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Sobre la conciencia

Sobre la conciencia

Sobre la conciencia / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

La pasada semana nos reunimos en el Palau de Cerveró, sede del Institut Interuniversitari López Piñero, de la Universitat de València, seis ponentes para tratar sobre la conciencia: Vicente Simón, médico psiquiatra y catedrático de Psicobiología, uno de los fundadores de la Facultad de Psicología de Valencia, y ahora dedicado plenamente a la investigación y práctica del mindfulness y la meditación, quien disertó sobre Mindfulness y consciencia, mostrando cómo puede utilizarse el espacio intramental como un instrumento de colocación y uso de todas nuestras herramientas mentales; el profesor Marcos Bonet, doctor en Historia de la Ciencia, y autor de una tesis que analiza la hipnosis como herramienta presente desde hace tres siglos en la literatura occidental universal, Hypnotic Fiction, 2022, conferenció sobre La consciencia en el esoterismo moderno occidental, y repasó, tres en uno, a la Teosofía, a Rudolf Steiner y a los cuartocamineros de Gurdjieff, señalándome que en el hotel en el que me hospedé se celebraban hacía años reuniones de los gurdjieffianos de Levante; el psiquiatra clínico de orientación junguiana Henry J. Badilla, gran conocedor de los últimos remedios alopáticos para las psicopatologías, tanto como de caminos contrarios al uso de los electroshock o los medicamentos, estudiando las aplicaciones alterantropológicas de unos cuantos sistemas de conocimiento afroamericanos, disertó sobre Los sueños y la consciencia; el profesor Ángel González de Pablo, profesor titular de Historia de la Ciencia en la Universidad Complutense de Madrid, habiendo constituido su campo principal de investigación la historia de la psiquiatría, quien hizo una sorprendente expositio sobre La sofrología y la consciencia potencial: la consciencia sofrónica, sacando a la luz varios de los momentos históricos del psiquiatra de origen colombiano Alfonso Caycedo; finalmente cerró el congreso Enric Novella, profesor de Historia de la Ciencia en la Universitat de València, autor de Der junge Foucault und die Psychopathologie (Berlin, 2008), quien habló sobre Consciencia y psicopatología: una vindicación de la historia, donde se atrevió, gracias a la observación clínica, a decir que los tiempos de la esquizofrenia, entendida como una representación cultural de una era en la que se desarrolló como tal a lo largo del siglo XX y principios del XXI, ya dan paso a un cambio de modelo, con la desaparición de las tensiones clásicas de dicha patología y la aparición histórica de otras nuevas, interesante propuesta que fue motivo de agresivas intervenciones de sobremesa entre todos los participantes, presentes cuatro psiquiatras, un psicólogo y un filósofo.

Pergeñé en mi intervención una patada en el trasero de la ciencia, la nueva religión a la que se acude para todas las misas y sine qua non nadie queda tranquilo si no se le pide permiso (flatus vocis siempre presente en boca de personajes como los políticos que, muy campanudos, aluden a la «evidencia científica» sin saber lo que es, pero apropiándosela porque queda bien). Afirmé: «La ciencia es el mayor enemigo que tiene actualmente la humanidad, a causa del método científico erróneo e inacabado que utiliza. Karl Popper, Hempel, Jaako Hintika, Ilka Niiniluoto, Wilard Van Orman Quine, Thomas Kuhn, todos estos filósofos desarrolladores del pensamiento del siglo XX, analizaron y formalizaron el método científico como aquel que siempre se apoya en la repetición de experimentos y la medición de datos procedentes de la comprobación y cotejo con máquinas materiales. A tal punto que la psicología freudiana, por ejemplo, o la dialéctica histórica, o el mismo darwinismo, fueron desechados porque no se podía reexperimentar ni, por tanto, medir. Por tanto, no son científicos ¿Y qué? Ése ha sido el craso error, la ciencia ha de hacerse con todas las herramientas disponibles, no sólo con las materiales. De aquí que podamos afirmar, entre tanto esto no se arregle y complete, que la ciencia actual es el mayor enemigo de la humanidad porque la encarrila por una vía meramente material, y eso no puede terminar sino en una catástrofe». Una muleta aprovecha la física mecánica y no por ello es una demostración explicativa científica.

Pues bien, al final, y en base a las reiteradas observaciones del profesor Vicente Simón sobre el filósofo de la mente Thomas Metzinger, hube de recalar en McGinn y su propuesta sobre la irreductibilidad de la conciencia, describible por sus efectos, pero inabarcable explicativamente, poseedora de un «cierre cognitivo» dentro del denominado «nuevo misterianismo» filosófico de McGinn (por contraposición al antiguo misterianismo de John Locke) que señala directamente los murciélagos de Thomas Nagel o los zombies de David Chalmers, como las obvias paradojas inexplicables de la conciencia. Esperar por la explicación cerebral de la conciencia es como esperar por Stephen Hawking para que nos explique el Big Bang. McGinn niega que la conciencia sea producto de un milagro, afirma que tiene una explicación, pero rechaza que el humano disponga de la habilidad explicativa. La habilidad explicativa está cerrada cognitivamente a nuestra comprensión. Pone el ejemplo de que lo que está cognitivamente cerrado al cerebro de una rata puede estar abierto para el cerebro de un mono, y lo que está abierto para los humanos puede estar cerrado para los monos: «el hombre nacido ciego no puede captar el concepto de la experiencia visual de rojo, y los seres humanos no pueden concebir las experiencias ecolocalizadoras de los murciélagos». Hay muchas objeciones a estas afirmaciones de McGinn de los años noventa del pasado siglo, entre otras la de partir de un apriorismo que algún día podría ser superado. Pero con un método científico amarrado de manos, tampoco llegaremos lejos. Nuestro «¡Sapere Aude!» debe ser más arriesgado, y en ello estamos.

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