismo día 24, al atravesar la Plaza Duque de la Tercera, nuevamente vi a Crowley, o a su fantasma, entrar junto a otro individuo en la Tabacaria Inglesa. En ninguno de los casos tuve tiempo o motivos para hablarle».

Pessoa encontró una carta de Crowley a Jaeger, en La Boca del Infierno, que tenía el siguiente texto: «L. G. P. Año 14, Sol en Balanza. No puedo vivir sin ti. La otra Boca del Infierno me cogerá. No será tan caliente como la tuya. Suos. Tu Li Yu». Li Yu, de quien Crowley se decía reencarnado. Aleister Crowley, autodenominado en sus liturgias ocultistas como Master Therion, hablaba de un sabio chino nacido dos mil años antes que sería este Li Yu. Master Therion había fundado Astrum Argentum y también la Ordo Templi Orientis, donde regía su ley de Thelema (voluntad, en griego): «Haz lo que tú quieras, será toda Ley». El recorrido de Crowley, cargado de cultura filosófica nietzscheana y lecturas más abstrusas y atrevidas, había tenido su cénit de 1905 a 1920, fecha en la que abrió la Abadía de Thelema, en Cefalú, hasta ser expulsado por Mussolini.

No es baladí que filósofos impenetrables como Gilles Deleuze, abstraigan de esta literatura y de la de la magia del Caos, recreada a lo largo del siglo XX, sus planteamientos filosóficos, que al expresarlos en su francés metafísico dejan de entenderse bien, pero están cargados de esa potencia del «es y no es» propia de la brujería intelectual del siglo XX, y aupada por estos oscuros escritores. En efecto, Deleuze, en su libro Mil mesetas (donde tiene tres capitulitos titulados Recuerdos de un brujo), propone que «la Tierra, la Desterritorializada, la Glacial, la Molécula gigante, era un cuerpo sin órganos. Este cuerpo sin órganos estaba atravesado por materias inestables no formadas, flujos en todos los sentidos, intensidades libres o singularidades nómadas, partículas locas o transitorias», y a partir de este Caos originario, propone la estratificación y, en palabras de Juan Salzano: «lo sobrenatural o lo contra natura no están más allá de la naturaleza, como se nos quiere hacer creer cada vez que se le imprime a ésta un torniquete moral (Ley natural o mandamiento divino), sino más acá, en los cimbreos imprevisibles que la tejen. Lo sobre o contra natural, para el brujo Deleuze, es la usina de la naturaleza y sus leyes». Llega Deleuze, incluso, con su concepto del Aién, «al tiempo singular del devenir: pasado y futuro simultáneos, esquivando siempre el presente», propio de un enfoque ocultista, aunque contemporáneamente también de físicos teóricos y filósofos del tiempo. No obstante, no lo puede remediar, y Deleuze alude a la adivinación estoica como «dividir el cielo en secciones y distribuir en ellas las líneas de los vuelos de los pájaros, seguir sobre el suelo la letra que traza el hocico de un cerdo, sacar el hígado a la superficie y observar sus líneas y fisuras. La adivinación es, en el sentido más general, el arte de las superficies, de las líneas».

En fin, si lo coge un brujo de verdad, un Austin Osman Spare, lo destroza, y es por ello que, en su debilidad cognitiva, Deleuze terminó suicidándose en 1995 por defenestración, al igual que esta filosofía occidental está haciendo en los últimos tiempos si no cambia sus herramientas y vuelve, al menos, al oscurantismo y el secreto que se esconde ahí. Lo intenta salvar un poco Matt Lee en su Recuerdos de un brujo: Notas sobre Gilles Deleuze-Félix Guattari, Austin Osman Spare y las Brujerías Anómalas», en 2019, pero, amigos, la filosofía es muy débil para bregar con el mundo de las potencialidades.

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