Amalgama

Los fuegos de la lujuria

‘La tentación se San Antonio’ de Joos Van Craesbeeck (1650). |

‘La tentación se San Antonio’ de Joos Van Craesbeeck (1650). | / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Este mes se publica, en editorial Ático de Los Libros, con traducción de Claudia Casanova, el libro de la historiadora medievalista británica Katherine Harvey The Fires of Lust. Sex in the Middle Ages, de 2021. Harvey es doctora en Historia por el King’s College de Londres y profesora en el Birkbeck College y la Open University. Hace un recorrido por el sexo en Europa Occidental entre 1100 y 1500, llamando la atención a que en torno al 1100, entre otros cambios, la reforma gregoriana legisló obligatorio el celibato para todos los clérigos. Su base documental lo han sido tratados médicos, sermones, manuales para párrocos, vidas de santos, registros judiciales, etcétera. No ha sido la única, aunque sí la más exitosa; por ejemplo, está el texto de Ruth Mazo Karras, Sexuality in Medieval Sexuality: Doing Unto Others, de 2012.

En lo que nos vamos a fijar es en cómo el sexo se convierte siempre en un manejo por parte de los gobiernos, cuando éstos se comportan como una secta. La doctora Harvey informa de que: «Cumplir las elevadas normas que la Iglesia imponía al clero era difícil, entre otras cosas porque se creía que este grupo era inusualmente propenso a la tentación sexual; el Diablo, deseoso de socavar la obra de Dios, los sometía a mayores tentaciones». Harvey ejemplifica: «Antes de convertirse en obispo, Hugh fue prior de la casa cartuja de Witham, Somerset, e inmediatamente después de su nombramiento para ese cargo, según se informa, experimentó una lujuria tan terrible que las espinas de la carne se le clavaron en el corazón». San Hugo resistió la tentación y se curó por intervención divina: «Tuvo un sueño en el que San Basilio le cortaba las entrañas, extraía algo parecido a cenizas al rojo vivo y lo tiraba. Después de esto, Hugh se libró por completo de la tentación sexual». Estas maravillas oníricas serían oro puro para un terapeuta junguiano, y más provocadas por ese ansia estatal o eclesial, es decir, institucional, por meterse en la cama de todos los ciudadanos.

Sigamos: una monja «concertó una cita secreta con un hombre, pero cuando intentó salir de la iglesia para ir a la reunión, se encontró con Cristo colgado de la cruz con los brazos extendidos en cada puerta. Temiendo que el encuentro fuera contrario a la voluntad de Dios, rezó ante una imagen de la Virgen María, que enseguida le golpeó con tanta fuerza en la mandíbula que quedó al día siguiente, todavía, en un profundo desmayo. El predicador dominico Étienne de Borbón (c. 1180-1261) describió cómo un fraile que luchaba contra la lujuria había pedido ayuda a la Virgen María. Mientras dormía, se le apareció, lo arrastró por el pelo y lo desolló. Por la mañana tenía piel nueva y ya no era vulnerable a las tentaciones de la carne». Los clérigos que no aguantaban procedían a castrarse a sí mismos, y alguno moría en el acto.

Por otra parte, era la homosexualidad el objetivo de la gestión gubernamental o teológica: «Tales actos desviados tenían consecuencias no sólo para los individuos, sino para la sociedad en su conjunto. El Practijke Criminele (el tratado estándar sobre derecho penal y procedimiento en la Flandes borgoñona del siglo XV) clasificaba la sodomía como un delito contra el Estado y contra el orden público y divino. Según el Christenspiegel (1485), un libro devocional para laicos escrito por el observante franciscano Dietrich Kolde, las consecuencias de este pecado incluían el Diluvio Universal y un retraso de 5.000 años en el nacimiento de Cristo, como consecuencia de que Dios no quería exponer a su hijo a los sodomitas». No sigamos por ahí ya que el libro de Harvey es implacable con sus noticias históricas de todo orden, y conviene leerlo para situarnos. La observación sociológica que hay que hacer al respecto es cómo ha evolucionado esa ansia estatal de meterse en la cama de los ciudadanos o de los súbditos, como un mecanismo de control. Actualmente los actos gestionados son inversos, pero no deja de ser una expresión de control.

Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de Igualdad, es una de las incitadoras a legislar sobre la sexualidad. Se ha mostrado escandalizada porque un setenta y cinco por cien de niñas y jóvenes prefieran «la penetración antes que la autoestimulación». También Pam ha celebrado la entrada en vigor de la ley trans. La gestión del sexo sigue en el lema del Ministerio de Igualdad para eliminar tabúes, que denuncia situaciones silenciadas, como la masturbación en mujeres mayores de 60, mantener relaciones sexuales con la regla, la sexualidad en personas con discapacidad, o la crítica a hacer el acto con la luz apagada.

El discípulo de Freud Wilhelm Reich, fue un adelantado en el intento de liberalizar el sexo, pero lo hizo en un momento en el que daba la sensación de que el marxismo podía ser una ideología de libertad y no de esclavización como luego se demostró. Se enfrentó a Freud y a sus interminables terapias, para ofertar la relajación de las corazas musculares con sus ciclos de tensión y liberación, a partir de una intensa vida sexual. En 1927, Reich se afilió al Partido Comunista austriaco, publicó La revolución sexual y Psicología de masas del fascismo y conciencia de clase, calificó de burgués a Freud por su tesis en Más allá del principio del placer, de 1920. Reich sabía que el dominio de una clase social sobre otra implicaba que la dominante atrofiara a la esclavizada en su sexualidad, y conforme la praxis recomendada por Marx en la famosa Tesis XI sobre Feuerbach, la salvación estaría, contra el capitalismo, oponer una especie de a fornicar, a fornicar, que el mundo se va a acabar. Reich fundó centros de orientación sexual para la juventud obrera, pero, como era de esperar, el Partido Comunista, desde 1932, convirtió el texto La lucha sexual de los jóvenes en no recomendable y los nazis hicieron lo mismo. En la Unión Soviética, a principios del siglo XX, se había despenalizado la homosexualidad, pues llegaron los comunistas y, lo obvio, como alérgicos a la libertad, en 1934 lo prohibieron y convirtieron en delito.

Trotsky renunció a Reich, y éste comenzó una interminable huida de nazis y comunistas, por Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, hasta llegar a Estados Unidos, pero eso es otra historia. La cuestión aquí es que, tanto los comunistas y fascistas, como Rodríguez Pam y toda su casta política, se emplean en gestionar el sexo, como lo hacía la Iglesia y las instituciones medievales, por el principio reichiano de que, a través del sexo, reprimiendo u obligando a desreprimirlo, es decir, gestionándolo desde el Estado, el dominio de la población es éxito asegurado. El dominio de la lujuria por el Ministerio de Igualdad tiene mucha retranca.